Iván Restrepo
Es unánime la opinión de los
estudiosos de los temas ambientales, así como de la población que
padece los efectos de la contaminación y la pérdida de recursos
naturales: el sexenio que recién concluyó es el más gris de nuestra
historia en dichos rubros y el más tolerante con quienes depredan el
patrimonio natural de México. Por principio, entregó los asuntos
ambientales a un fiel aliado electoral del PRI, ese negocio familiar mal
llamado Partido Verde Ecologista de México, que hoy vive su peor
momento.
Los frutos de esa decisión están a la vista: protestas de las
comunidades por la acción de las compañías mineras que contaminan los
recursos hídricos y el aire; por la privatización del agua en beneficio
de negocios particulares; la promesa de mejorar la calidad del aire en
las 50 principales ciudades del país, no se cumplió. Se calcula que por
ese motivo mueren cada año más de 31 mil personas. Deben ser más, pues
las estadísticas epidemiológicas oficiales no son óptimas. A ello se
agregan los enfermos y el ausentismo escolar y laboral por la
contaminación atmosférica. Se desconoce su número. Otra falla de dichas
estadísticas.
También nos dejó menos biodiversidad al perderse extensiones
considerables de bosques y selvas. En lo que va del siglo suman más de
3.5 millones de hectáreas. En el sexenio peñista, más de un millón. En
tanto, fueron muy cuestionados los programas de reforestación y se
estima que la mitad de los suelos se hallan degradados por mal uso o
erosión por la falta de cubierta vegetal. Agreguemos la ocupación
anárquica de la franja litoral por grandes consorcios turísticos
nacionales y extranjeros y por la obra pública mal planeada. Esto
constituye una grave falla, pues el aumento del nivel del mar por el
calentamiento global ya afecta ciertas partes de la zona costera.
Los funcionarios presumieron avances notables en el manejo de las
aguas residuales de las poblaciones, la industria y la agricultura. No
es así. Hay severos problemas en las 300 principales cuencas
hidrográficas, convertidas en basurero final de todo tipo de desechos.
Igual sucede con buena parte de las lagunas costeras e interiores del
país.
Prometieron solucionar el tema de la basura, en especial la que se
arroja en sitios inadecuados. Tampoco fue verdad: contamina mantos
freáticos y atmósfera. Además, apenas se recicla 5 por ciento de los
desechos generados por los asentamientos humanos, el comercio y la
industria. También nos dijeron que los hogares y las escuelas
disfrutarían de agua potable, para ayudar a contrarrestar los efectos
nocivos que ocasionan a la salud los refrescos de las grandes
trasnacionales. Pero en ninguna ciudad el agua que se surte a los
hogares, comercios y servicios diversos reúne los estándares de calidad
que fijan las normas internacionales. Y por lo menos una cuarta parte
de los hogares no recibe permanentemente el preciado líquido. A ello se
suma la que se proporciona a los centros educativos que disponen de
dicho servicio. No es potable y todavía miles carecen de ella
especialmente en el agro, pese a la promesa de que la tendrían.
Aunque los responsables de cuidar la salud en México saben los
numerosos y negativos efectos que ocasionan los plaguicidas en las
personas y el medio, se siguen aplicando en diversas regiones del país
con el visto bueno de quienes debían prohibirlos o regular estrictamente
su uso. Lo anterior muestra otro problema que hereda el equipo
gubernamental que recién inició labores: la descoordinación entre las
dependencias vinculadas con el ambiente. Una, por ejemplo, debe cuidar
la salud pública, otra, el medio ambiente, pero una tercera alienta el
uso de sustancias químicas muy nocivas en el agro so pretexto de
combatir las plagas o aumentar la producción agrícola.
En fin, una pesada herencia para los nuevos funcionarios, que han
prometido combatir la impunidad y la corrupción. En el campo del
ambiente tienen mucha tela de dónde cortar. Esperemos que existan los
recursos, la voluntad política, el respaldo legislativo y el personal
adecuado y suficiente para enderezar el barco.
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