Crudamente puntual resulta el diagnóstico de López Obrador sobre el neoliberalismo mexicano:
La crisis nacional se originó no sólo por el fracaso del modelo económico aplicado en los pasados 36 años, sino por el predominio en este periodo de la más inmunda corrupción pública y privada; nada ha dañado más a nuestro país que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo; esa es la causa principal de la desigualdad económica y social, y también de la inseguridad y de la violencia que padecemos.
Así es: un modelo devastador para la mayoría de los mexicanos, pero
inmensamente lucrativo para la clase político-empresarial que gobernó
este país a lo largo de seis sexenios, durante los cuales la corrupción y
la impunidad fueron el aceite y la gasolina para que la depredadora
minoría rapaz se enriqueciera a más no poder, a costillas de los bienes
de la nación y el despojo de los mexicanos.
Treinta y seis larguísimos años, durante los cuales las políticas
públicas fueron diseñadas y puestas en marcha para el único beneficio de
un grupúsculo de empresarios y políticos. Trajes a la media sin
importar las nefastas consecuencias de un modelo que, como dijo Andrés
Manuel,
ni siquiera en términos cuantitativos ha dado buenos resultados.
Pero la ostentosa carencia de buenos resultados es para el país y sus
habitantes, porque el modelo fue extremadamente generoso, eficaz y
lucrativo para quienes gozaron de las mieles del poder corrupto e
impune. No hay un rincón de la economía que no esté bajo el control y
usufructo de esa minoría rapaz, de ahí que será una labor titánica
deshacer la enorme telaraña de intereses y complicidad, y desarmar el
entramado legal que le da sustento.
En su discurso de toma de protesta, López Obrador subrayó que
en cuanto a la política económica aplicada durante el periodo neoliberal, de 1983 a la fecha, ha sido la más ineficiente en la historia moderna de México. En este tiempo la economía ha crecido en 2 por ciento anual, y tanto por ello como por la tremenda concentración del ingreso en pocas manos se ha empobrecido a la mayoría de la población, hasta llevarla a buscarse la vida en la informalidad, a emigrar masivamente del territorio nacional o a tomar el camino de las conductas antisociales. En síntesis,
la política económica neoliberal ha sido un desastre, una calamidad para la vida pública del país.
Seis sexenios neoliberales al hilo a duras penas promediaron un crecimiento anual de 2 por ciento, tres veces menos que el registrado en igual número de sexenios del México premoderno.
Otro comparativo es que de 1933 (con Abelardo Rodríguez en la
Presidencia) al tercer trimestre de 1982 (con López Portillo en Los
Pinos) la economía mexicana creció permanentemente, y en ese periodo el
tamaño y el valor de la economía nacional se multiplicó por tres.
En cambio, de 1983 a 2018 el crecimiento nominal acumulado a duras
penas fue de 72 por ciento, mientras los resultados fueron de peor a
mucho peor. Con Salinas, ese indicador fue de 3.9 por ciento; Zedillo,
3.5; Fox, 2.3; Calderón, 1.8, y Peña Nieto, si bien va, 2.2.
En cambio, en el amasiato político-empresarial que domina al país las
fortunas de los barones se incrementaron de forma exponencial, al
tiempo que acelerada y permanente se fortaleció la concentración del
ingreso y la riqueza. Sólo como ejemplo, la fortuna de Carlos Slim
creció más de 4 mil por ciento y las de Larrea y Bailleres más de mil
puntos porcentuales (todas ellas de la mano de los bienes nacionales),
en una economía que no dio más de 2 por ciento anual (con un reparto por
demás desigual) a los mexicanos de a pie, quienes en el neoliberalismo perdieron
cerca de 80 por ciento del poder adquisitivo y alrededor de 10 puntos
porcentuales de la población se vio en la imperiosa necesidad de emigrar
por razones económicas.
Las rebanadas del pastel
Entonces,
el distintivo del neoliberalismo es la corrupción(AMLO dixit).
Twitter: @cafevega
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