Por Diego Cevallos
Eufrosina Cruz
Crédito: Asociación Quiego
Eufrosina Cruz
Crédito: Asociación Quiego
MÉXICO, 31 mar (IPS) - Hace dos años, Eufrosina Cruz no pudo postularse para alcaldesa en atención a los usos y costumbres de su comunidad, asentada en el sur de México. Pero esta indígena no se amilanó e impugnó la tradición, una decisión que le trajo amenazas, pero también sueños y conquistas que ella jamás imaginó.
A sus 29 años, la zapoteca Cruz presentó este martes en la capital mexicana una asociación civil que apunta a mostrar la persistencia de los que llama "abusos y costumbres" en muchas comunidades, sobre todo en el estado de Oaxaca, donde habitan 1,6 millones de indígenas, que equivale a 13,3 por ciento del total de esa población en el país. "Si en noviembre de 2010 las mujeres votan al fin en mi pueblo y una de ellas es elegida alcaldesa, yo estaré más que feliz, será el mejor logro de esta asociación con la que prometo volverme más loca, porque eso dicen en mi pueblo que soy yo", dijo Cruz en entrevista con IPS. La asociación civil fundada por esta mujer se llama Quiego, que significa Queremos Unir Integrando por Equidad y Género en Oaxaca, acrónimo inspirado en Santa María Quiegaloni, nombre de su municipio de 800 habitantes, la mayoría zapotecos. Se trata de una región enclavada en las sierras del estado sureño, uno de los más pobres de México.
Quiego "busca organizar talleres y grupos con las mujeres, primero de mi pueblo, y luego de Oaxaca y de todos los lugares que podamos para que sepan de sus derechos políticos, de que algunas tradiciones no valen y que no estamos solas, que hay que despertar", señaló. En noviembre de 2007, esta indígena se postuló para presidir el ayuntamiento de Quiegaloni, donde los usos y costumbres reconocidos y avalados por leyes locales y federales permiten elegir a ese tipo de autoridades en asamblea, pero siempre bajo la premisa de que se respeten los derechos constitucionales que garantizan la igualdad de hombres y mujeres. Cruz era la primera mujer en pretender llegar a la jefatura de su municipio. Aunque algunos hombres la apoyaron, los jefes de la asamblea declararon que ella no podía participar por ser mujer, porque, según dijeron, así lo indicaba la tradición. "Por vieja (mujer) no puedes", le explicó uno de los más viejos del pueblo. Los funcionarios de 418 de los 570 municipios que hay en Oaxaca se rigen por usos y costumbres y en unos 80 las mujeres permanecen marginadas de la posibilidad de votar y ser votadas. Tal negación de derechos no había sido reclamada con vehemencia, hasta que Cruz denunció el caso ante las autoridades estatales y nacionales.
"Siempre dije que eso no podía quedarse así, que era injusto, pero no imaginé que vendría lo demás", declaró. Lo demás incluyó amenazas anónimas de muerte que derivaron en una orden oficial para ser protegida por policías, así como la aprobación de una reforma de la Constitución de Oaxaca que ella solicitaba y que estipuló con claridad que ninguna tradición es válida si niega los derechos políticos de las mujeres indígenas. Pero lo que también vino fueron múltiples invitaciones para participar en foros, reuniones con legisladores y autoridades y la decisión del gobierno mexicano del conservador Felipe Calderón de entregarle el premio nacional de la juventud, consistente en unos 100.000 dólares, por su trabajo a favor de las mujeres. "Renuncié el año pasado a mi trabajo (como coordinadora de programas académicos en escuelas de educación técnica media de Oaxaca) para dedicarme por completo a esto de defender a nuestras mujeres, a eso de juntarnos con ellas para platicar y buscar salir de a poquito de esta fea pobreza y negación de derechos", expresó.
Unos 12 millones de los 104 millones de mexicanos son indígenas, de los cuales más de 90 por ciento están en la categoría de "extremadamente pobres", cerca de 50 por ciento son analfabetos y 80 por ciento de los niños menores de cinco años presentan elevados índices de desnutrición, según el informe de desarrollo humano sobre aborígenes mexicanos publicado en 2006 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Un estudio con énfasis en materia de género de la estatal Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, también de 2006, apunta que "entre los más pobres de los pobres, entre los más marginados de los marginados, están las mujeres indígenas". "Ellas, en muchas ocasiones, son discriminadas por ser indígenas, por ser mujeres y por ser pobres. Con frecuencia los sistemas sociales de sus propias comunidades también las excluyen", reza el documento titulado "Indicadores con perspectiva de género para los pueblos indígenas". Entre los indígenas mexicanos hay 636.720 mujeres que sólo hablan lenguas nativas, frente a 371.083 hombres en tal situación.
En la población nativa, 27 por ciento de la que está entre los 15 años y más no sabe leer ni escribir, mientras que el promedio nacional para ese grupo es de 9,5 por ciento. El analfabetismo es de 34,5 por ciento en mujeres indígenas frente a 19,6 por ciento en hombres. En Oaxaca, de donde es Cruz, 39 por ciento de las mujeres nativas mayores de 15 años son analfabetas frente a 22,3 por ciento de los hombres. "En mi pueblo, muchas mujeres todavía creen que así debe ser, que los derechos son sólo para los hombres, que sólo ellos merecen estudiar, pero yo le digo que hay que abrir los ojos y cambiar aunque nos amenacen feo como a mí", manifestó Cruz. Esta indígena dejó Santa María Quiegolani a los 11 años pues no quería casarse a los 13 ni terminar llena de hijos en medio de la pobreza, según relató. Deseaba estudiar y lo logró tras varios años de servir como empleada doméstica y de vender comida en las calles de Salina Cruz, ciudad oaxaqueña de unos 800.000 habitantes. Hasta el año pasado, Cruz repartía su tiempo entre trabajar como asesora escolar y el activismo.
"Renuncié porque no quería poner en riesgo a mis jefes que me apoyaban, pero hay gente que quiere matarme, así que mejor lo dejé", relató. La asociación civil Quiego presentada este martes tiene por ahora una pequeña oficina en la ciudad de Oaxaca, capital del estado del mismo nombre, y otra en Santa María Quiegaloni. Con el dinero del premio Nacional de la Juventud, Cruz logró algo de equipamiento para esos lugares, pero, según indicó, "aún nos falta casi todo". "Mucha gente nos ha ayudado, periodistas, políticos y grupos de mujeres. Gracias a todos ellos nace esta asociación, pero seguimos pidiendo más apoyo para cumplir el sueño completo", expresó Cruz. (FIN/2009)
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