Combustibles, desastrosa herencia
Importación onerosa y progresiva
Sucede en muchos otros
renglones, pero en materia de combustibles el sexenio de Enrique Peña
Nieto deja un desastre, que se suma a los heredados por Vicente Fox y
Felipe Calderón, y a los de sus antecesores de la etapa neoliberal.
A lo largo de seis sexenios consecutivos, de Miguel de la Madrid a
EPN, el gobierno mexicano se negó rotundamente –siempre con la idea de
privatizar el mercado energético nacional– a invertir un peso en la
construcción de refinerías, porque –versión oficial–
no es negocioy
se dilapidarían recursos públicos.
No es negocio, aseguraron las seis administraciones neoliberales, pero sí ha sido, y de qué tamaño, para las empresas privadas que a lo largo de los años han vendido millones y millones de barriles de gasolinas, diésel y otros combustibles.
Sólo para dar una idea de qué tamaño ha sido el negocio que
no es negocio, de 2001, con Fox en Los Pinos, a 2018, con Peña Nieto en la residencia oficial, México ha gastado alrededor de 200 mil millones de dólares en importación de gasolinas y cerca de 30 mil millones en diésel.
Cierto es que para nuestro país no ha sido negocio y sí se han
dilapidado recursos para importar, de manera creciente, dichos
combustibles, pero todo lo contrario dirán quienes los han vendido. Con
esos dineros fácilmente se hubieran construido las refinerías necesarias
para abastecer el mercado interno y tener excedentes exportables.
Cuando Fox se instaló en Los Pinos, México importaba alrededor de 90
mil barriles diarios de gasolinas; casi al cierre del sexenio
peñanietista el volumen se había incrementado a 600 mil barriles, en
números cerrados, un crecimiento cercano a 600 por ciento. A estas
alturas se importa 75 por ciento de la gasolina que se consume en el
país.
La más
jovende las refinerías mexicanas data de 1979; casi cuatro décadas después el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, anuncia que se construirán este tipo de complejos para aminorar el gasto en importaciones y abastecer el mercado interno.
Como se ha mencionado en este espacio, en 1979 el entonces inquilino
de Los Pinos, José López Portillo, inauguró las refinerías de Cadereyta y
Salina Cruz. Tras el tradicional corte de listón, Pemex presumió que
con las nuevas centrales por primera vez rebasaría el millón de barriles
diarios de productos refinados,
con lo que México se coloca dentro de los 12 más grandes refinadores mundiales.
Pero llegó la tecnocracia y con ella la importación masiva de
productos refinados. Los gobiernos neoliberales gastaron, paralelamente,
miles y miles de millones de dólares en
modernizacionesy
reconfiguracionesde las refinerías existentes, pero lejos de incrementar la producción interna, la importación de combustibles creció sin parar. Y aquí, concretamente, sí se dilapidaron recursos públicos y se benefició al sector privado nacional y foráneo.
En el caso concreto del gobierno que está por terminar, la
elaboración de gasolinas (información de Pemex) pasó de 450 mil barriles
por día a 229 mil, es decir, un desplome de 49 por ciento; en el del
gas licuado de petróleo (el de mayor consumo en el país) de 206 mil
barriles por día a 120 mil, una caída de 42 por ciento, y en el del
diésel de 314 mil barriles por día a 133 mil, 58 por ciento menos que en
el inicio sexenal.
Y todos esos
huecos(que el gobierno mexicano se negó a
taparpor
no ser negocio) rápidamente los llenaron los proveedores privados, quienes agradecen la generosidadneoliberal que le cedió el
no negocio, con todo y su catarata de dólares.
Las rebanadas del pastel
Como cereza, vale mencionar que el precio de la gasolina
que se vende en México resulta 31 por ciento más cara que en Estados
Unidos, de donde se importa el combustible.Pero no es el único
comparativo. Por ejemplo, un salario mínimo mexicano compra 4.25 litros
de gasolina; un salario mínimo estadunidense alrededor de 70 litros.
Twitter: @cafevega
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