3/31/2009

Plataforma y candidatos


Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre

Bajo el nombre de Plataforma constitucional de los candidatos de izquierda para las elecciones de 2009, empezó a circular una propuesta que articula en un todo los cambios legislativos y políticos que a juicio de intelectuales y dirigentes comprometidos o no con un partido político, es “necesario postular nuevamente al menos algunos de los principios que deben regir, en su caso, su tarea legislativa”.

Cinco son los ejes de la más que sugerente propuesta, por lo menos para este escribidor que, como en 1970, me disponía a reeditar --guardando condiciones de tiempo y de espacio--, la abstención activa que junto a millares de mexicanos estimulamos frente a la candidatura presidencial de Luis Echeverría Álvarez, el genocida exonerado judicialmente. A saber: democracia y conformación de los poderes, federalismo y municipio, igualdad y desarrollo social, la justicia, derechos humanos y diversidad cultural, defensa de la soberanía alimentaria y de los trabajadores del campo.

Significativa es la propuesta programática en tiempos en que las izquierdas, si bien se asumen como tales, lo hacen con frecuencia omitiendo o francamente abandonando postulados que tradicionalmente caracterizan a sus ideologías.

La Plataforma constitucional que busca comprometer a los candidatos de las izquierdas que pujan por ocupar un escaño en la Cámara de Diputados, despachar en presidencias municipales –delegaciones políticas en el caso del Distrito Federal-- y los congresos locales de 14 estados, incluidas seis gubernaturas, en juego el 5 de julio de 2009, contiene 36 propuestas que implican cambios de orden constitucional y/ o reglamentarios, en la arquitectura jurídica e institucional de la República. Un viraje en el rumbo por el que se conduce a la nación desde 1982, en que Miguel de la Madrid Hurtado ocupó la Presidencia.

Cada propuesta está precedida de una sucinta explicación sobre su naturaleza y alcance, a lo largo de 13 mil caracteres con espacios en blanco incluidos, que rebasan con mucho el espacio de que dispone Utopía.

En todo caso, asumen explícitamente que se trata de propuestas para conformar un nuevo pacto político fundamental a partir del cual un nuevo horizonte histórico pueda abrirse para nuestro país. Y las 36 propuestas son concebidas como “las líneas básicas, constitucionales, de un nuevo proyecto de nación que habrán de ser impulsadas por los legisladores de la izquierda”.

Los firmantes --entre los que destacan Arnaldo Córdova, Jaime Cárdenas Gracia y Héctor Díaz-Polanco-- atribuyen “a los artículos 39 y 26 de la Constitución Política vigente un papel rector del conjunto de transformaciones a que convocamos hoy a los ciudadanos. El carácter fundacional de la soberanía popular y la relación entre el poder público y el pueblo que aquellos fincan, subyacen al conjunto de proposiciones que presentamos…”

Suscrito también por Carlos Payán Velver y Gerardo Unzueta Lorenzana, el documento parte del supuesto de que “La izquierda mexicana vive una coyuntura excepcional que le exige grandes esfuerzos y soluciones responsables para enfrentar la crisis que afecta a México y, desde luego a las fuerzas del progreso y desarrollo del país”.
Finalmente, una advertencia tan grave como subrayable: “El grupo en el poder ha planeado para México un proyecto que excluye a las fuerzas democráticas representativas de la mayoría del pueblo pobre del país y establece la hegemonía de viejos dinosaurios y de arrepentidos críticos de la septuagenaria dictadura, poniendo en grave peligro las instituciones forjadas en luchas históricas del pueblo mexicano”.

Acuse de recibo

El colega Marcos Antonio Heredia Pérez reflexiona y pregunta: ”En Estados Unidos el bipartidismo no depara sorpresas. Dice Noam Chomsky que no hay que poner muchas esperanzas en Obama. A veces, casi siempre mejor dicho, quisiera que algunos vaticinios no se cumplieran pues debemos tener siempre un prudente optimismo (…) pero hay que pugnar por lo imposible como se escribió en los muros de París y del mundo en aquel luminoso 1968 cuando la juventud se puso en marcha, y dejó de creer en lo imposible. En México, a 41 años de aquellos sucesos que conmovieron al mundo, vemos que el poder sigue siendo el mismo: veo un monocromático bipartidismo con algunas pinceladas perredistas que no logran modificar los colores básicos de los últimos 80 años, incluido, claro, el que se añadió en 1939 (...) En los países europeos desarrollados del norte no es mucha la diferencia entre los socialistas y los democristianos, e incluso se alternan el poder, en la Suecia de Olof Palme, por ejemplo. La diferencia es la cultura política. Inteligente como fue, el anterior Papa, al que se atribuye algo de la debacle socialista, cuando menos en su país, donde después regresaron los que se fueron, condenó también al capitalismo al decir que tampoco era la solución. ¿Cuál es la solución pues? ¿El hedonismo individualista de ‘ande yo caliente y ríase la gente’? ¿El socialismo extinto de la Europa del Este?”

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