Si Fox visitó la
basílica para rezar a la virgen de Guadalupe previo a su toma de
protesta en el Congreso, AMLO decidió acudir a la zona arqueológica de
Palenque (lugar por demás emblemático en el que iniciará la construcción
del Tren Maya, mismo que ha despertado polémica entre las comunidades,
“beneficiadas”), lo hizo para cargarse de energía acompañado por su
esposa y el cantautor cubano Silvio Rodríguez que recitó al poeta
Nicolás Guillén.
Evo Morales ha sido el único presidente que de
manera previa a su juramento oficial acudió a una zona arqueológica
para tomar protesta en una ceremonia ritual indígena. AMLO lo hizo el
mismo día en el zócalo, posterior a su investidura como presidente
frente a la XLIV Legislatura.
El encargado de la ceremonia
fue Adolfo Regino ex asesor del EZLN durante los Acuerdos de San Andrés,
mismos que fueron omitidos en los discursos del recién presidente
electo. Lo más significativo fue que el representante de, lo que algún
medio de izquierda denominó, la Nación Indígena, se puso de rodillas
frente al presidente y su esposa para hacer entrega de un crucifijo,
(gesto que fue correspondido por AMLO). Queda claro porque no fueron ni
mencionados y mucho menos invitados el Concejo Indígena de Gobierno o el
Congreso Nacional Indígena.
Aunque México es un estado laico,
un crucifijo en un país eminentemente católico no debería estar ausente
en una ceremonia de toma de protesta, sobre todo si deja buenos
dividendos. En el 2000 el presidente electo lo tenía claro, su hija
Paulina interrumpió su discurso de toma de protesta en el Auditorio
Nacional para regalarle uno. El de López Obrador le fue entregado en la
ceremonia de entrega del bastón de mando por un cuestionable
“representante” del Gobierno Nacional Indígena.
Entre los
símbolos de la IV Transformación, Francisco I. Madero ocupa un lugar
central, también lo fue para Fox, su elección no es casual. El apóstol
de la democracia representa el intento de una transición pacífica que
intenta poner fin a la violencia revolucionaria a través de un cauce
institucional. Sin embargo, pretendió lograrlo con la misma estructura
institucional, misma a la que él mismo había llamado años antes a
derrocar. No debería desdeñarse el intento del actual presidente de
lograr una transformación pacífica en el país más violento del mundo.
Eso podría explicar algunas de sus contradicciones. Pero no las
justifica.
El actual presidente también sabe que Juárez
reprimió rebeliones indígenas y que luego de las leyes agrarias de
desamortización (1856), fueron las tierras comunales de los pueblos
indígenas las más afectadas como efecto de las Leyes de Reforma. También
desde entonces viene el proyecto del corredor Transístmico que incluso
quedó plasmado en el Tratado McLane-Ocampo, que no fue ratificado por el
senado de EUA debido a la guerra de secesión. Lázaro Cárdenas es sin
duda el mejor presidente que México ha tenido, sin embargo, el
corporativismo sindical que hasta la fecha padecemos vía la CROC, la
CROM, la CNC o el SNTE fue también construido durante su mandato.
Andrés Manuel López Obrador puede ser un hombre bien intencionado
como los personajes en los que inspira su IV Transformación. En el 18
Brumario de Luis Bonaparte, Marx inspirado en la frase de Hegel
completó: La historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la
segunda como farsa. Los símbolos son sólo eso y nada más. Abandonemos
el fatalismo y asumamos la acción que nos corresponde desde nuestra
trinchera.
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