Lo más grave es que esa deuda se utilizó para financiar el gasto
corriente y el pago de intereses, pues la inversión pública apenas
alcanza 3.3% del PIB, según Foncerrada. Mientras el diario Reforma, en
su edición del miércoles 19, señala que mientras en el sexenio de Felipe
Calderón se invirtió en obra pública 4.3% del PIB, en el de Peña Nieto
(al cierre de 2017) era de 2.6; mientras el costo financiero de la deuda
era en el pasado sexenio de 1.9% y en el actual, de 2.4.
De acuerdo con estas cifras, en el presente sexenio un mínimo
porcentaje de los 5 billones de pesos en los que creció la deuda pública
se dedicó a la inversión pública, lo que se refleja muy claramente en
el decremento de la misma y su consecuente impacto en los bajos índices
de crecimiento de la economía nacional.
Sin embargo, esta práctica no es exclusiva del actual gobierno, pues
un rápido repaso a los dos sexenios panistas (los más beneficiados por
la bonanza petrolera nacional, por la combinación de una alta producción
y los precios récord del barril de la mezcla mexicana) muestra que
éstos pudieron moderar el crecimiento de la deuda, precisamente por la
renta petrolera, pero los excedentes también los dedicaron
principalmente a financiar el gasto corriente.
El periódico digital Sin Embargo publicó el 30 de mayo de 2016 una
información en la que señala: “De 2000 a 2012 el país obtuvo del crudo
de Petróleos Mexicanos (Pemex) 7 billones 753 mil millones de pesos
(ingresos totales por la venta de crudo). Sin embargo, la gran
oportunidad que representó la captura de ese monto extraordinario se
esfumó, debido al despilfarro, la falta de rendición de cuentas y el
hecho de que México nunca ha tenido una política energética integral o
porque se ha manejado dentro de una política de privatización de los
recursos naturales, explicaron especialistas”.
En el mismo reportaje se apunta que el entonces gobernador del Banco
de México, Guillermo Ortiz Martínez, señaló que el gobierno de Fox
obtuvo un ingreso extraordinario (refiriéndose a que no se había
presupuestado porque se preveían precios por barril más bajos) por la
exportación de crudo de alrededor de 180 mil millones de pesos en
promedio por año; es decir, poco más de 1 billón de pesos en el sexenio.
Ortiz Martínez cuestionó que esos recursos “se habían destinado a
financiar el gasto de la administración y no a mejorar la competitividad
nacional”.
En el sexenio de Calderón, de acuerdo con la evolución de los precios
del barril de petróleo, los excedentes petroleros deben haber sido
incluso un poco mayores, por lo que en los dos sexenios panistas se
deben alcanzar aproximadamente 2.5 billones de pesos de ingresos
extraordinarios.
Así, si se consideran los excedentes petroleros en esas dos
administraciones y la deuda pública contraída en el sexenio
peñanietista, la suma alcanza alrededor de 7.5 billones de pesos, que en
su mayoría se han destinado a financiar el gasto corriente, mientras un
pequeñísimo porcentaje se ha destinado a inversión y a incrementar las
reservas del Banco de México.
Con la llegada de la alternancia a la Presidencia de la República,
también arribó la época de la bonanza petrolera, que les permitió a los
gobiernos de Fox y Calderón financiar sin problemas su operación; cuando
ésta llegó a su fin, al inicio del presente sexenio, éste tuvo la
posibilidad de recurrir al endeudamiento porque este mismo era muy
manejable en esos momentos, al representar aproximadamente 34% del PIB,
mientras que en este momento se encuentra en 48%, aproximadamente.
Sin embargo, al haber destinado casi la totalidad de esos recursos al
gasto corriente y al pago de intereses de la deuda, se impactaron
negativamente las finanzas públicas y se restringieron mucho los
márgenes de maniobra para incrementar los ingresos públicos, ya que el
magro crecimiento del PIB limita el endeudamiento, mientras la
disminución en la extracción de petróleo y la refinación de gasolinas
convierte cualquier aumento en los precios de los hidrocarburos en un
factor negativo.
Los tres gobiernos del nuevo milenio tuvieron los recursos económicos
suficientes para impulsar el crecimiento de la economía mexicana, los
dos primeros por los altos precios del barril de petróleo (que llegó a
un máximo histórico para la mezcla mexicana, el 14 de julio de 2008, con
132.71 dólares por barril); y el último, por la buena salud de las
finanzas públicas que le permitieron recurrir al endeudamiento.
Lamentablemente esos recursos no se dedicaron a la inversión en la
misma industria petrolera, el desarrollo de la infraestructura nacional o
a la implementación de políticas públicas que combatieran los
ancestrales problemas estructurales (desigualdad socioeconómica, mala
calidad de la educación, bajos salarios, la mitad de la población en
pobreza, entre otros) que hubiesen impulsado el crecimiento de la
economía mexicana.
Estos recursos se destinaron al gasto corriente, y una cita de un
documento del investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana
Roberto Gutiérrez Rodríguez, que hacen en el reportaje de Sin Embargo,
refleja claramente el despilfarro que se hizo de los mismos: “Al inicio
de su sexenio (el foxista), en el corporativo de Pemex trabajaban cerca
de 24 mil personas, mientras que, con Calderón, la cifra estaba en 48
mil personas; es decir, se duplicó la burocracia. Gente en el
escritorio, no en actividades productivas”.
Los despilfarros de tres sexenios con altos ingresos públicos dejaron
las finanzas públicas federales en peores condiciones que al inicio del
milenio.
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