Curiosamente, no son pocos los que ven la crisis actual más allá de sus distintas expresiones (energética, alimentaria, climática, económico-financiera) como una crisis de la ética. Crédito viene del latín credere que significa tener fe y confianza. Esa es una actitud ética. Nadie confía ya en los bancos, en las bolsas, en las medidas convencionales. La economía necesita créditos para funcionar, es decir, las instituciones y las personas necesitan medios en los cuales puedan confiar y que no sean víctimas de los Madorffs que pecaron contra la confianza.
Aunque la crisis exija un nuevo paradigma para ser sostenible a largo plazo, es urgente encontrar medidas inmediatas para que el sistema completo no zozobre, arrastrando todo consigo. Sería irresponsable no tomar medidas todavía dentro del sistema, aunque no sean una solución definitiva.
Aunque la crisis exija un nuevo paradigma para ser sostenible a largo plazo, es urgente encontrar medidas inmediatas para que el sistema completo no zozobre, arrastrando todo consigo. Sería irresponsable no tomar medidas todavía dentro del sistema, aunque no sean una solución definitiva.
Veo dos valores éticos fundamentales que deben estar presentes para que la situación encuentre un equilibrio aceptable. Dos filósofos alemanes pueden iluminarnos: Immanuel Kant (+1804) y Martin Buber (+1965). El primero se refiere a la buena-voluntad incondicional y el segundo a la importancia de la cooperación.
Dice Kant en su Fundamentos para una metafísica de las costumbres (1785): «No existe nada en ningún lugar del mundo ni fuera de él que pueda ser considerado bueno sin reservas sino la buena voluntad». ¿Qué quiere decir con esto? Que la buena voluntad es la única actitud solamente buena por naturaleza a la cual no cabe poner ninguna restricción. O la buena voluntad es buena o no hay buena voluntad. Es el presupuesto primero de toda ética. Si se desconfía de todo, si se pone todo en duda, si no se confía ya en nadie, no hay modo de establecer una base común que permita la convivencia entre los humanos.
Vale decir: cuando los G-7 y los G-20, la Comunidad Europea, el Mercosur, el BRIC y las articulaciones políticas, sindicales, sociales (pienso en el MST y en la Vía Campesina y otras) se encuentren para pensar salidas para la crisis, hay que presuponer en todos la buena voluntad. Si alguien va a la reunión sólo para garantizar lo suyo, sin pensar en el todo, acabará no pudiendo siquiera garantizar lo suyo, dado el entrelazamiento que existe hoy de todo con todo. Repito una vieja metáfora: esta vez no hay un arca de Noé que salve a unos cuantos, o nos salvamos todos o pereceremos todos.
Entonces, la buena-voluntad, como valor universal, debe ser reclamada a todos. De lo contrario, no hay modo de salvaguardar las condiciones ecológicas de reproducción de la vida y asegurar razones para que vivamos juntos. En realidad, vivimos en un estado de permanente guerra civil mundial. Con la buena voluntad de todos podemos alcanzar una paz posible.
No menos significativa es la contribución del filósofo judío-alemán Martin Buber. En su libro Yo y Tú (1923) muestra la estructura dialogal de toda existencia humana personal y social. Es a partir del tú como se conforma el yo. El «nosotros» surge por la interacción del yo y del tú en la medida en que refuerzan el dialogo entre sí y se abren a todos los demás otros, hasta al totalmente Otro.
Es paradigmática esta afirmación suya: si vivimos uno al lado del otro (nebeneinander) y no uno junto con el otro (miteinander), acabaremos estando uno contra otro (gegeneinander).
Esto se aplica a la situación actual. Ningún país puede tomar medidas político-económicas al lado de otros, sin estar junto con los otros. Acabará estando contra los otros. O todos colaboran a una solución incluyente o no habrá solución para nadie. La crisis se profundizará y acabará en tragedia colectiva. El proteccionismo es el peligro mayor porque provoca conflictos y, en último término, la guerra. No podrá ser mundial porque ahí sí sería el fin de la especie humana, sólo regional, pero devastadora. La crisis de 1929, mal digerida, ocasionó el nazifascismo y la eclosión de la segunda guerra mundial. No podemos repetir semejante tragedia.
Leonardo Boff
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REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas
La muerte de los periódicos
¿Nos sorprende que el producto esté en declive?
Para los periódicos estadounidenses, algunos de los cuales han sido gigantes de la industria durante generaciones, ésta es la Edad de Ragnarok. En la mitología nórdica, Ragnarok marcó la destrucción del universo, cuando los dioses cayeron del cielo, Asgard.
Durante muchos años, los periódicos han sido semilleros del jardín de la información. Aunque parece que fueron amenazados por las nuevas tecnologías de radio y televisión, esto era más de apariencias que de realidad, porque los dos medios contaron con datos descubiertos por los intrépidos, aunque poco conocidos, reporteros.
Pero ahora estamos en la Edad de Internet, un medio que ha sido explotado con éxito por un sólo periódico, el Wall St. Journal.
Esto, agregado a una circulación más baja y la huida de anunciantes hacia la red, es un pájaro de mal agüero para los periódicos.
En días recientes, tanto el San Francisco Chronicle como el Philadelphia Inquirer se han visto obligados a enfrentar el dilema de la quiebra.
Hace solo una semana, el Rocky Mountain News de Denver, Colorado cerró sus puertas después de un siglo y medio de operaciones. En septiembre del 2006, este periódico reportó una tirada de más de 250,000. Pero la clave no es la circulación, sino la publicidad – y la publicidad huye en masa.
En efecto, hace alrededor de 2 años, el ejecutivo de una empresa de investigación mediática dijo que algunos periódicos no buscaban una tirada más grande. Por lo contrario, buscaban una base de circulación más pequeña, pero más rica.
Colby Atwood, el jefe de Borrell Associates, le dijo a un reportero del New York Times que una “red de distribución de calidad” es preferible a una “de cantidad”, y que habían tomado una “decisión racional de negocios” para “deshacerse” de los suscritores que cuestan más y generan menos ingresos”. *
Cuando los periódicos intencionalmente se deshacen de unos suscritores, se están degollando en búsqueda del oro de tontos.
Y aunque la mayoría de los artículos no lo mencionan, sigo convencido de que los periódicos se están muriendo por otro motivo. En tiempo de guerra, cuando los lectores necesitaban de sus servicios, muchos periódicos simplemente buscaron dinero fácil, poniéndose al servicio de los intereses del poder, y no al servicio de las necesidades de la gente. La mayoría de los periódicos vendieron la línea del presidente porque temían ser considerados desleales en tiempo de guerra y, por eso, perder suscritores.
De todas maneras, perdieron lectores porque la gente no pudo creer lo que leía en blanco y negro.
De hecho, antes de la guerra en Irak, algunos ejecutivos de noticias avisaron a su personal que NO pudieron mostrar fotos digitales de las bajas civiles de la guerra de Afganistán. Un memo les ordenó a los reporteros restar importancia "de este tipo de historias.*
¿Y nos sorprende que el producto esté en declive?
Desde el corredor de la muerte, soy Mumia Abu-Jamal.
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