Primero, yo creo que la del vicepresidente Biden excluye cualquier caracterización de la reunión como algo "progresista", y mucho menos "de centro izquierda".
Fernando Velázquez Prensa Web YVKE
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02 de abril 2009. - El periodista Fernando Velázquez, director del informativo Pacífica, entrevistó en exclusiva a James Petras, profesor emérito de la Universidad de Nueva York y autor de más de 50 libros sobre América Latina y la política imperialista de Estados Unidos, sobre el significado y las conclusiones de la reunión que la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, convocó el pasado 28 de marzo en Viña del Mar, a la que asistieron el vicepresidente estadounidense, Joseph Biden, el primer ministro británico, Gordon Brown, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula, la presidenta argentina, Cristina Fernández, el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, y la presidenta chilena, Michelle Bachelet.
Fernando Velázquez Prensa Web YVKE
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02 de abril 2009. - El periodista Fernando Velázquez, director del informativo Pacífica, entrevistó en exclusiva a James Petras, profesor emérito de la Universidad de Nueva York y autor de más de 50 libros sobre América Latina y la política imperialista de Estados Unidos, sobre el significado y las conclusiones de la reunión que la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, convocó el pasado 28 de marzo en Viña del Mar, a la que asistieron el vicepresidente estadounidense, Joseph Biden, el primer ministro británico, Gordon Brown, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula, la presidenta argentina, Cristina Fernández, el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, y la presidenta chilena, Michelle Bachelet.
La reunión, convocada una semana antes de la cumbre del G-20, se vendió en los medios de comunicación como la "cumbre progresista", pese a que los gobiernos latinoamericanos con posiciones más progresistas no estuvieron invitados, siendo clamorosas las ausencias de Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Paraguay o Nicaragua. Éstas son las impresiones de James Petras sobre dicha cumbre: "Primero, yo creo que la inclusión del vicepresidente Biden excluye cualquier caracterización de la reunión como algo "progresista", y mucho menos "de centro izquierda".
Segundo, decidieron no tomar ninguna decisión. Simplemente repiten que la crisis está afectando y perjudicando a los países de América Latina, y los países ricos, los países desarrollados, como ellos dicen, deben estimular las economías, evitar el proteccionismo, y otras generalidades de esta índole. Lo que me parece significativo, aparte del hecho de que no tomaran ninguna medida concreta frente a la crisis, es la posición minoritaria o menor que juegan los Estados Unidos. El Sr. Biden no podría imponer la agenda norteamericana en ningún sentido.
Por ejemplo, sobre Cuba, sobre el neoliberalismo, etcétera. Ahí hay una característica anacrónica, parecía el muchacho perdido allá. No es que los gobiernos que lo invitaron sean exactamente de izquierda, pero sobre el neoliberalismo, nadie cree en eso más, incluso los que siguen practicándolo critican el libre mercado, critican los efectos sociales. Incluso Lula responsabilizó a los Estados Unidos por la crisis y Biden en ningún sentido pudo defenderse. Con respecto a Cuba, Washington queda ahora absolutamente aislado, sigue repitiendo las posiciones fracasadas del pasado, y ni El Salvador ni los países centroamericanos que hasta hace poco apoyaban a Washington sobre el embargo a Cuba. Ahora queda Biden solo, chupándose el dedo, hablando de cosas que ya no son la retórica que se utiliza en un mundo con depresión económica y quiebra financiera. El tercer punto importante es que los países reunidos tampoco plantean la necesidad de invertir en sectores productivos a partir del Estado.
Ellos siguen buscando estimular las exportaciones, siguen dependiendo de las grandes empresas exportadoras. No hablan nada de profundizar el mercado interno, las demandas internas, la reforma agraria, aumento de ingresos para que la demanda popular pueda incrementar la producción. Siguen en el viejo esquema fracasado, buscando que los mercados externos encuentren una salida. Cuando criticaron el proteccionismo no nombraron a los Estados Unidos. Por ejemplo, los Estados Unidos, con el slogan "buy American", que es una cosa tonta, porque todos somos americanos, Norte y Sur, es una medida proteccionista, de que se debe comprar sólo mercancía hecha en Estados Unidos y no en América Latina. No criticaron por ejemplo el hecho de que los bancos están condicionados ahora con el apoyo gubernamental a sólo prestar dinero en Estados Unidos. Y en cuarto lugar, que Estados Unidos ha creado nuevos muros sobre el comercio con América Latina. En otras palabras, todos están a favor del proteccionismo como principio general.
Pero en la práctica, la principal barrera a la libre circulación de crédito, de finanzas, el principal proteccionista financiero es los Estados Unidos, y los gobiernos latinoamericanos se quedan mudos sobre este punto porque siguen tratando de ser el mejor amigo. La única voz disidente, algo populista, era Lula, que decía que los Estados Unidos debe dejar de imponer sus políticas sobre América Latina. Pero el único proyecto nuevo es refinanciar el Banco Interamericano de Desarrollo, donde los Estados Unidos es el primer accionista, con 30 por ciento de las cuotas (equivalente a lo que aporta toda América Latina) y esta propuesta de financiar el BID va a quedar bajo la tutela de Washington. No hay una ruptura con el pasado, pero sí es evidente con la caída de la influencia de Estados Unidos en América Latina, con la crisis económica, no domina la agenda abiertamente, sigue presente como cualquier otro país. Y finalmente, yo creo que debemos tomar en cuenta que para los Estados Unidos, América Latina tiene una prioridad muy baja. Aparte del apoyo financiero a los grupos paramilitares y militares en Colombia, más el financiamiento del ejército represivo en México, no hay ninguna iniciativa de Washington. Para ellos América Latina es la quinta prioridad. Primero es la depresión interna y los esfuerzos por reflotar a los bancos.
La segunda prioridad son las guerras en el Medio Oriente en conjunto con Israel. La tercera prioridad es coordinar con Europa en la cumbre sobre la crisis económica, donde hay grandes divergencias. La cuarta es negociar con China y Rusia. Y el quinto lugar es para todo el continente latinoamericano, que recibe muy pocos recursos y atención de Washington. En algún sentido, es mejor para América Latina. Es una oportunidad de liberarse de la carga de Washington. Pero en todo caso, no debemos esperar ninguna iniciativa positiva de Washington a partir de esta cumbre en Chile. Estados Unidos están en una posición débil. No pueden utilizar su influencia militar-policial para abrir espacios para el capital. El capital norteamericano está retirándose de América Latina porque las casas matrices están en quiebra. Y faltan programas gubernamentales que puedan utilizarse para imponer algún nuevo Tratado de Libre Comercio. Tienen que competir con Venezuela, que ha tenido bastante influencia, particularmente en el Caribe y Centroamérica.
En este sentido, a pesar de que siguen teniendo lazos, no sólo con militares, sino con los gobiernos de centro izquierda, y más con los grupos ultraderechistas que están recuperando fuerza en Bolivia, en Santa Cruz, en Guayaquil en Ecuador, en Zulia en Venezuela, y con los grandes agricultores en Argentina. Están en una posición de influir, a partir de la crisis, pero no directamente. Como decía, el golpismo norteamericano es mal visto incluso por estos gobiernos de centro izquierda, progresistas, o lo que sea, que están en contra de la política norteamericana hacia Bolivia o Venezuela, porque saben que una vez que empiece el golpismo en un lado, puede extenderse a su propia casa. Y yo quiero enfatizar una cosa: esta cumbre en ningún sentido es antiimperialista, pero tampoco Estados Unidos tiene el peso y la influencia que tenía en los años 90, durante el período de los gobernantes más neoliberales, antes de los levantamientos populares. Y han perdido influencia porque las movilizaciones de fines de los 90 y primeros años de esta década, han creado nuevos parámetros, y los nuevos gobiernos, en algún sentido, van a colaborar con los Estados Unidos, pero hasta un punto. No van a ser tan sometidos o dóciles como en el pasado".
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