Sin mencionar esa expresión que el presidente Andrés Manuel López
Obrador ha utilizado para decir que él no quiere ir contra los corruptos
anteriores a su gobierno, Encinas aseguró el miércoles ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que el gobierno que comienza
va a ir contra agentes del Estado y los particulares responsables de
graves violaciones a los derechos humanos, como las desapariciones
forzadas.
Llama la atención que, para el caso de la corrupción, de la que de
antemano exonera a las Fuerzas Armadas, el presidente haya retomado la
idea del “punto final”, como se conocieron en Argentina a las leyes que
durante 20 años impidieron investigar las violaciones a los derechos
humanos cometidas por la dictadura militar en ese país.
En el caso de México, Encinas dijo que cuando haya representantes del
Estado involucrados irán contra ellos “independientemente de las
instituciones a las que pertenezcan”. Es decir, que elementos de las
Fuerzas Armadas estarían en la mira del nuevo gobierno.
Encinas lo dijo en una audiencia que tuvo lugar en la sede de la
CIDH, en Washington, por la desaparición forzada de 51 personas que se
le atribuyen a efectivos de la Marina tan solo en Tamaulipas durante el
gobierno pasado.
Fue la primera vez que el Estado mexicano reconoció en un foro
internacional su responsabilidad. Encinas incluso anunció que el
gobierno mexicano está dispuesto a la llegada de un equipo internacional
experto en búsqueda de personas. La integración, funciones y alcances
de ese equipo se empezarán a definir en enero próximo junto con la CIDH.
De ser así, el presidente tendrá que ordenar a los secretarios de la
Defensa Nacional, el general Luis C. Sandoval; y al de Marina, almirante
Rafael Ojeda, la entrega de quienes están señalados como responsables
de graves violaciones a los derechos humanos. Al menos, los que aparecen
en las recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
(CNDH).
No sería la primera vez que ocurriera. Los Altos Mandos del Ejército y
la Marina ya han entregado a algunos de sus elementos por casos de
abusos cometidos durante los 12 años de la guerra al narcotráfico.
Actualmente están en las distintas prisiones militares del país.
Además, está el caso emblemático del campesino de Guerrero Rosendo
Radilla detenido y desparecido por el Ejército en 1974 y por el que la
Corte Interamericana condenó al Estado mexicano en 2009. En ese caso,
sin embargo, los responsables materiales e intelectuales quedaron
impunes porque la condena vino 35 años después de los hechos.
El gran riesgo para la credibilidad del gobierno de López Obrador es
que repita el esquema de sancionar a los efectivos del Ejército y la
Marina como autores materiales de tales hechos y soslaye la cadena de
mando y de responsabilidades detrás de esas acciones.
Si es así, nada habrá cambiado. Mucho menos, en un escenario en el
que el presidente ha decidido abrazarse al Ejército y la Marina en su
estrategia de seguridad, aunque ahora en la modalidad de una Guardia
Nacional que quiere instaurar desde la Constitución.
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