La Jornada
La nueva jefa de Gobierno de
Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, recibe una metrópoli agobiada por
una multiplicidad de problemas de índole local y nacional: la
inseguridad, la corrupción, el deterioro ambiental, la crisis de
movilidad, la desatada especulación inmobiliaria, el abasto de agua y
las insuficiencias del drenaje y de otros servicios, entre los más
importantes. Se trata de una problemática interconectada y muchas de
cuyas soluciones se encuentran, parcial o totalmente, fuera del ámbito
de la autoridad capitalina.
Algunos de estos fenómenos vienen de décadas atrás, en tanto que
otros se acentuaron o se generaron en la administración de Miguel Ángel
Mancera. Es el caso de la violencia delictiva y la descomposición
imperante en la estructura del gobierno. El primero es actualmente el
más acuciante, en tanto que el segundo ha tenido como consecuencia un
perceptible rebajamiento en la calidad de vida de los capitalinos.
Aunque la lucha contra la corrupción y la recuperación de la
seguridad pública no parecen ser tareas fáciles para ninguna autoridad, y
menos en el grado de degradación al que han sido conducidos el país y
su capital por los gobernantes anteriores, en estos terrenos, la nueva
jefa de Gobierno tiene como circunstancia favorable la sintonía con el
Ejecutivo federal, para el cual resulta igualmente prioritario limpiar
las oficinas públicas de funcionarios corruptos y reconstruir la
seguridad en todo el país.
Por lo que hace al control de la especulación urbana y a la
proliferación de desarrollos habitacionales y comerciales fuera de toda
norma y de todo sentido común, es evidente que la nueva jefa de Gobierno
deberá hacer frente a los poderosos intereses financieros que se
encuentran detrás de tales negocios y a los que la sociedad ha
caracterizado, no sin razón, como
la mafia inmobiliaria.
En estos y en otros terrenos, Sheinbaum se ha propuesto recurrir a la
innovación como parte de los principios orientadores de su gestión y al
uso intensivo de tecnologías. Por ejemplo, por lo que hace al abasto
hídrico, su plan de gobierno establece la captación y aprovechamiento de
aguas pluviales para diversificar las fuentes de agua de la ciudad, y
uno de los proyectos más ambiciosos en materia de movilidad es la
construcción de un teleférico (cablebús) que permita ampliar la
capacidad del transporte público sin incrementar con ello la cantidad de
unidades que compiten por el espacio en las superficies de rodamiento.
En términos generales, el plan de gobierno recoge la promoción y
protección de los derechos de nueva generación, como los de género, de
pueblos originarios y ambientales, y se plantea un giro en la acción de
la autoridad de las políticas coercitivas a estrategias más eficaces. Es
el caso de las fotomultas, las cuales se han venido aplicando con
múltiples arbitrariedades e irregularidades, además de que han dado
margen a un negocio particular tan jugoso como injustificable.
En este mismo espíritu debe saludarse la decisión inaugural de
Sheinbaum de disolver el cuerpo de granaderos, una rama de la policía
capitalina con un deplorable historial de represión a movimientos
sociales. Con esa acción, se logra una demanda social que data de hace
medio siglo, toda vez que fue uno de los puntos del pliego petitorio del
movimiento estudiantil de 1968.
Para finalizar, con la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como
jefa de Gobierno, la izquierda ha vuelto al poder en la capital de la
República, esta vez acompañada desde la Presidencia por Andrés Manuel
López Obrador. Pero debe considerarse que las circunstancias actuales de
Ciudad de México son mucho más difíciles y complicadas que en 1997,
cuando Cuauhtémoc Cárdenas ganó la primera elección a ese cargo. Cabe
esperar, por el bien de los capitalinos, que la nueva administración sea
capaz de cumplir con todos los puntos de su programa.
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