Raúl Zibechi
Semanas atrás el escritor y profesor de cultura virtual Douglas Rushkoff publicó un artículo titulado
La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco(goo.gl/qo3erX). Me parece necesario reflexionarlo, ya que relata el encuentro entre uno de los principales teóricos del cyberpunk y un pequeño grupo de empresarios multimillonarios, en el cual revelan en qué están pensando y cómo piensan salir adelante ante el mundo que se nos viene.
Frente a cinco varones superricos, “de las altas esferas del mundo de los hedge funds”,
Rushkoff pudo descubrir pronósticos y propuestas de estas personas a
las que habitualmente no tenemos acceso. Lo acribillaron a preguntas.
¿Qué región se vería menos afectada por la crisis provocada por el cambio climático, Nueva Zelanda o Alaska? ¿Realmente Google está construyéndole a Ray Kurzweil un hogar para albergar su mente? ¿Logrará su conciencia sobrevivir a la transición, o por el contrario perecerá y renacerá una completamente nueva?
El director general de una agencia de bolsa, que está construyendo un
búnker, le lanzó una pregunta tan inteligente como angustiada:
¿Cómo conseguiré imponer mi autoridad sobre mi guardia de seguridad después del acontecimiento?
El escritor explica: “El acontecimiento. Este era el eufemismo que
empleaban para el colapso medioambiental, la agitación social, la
explosión nuclear, la propagación imparable de un virus o el momento en
que el hacker de Mr. Robot acabe con todo”.
Rushkoff explica que los superricos son conscientes de que necesitarán guardias armadas para
proteger sus instalaciones de las masas encolerizadas. Pero no tienen claro cómo les van a pagar
cuando el dinero ya no valiera nada. Ni cómo van a proteger sus abastecimiento de alimentos. En suma, están buscando protegerse ante el
cambio climático, el aumento de los niveles del mar, los grandes flujos migratorios, las pandemias globales, el pánico nacionalista o el agotamiento de los recursos.
Hasta ahí los puntos centrales del artículo, que cada quien puede
analizar y, en todo caso, llegar a conclusiones distintas. Es cierto que
se puede concluir que estos muy ricos padecen ciertas dosis de paranoia
y de alucinaciones sobre el futuro. Sin embargo, si han llegado a ese
lugar es porque algo saben del mundo que nosotros no debemos ignorar.
Creo que hay dos temas de fondo.
El primero es que piensan en el largo plazo, hacen proyecciones sobre
el futuro, analizan riesgos y buscan soluciones. Como decía Fernand
Braudel, la clase dominante tiene informaciones privilegiadas que le
permiten tomar decisiones que la benefician.
La segunda es que toda su reflexión gira en torno al
acontecimiento; el caos sistémico inminente en que el estamos ingresando, para que ese momento no los tome desprevenidos, para tener
plan B, alternativas reales y no quedar atrapados sin salida.
Ciertamente, las salidas que buscan son tremendas, como preparar un
futuro post-humano, o la colonización de Marte, subir sus mentes a
supercomputadoras o un futuro digital para superar la condición humana,
sin depender de sentimientos como la compasión y la interdependencia,
para asegurarse la supervivencia. No tienen el menor apego a la ética de
la vida.
Creo que los movimientos antisistémicos podemos aprender algo de
estos maquiavélicos multimillonarios. Veo tres aspectos centrales.
El primero es la necesidad de comprender que el
acontecimiento, la
tormentacomo señalan los zapatistas, está en el horizonte. El fin de cada sistema-mundo ha sido así. La caída de Roma, el declive del feudalismo y el ascenso del capitalismo cuando la peste negra mató a dos tercios de la población europea; las dos guerras mundiales del pasado siglo que enterraron la hegemonía británica.
Lo segundo, es que planifican salidas ante una situación
apocalíptica. Elon Musk dice que es poco probable que no haya una nueva
guerra mundial y nuclear. El magnate tiene un solución:
Una base lunar y otra en Marte tal vez podrían ayudar a regenerar la vida aquí en la Tierra(goo.gl/NpoFVz). Dirán que son delirios, pero no debemos ignorar lo que piensa la clase dominante.
No quiero entrar en el debate sobre las propuestas concretas de los
ricos, sino reflexionar sobre la necesidad de construir salidas entre
los abajos. Ellos no confían ni en el Estado, ni en los monopolios que
controlan, ni siquiera en sus guardas privados. Buscan la autonomía,
individualista claro, porque piensan sólo en ellos.
Lo tercero es que las soluciones colectivas que involucren a pueblos
enteros son mucho más complejas que las salidas individualistas para un
pequeño núcleo. Esa es nuestra responsabilidad y es tremenda.
Por lo que veo a mi alrededor, las y los de abajo estamos
entretenidosmirando la televisión, jugando con los celulares, votando cada varios años y aplaudiendo al salvador de turno. Sólo algunos pueblos originarios, algunos grupos de mujeres y de jóvenes, están trabajando para un futuro de autonomía y dignidad.
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