Barak Obama y Nicolas Sarkozy tienen asuntos por resolver en México. El estadunidense está en proceso de decidir cómo intervendrá para aprovechar el fuego sin control que el vecino, un personaje que ha transmutado el blanco y el azul en rojo sangre, ha desatado en el traspatio con la esperanza de que el (cada vez menos) poderoso imperio le ayude a sobrellevar las penurias del mal gobernar. El bailarín esposo de la señora Michelle estaba ansioso de conocer el reporte que sobre México y el narcotráfico retador le llevó el almirante Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, quien el pasado viernes vino, vio y reportó, en una visita que incluyó entrevistas preocupantes con jefes militares y marinos de México a los que se pretende convencer de que firmen acuerdos de colaboración entre ejércitos que en la práctica permitan acciones conjuntas en tierra mexicana.
Roberto Gibbs, el vocero de Obama, dijo ayer que la situación mexicana es de interés para el presidente, de mucho interés (¡gulp, como de guerra de pasteles!), y que dada la relación que tenemos con el país, y ciertamente su proximidad al nuestro, esto es algo que el equipo de seguridad nacional y el presidente están observando de cerca (¡recontragulp óptico!) Por si alguien aún no se escandalizara con los juegos palaciegos que pretenden justificar la injerencia militar abierta de los gringos en México, el propio Mullen dijo que su país podría proponer que acá se utilizaran las técnicas estadunidenses de combate al terrorismo: Irak, Afganistán, México.
El esposo de Carla Bruni, especializado en aprovechar coyunturas internacionales para ganar presencia interna como defensor de sus paisanas en peligro (recuérdese el caso de la secuestrada ex candidata presidencial de Colombia, Ingrid Betancourt), paseó ayer alegremente en Teotihuacán de Enrique Peña Nieto acompañado de Felipe Calderón y Margarita Zavala (lo que provocó natural enojo de los turistas sin cargo público, que fueron desalojados). Las sonrisas y amabilidades de ayer tendrán hoy confrontación con una realidad que muestra los graves peligros para la nación que acarrean los gobiernos simuladores y su tratamiento irresponsable de procesos judiciales. Resulta que el videoproductor Genaro García Luna montó durante el foxismo varias historias de éxito de su compañía de teatro policiaco denominada Agencia Federal de Investigaciones. Uno de esos rodajes, creados especialmente para su reproducción en Televisa y Televisión Azteca, involucró a una francesa a la que se acusó de ser parte de una banda nativa de secuestradores. El creativo García Luna hizo que se escenificaran en diciembre de 2005 el rescate de los rehenes y la participación de los villanos, todo en tiempo real, según las mentiras compartidas con las muy serias y objetivas televisoras (que se habían prestado a otras engañifas parecidas, por ejemplo, en el montaje del rescate del entrenador argentino de futbol Rubén Omar Romano). A pesar de esas graves pifias de origen, la maquinaria judicial sentenció a 60 años de cárcel a la francesa. Hoy, Sarkozy presionará para que su paisana pueda cumplir su condena en Francia, y el entrampado Felipe habrá de resolver si cede a esas pretensiones, con lo que demostraría a todos los mexicanos la parcialidad y el sentido selectivo con el que se aplica aquí el menjurje echado a perder cuya marca es La Justicia, o se expone a que continúe denunciándose a nivel mundial el caso de la francesa de la que a estas alturas, desafortunadamente, ya no se discute si fue corresponsable o no de los secuestros, sino las trampas de los procesos judiciales mexicanos.
Astillas
El maestro en ecología Juan Francisco Meraz Hernando escribe respecto al tema de las letras electorales cargadas (la w y la z) del que se habló aquí en entrega anterior: elegir una letra del alfabeto poco común en nuestro idioma para nombrar representantes de casilla, favorece que deba buscarse de alguna manera quienes sustituyan el faltante. Y si queremos hacer un ejercicio más racional, habríamos de preguntarnos: del total de las letras del alfabeto, cuántas de ellas son comunes/muy comunes en las iniciales de los mexicanos. Nos daríamos cuenta de que la mayoría caen en este rubro, dando como consecuencia por simple estocasticidad (o sea por probabilidad), que estas letras debieron haberse sorteado en una proporción mucho mayor al obtenido hasta el momento. Hacer el ejercicio sería muy fácil, valiéndose simplemente de un directorio telefónico. Si consideramos como letras comunes/muy comunes en las iniciales de los apellidos mexicanos a: A B C D E F G H I J L M N O P R S T V, nos daríamos cuenta de que representan más de 70 por ciento del alfabeto. Entonces cabría preguntarse ¿por qué en un universo de seis procesos electorales éstas solo han sido sorteadas en 50 por ciento? Y peor aún: una de las letras que representan el 30 por ciento restante (la W) ha sido sorteada en dos ocasiones (la probabilidad de que una letra cualquiera salga sorteada es de apenas 3 por ciento... que salga sorteada dos veces en seis intentos representa una probabilidad ínfima). La estadística considera que desviaciones tan grandes en las probabilidades observadas (20 por ciento) sólo obedecen a un factor: error de muestreo... José Manuel Ochoa Silva pide a las autoridades financieras de México estar muy atentas y evitar a toda costa que un personaje como Roberto Hernández, quien defraudó al fisco nacional con la venta de Banamex a Citigroup, participe nuevamente en la banca mexicana. Si se concretara esa venta, la estabilidad del sistema financiero mexicano podría registrar tropiezos, toda vez que existimos importantes sectores sociales que no nos vamos a quedar callados... El capitán Manuel Amaro dice que en el caso Téllez pasamos del osito de peluche al Hocico Leperuche... Y, mientras Ruth Zavaleta ha aprovechado el Día Internacional de la Mujer para anunciar en Acapulco que buscará la candidatura a gobernadora de Guerrero, mediante una asociación que tentativamente se llamará A toda madre, ¡hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Roberto Gibbs, el vocero de Obama, dijo ayer que la situación mexicana es de interés para el presidente, de mucho interés (¡gulp, como de guerra de pasteles!), y que dada la relación que tenemos con el país, y ciertamente su proximidad al nuestro, esto es algo que el equipo de seguridad nacional y el presidente están observando de cerca (¡recontragulp óptico!) Por si alguien aún no se escandalizara con los juegos palaciegos que pretenden justificar la injerencia militar abierta de los gringos en México, el propio Mullen dijo que su país podría proponer que acá se utilizaran las técnicas estadunidenses de combate al terrorismo: Irak, Afganistán, México.
El esposo de Carla Bruni, especializado en aprovechar coyunturas internacionales para ganar presencia interna como defensor de sus paisanas en peligro (recuérdese el caso de la secuestrada ex candidata presidencial de Colombia, Ingrid Betancourt), paseó ayer alegremente en Teotihuacán de Enrique Peña Nieto acompañado de Felipe Calderón y Margarita Zavala (lo que provocó natural enojo de los turistas sin cargo público, que fueron desalojados). Las sonrisas y amabilidades de ayer tendrán hoy confrontación con una realidad que muestra los graves peligros para la nación que acarrean los gobiernos simuladores y su tratamiento irresponsable de procesos judiciales. Resulta que el videoproductor Genaro García Luna montó durante el foxismo varias historias de éxito de su compañía de teatro policiaco denominada Agencia Federal de Investigaciones. Uno de esos rodajes, creados especialmente para su reproducción en Televisa y Televisión Azteca, involucró a una francesa a la que se acusó de ser parte de una banda nativa de secuestradores. El creativo García Luna hizo que se escenificaran en diciembre de 2005 el rescate de los rehenes y la participación de los villanos, todo en tiempo real, según las mentiras compartidas con las muy serias y objetivas televisoras (que se habían prestado a otras engañifas parecidas, por ejemplo, en el montaje del rescate del entrenador argentino de futbol Rubén Omar Romano). A pesar de esas graves pifias de origen, la maquinaria judicial sentenció a 60 años de cárcel a la francesa. Hoy, Sarkozy presionará para que su paisana pueda cumplir su condena en Francia, y el entrampado Felipe habrá de resolver si cede a esas pretensiones, con lo que demostraría a todos los mexicanos la parcialidad y el sentido selectivo con el que se aplica aquí el menjurje echado a perder cuya marca es La Justicia, o se expone a que continúe denunciándose a nivel mundial el caso de la francesa de la que a estas alturas, desafortunadamente, ya no se discute si fue corresponsable o no de los secuestros, sino las trampas de los procesos judiciales mexicanos.
Astillas
El maestro en ecología Juan Francisco Meraz Hernando escribe respecto al tema de las letras electorales cargadas (la w y la z) del que se habló aquí en entrega anterior: elegir una letra del alfabeto poco común en nuestro idioma para nombrar representantes de casilla, favorece que deba buscarse de alguna manera quienes sustituyan el faltante. Y si queremos hacer un ejercicio más racional, habríamos de preguntarnos: del total de las letras del alfabeto, cuántas de ellas son comunes/muy comunes en las iniciales de los mexicanos. Nos daríamos cuenta de que la mayoría caen en este rubro, dando como consecuencia por simple estocasticidad (o sea por probabilidad), que estas letras debieron haberse sorteado en una proporción mucho mayor al obtenido hasta el momento. Hacer el ejercicio sería muy fácil, valiéndose simplemente de un directorio telefónico. Si consideramos como letras comunes/muy comunes en las iniciales de los apellidos mexicanos a: A B C D E F G H I J L M N O P R S T V, nos daríamos cuenta de que representan más de 70 por ciento del alfabeto. Entonces cabría preguntarse ¿por qué en un universo de seis procesos electorales éstas solo han sido sorteadas en 50 por ciento? Y peor aún: una de las letras que representan el 30 por ciento restante (la W) ha sido sorteada en dos ocasiones (la probabilidad de que una letra cualquiera salga sorteada es de apenas 3 por ciento... que salga sorteada dos veces en seis intentos representa una probabilidad ínfima). La estadística considera que desviaciones tan grandes en las probabilidades observadas (20 por ciento) sólo obedecen a un factor: error de muestreo... José Manuel Ochoa Silva pide a las autoridades financieras de México estar muy atentas y evitar a toda costa que un personaje como Roberto Hernández, quien defraudó al fisco nacional con la venta de Banamex a Citigroup, participe nuevamente en la banca mexicana. Si se concretara esa venta, la estabilidad del sistema financiero mexicano podría registrar tropiezos, toda vez que existimos importantes sectores sociales que no nos vamos a quedar callados... El capitán Manuel Amaro dice que en el caso Téllez pasamos del osito de peluche al Hocico Leperuche... Y, mientras Ruth Zavaleta ha aprovechado el Día Internacional de la Mujer para anunciar en Acapulco que buscará la candidatura a gobernadora de Guerrero, mediante una asociación que tentativamente se llamará A toda madre, ¡hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
En una entrevista que los reporteros del diario español El País Miguel Jiménez y Amanda Mars le hicieron a mitad del año pasado, Carlos Slim sintetizó así su pensamiento en materia de distribución de la riqueza: Lo que se debe repartir es el fruto, no el árbol. Y abundó: La distribución de la riqueza es distinta de la distribución del ingreso. La riqueza debe manejarse con eficacia para crear más riqueza, y el fruto de la riqueza, que es el ingreso, la renta, debe tener una mejor distribución. La distribución del ingreso en México es mala. El ingreso tiene dos formas de distribuirse: a través del empleo, que es la más importante, el empleo bien remunerado, y a través de la inversión pública eficiente, en salud, educación y en infraestructuras. Hasta aquí lo dicho por Slim. Atajando voces hostiles que se escucharon dentro y fuera del gobierno cuando recientemente dijo no quisiera ser catastrofista, y dibujó un escenario muy duro que será el resultado de la crisis actual, Slim presenta hoy en diversos medios de comunicación cómo hará material su idea de que lo importante es repartir el fruto, no el árbol.
Dejen a su suerte a Citibank
El gobierno mexicano está a la espera de las señales que lleguen de Estados Unidos antes de tomar una decisión sobre Banamex, que aparentemente debería ser muy simple: cumplir la ley. Aguardan que el equipo económico del presidente Obama decida si finalmente Citigroup venderá su división mexicana. Si así fuera, no tendría que decidir nada, ya que un gobierno extranjero dejaría de ser socio en una proporción mayor a la que la ley permite. Sin embargo, las cosas se están complicando. El senador Richard Shelby, el principal miembro republicano de la Comisión de la Banca, sostiene que Estados Unidos no debe imitar a Japón, que en la década de 1990 sostuvo bancos débiles y prolongó su desplome económico. Que los cierren, que los saquen del negocio. Si están muertos, deben ser enterrados, declaró Shelby. En un caso así, ¿qué haría el sumiso presidente de la CNBV, Guillermo Babatz?
Dejen a su suerte a Citibank
El gobierno mexicano está a la espera de las señales que lleguen de Estados Unidos antes de tomar una decisión sobre Banamex, que aparentemente debería ser muy simple: cumplir la ley. Aguardan que el equipo económico del presidente Obama decida si finalmente Citigroup venderá su división mexicana. Si así fuera, no tendría que decidir nada, ya que un gobierno extranjero dejaría de ser socio en una proporción mayor a la que la ley permite. Sin embargo, las cosas se están complicando. El senador Richard Shelby, el principal miembro republicano de la Comisión de la Banca, sostiene que Estados Unidos no debe imitar a Japón, que en la década de 1990 sostuvo bancos débiles y prolongó su desplome económico. Que los cierren, que los saquen del negocio. Si están muertos, deben ser enterrados, declaró Shelby. En un caso así, ¿qué haría el sumiso presidente de la CNBV, Guillermo Babatz?
Asignatura pendiente desde casi tres décadas atrás, el más reciente capítulo de la crisis, con su cada día más pronunciada caída en los ingresos públicos, obliga a sacar del cajón del olvido una de las reformas más urgentes y necesarias para el país, que la clase política ha obviado: la fiscal, pero una real, de fondo, y no los interminables parches que a lo largo de ese periodo han pegoteado Ejecutivo y Legislativo, no sin el consejo del gran capital.
Evasión, elusión, regímenes especiales e informalidad son los principales enemigos del famélico erario, el cual a estas alturas parece ya no dar de sí. La reforma fiscal no es una necesidad nueva, que surja del más reciente terremoto económico-financiero. Por el contrario, es un vergonzoso pendiente, producto de los enjuagues de tres de los cuatro poderes de la nación: Ejecutivo, Legislativo y fáctico, y no necesariamente en ese orden.
Por ello vale el paseo que sobre la realidad impositiva del país nos obsequia el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, el cual divulgó el estudio Reforma fiscal en México, un modelo de equilibrio general, cuyo autor, el doctor Horacio Enrique Sobarzo, es profesor-investigador del Colegio de México y del ITESM. Va pues.
Durante las pasadas tres décadas ha habido diversos intentos para poner en marcha una reforma impositiva que permita financiar un creciente gasto público en el periodo. Sin embargo, con la excepción de una reforma impositiva en 1980, cuando se introdujo el IVA y se modificó el total del sistema recaudatorio, el nivel total de captación se ha mantenido prácticamente sin cambio.
Al estudiar las cifras de las finanzas públicas, se aprecia que los ingresos públicos en México como proporción del PIB han promediado 18.7 por ciento durante el período 1991-2000, lo cual es similar a lo observado en países de Latinoamérica con un grado similar de desarrollo económico. Sin embargo, a diferencia de estos países, una característica crucial del sistema impositivo mexicano es que el componente de la renta petrolera es relativamente importante dentro del total de ingresos públicos; en promedio, durante el periodo 1981-2006, los impuestos petroleros han fluctuado entre 4 y 6 puntos del PIB, nivel muy cercano al de los otros dos mayores impuestos, esto es, el IVA y el ISR.
Dos problemas cruciales del sistema impositivo mexicano son un importante grado de evasión fiscal y una reducida base impositiva. El resultado de este sistema es uno en el que aquéllos registrados en la base impositiva terminan con una muy pesada carga tributaria, mientras que, al mismo tiempo, una parte significativa de la población económicamente activa no paga impuestos. Para explicar la existencia de una base fiscal reducida hay que partir del hecho de que no obstante que en las pasadas dos décadas la economía mexicana registró algunos años de alto crecimiento económico, ha habido también años en el que el PIB declinó notoriamente. En promedio, durante esas dos décadas el PIB no creció más de 2.5 por ciento, una tasa, que coincidentemente, es igual a la tasa de crecimiento poblacional durante el periodo. Los periodos de crisis económicas originaron un creciente sector informal que nunca se ha convertido en formal una vez que la economía ha comenzado de nuevo a crecer.
Actualmente, algunas estimaciones sugieren que más de 30 por ciento de la población trabajadora (alrededor de 13.5 millones de personas) se encuentra en el sector informal. Por otra parte, el sistema impositivo ofrece una plétora de excepciones y de tratamientos especiales, complicando por consiguiente la administración impositiva y reduciendo la base fiscal. Y, adicionalmente, una distribución inequitativa del ingreso viene a complicar aún más la recaudación impositiva. En este contexto, la administración pública previa, la foxista, realizó dos intentos fallidos para pasar una reforma que eliminara la tasa cero del IVA en alimentos y medicinas. Acompañada por otros cambios menores, la propuesta pretendía recaudar en ingresos 3 por ciento adicional del PIB.
En el primer año de la presente administración, en 2007, el gobierno mandó al Congreso una iniciativa, la cual fue finalmente aprobada y entró en vigencia en enero de 2008. El meollo de esta iniciativa era introducir un nuevo impuesto a las empresas, llamado IETU, con la base del impuesto siendo calculado de acuerdo con la diferencia entre ingresos y gastos en insumos. Las empresas tendrán que pagar el que resulte mayor entre el IETU y el existente ISR. La nueva legislación permite la completa deducibilidad de la inversión, así como de otros gastos, como las contribuciones al seguro social. Entonces, en sentido estricto, la base impositiva no necesariamente equivale al concepto de valor agregado para la empresa.
En el centro del debate político había estado siempre la idea de que incrementar la tasa del IVA para alimentos y medicinas de cero a 15 por ciento tendría presumiblemente fuertes efectos regresivos en los sectores de la población de bajos ingresos. Como resultado de esto, la iniciativa que fue finalmente aprobada no afectó los impuestos al consumo, pero en su lugar, sí afectó a los de las empresas. Por consiguiente, el IETU se aplica a todas aquellas actividades que estaban exentas del impuesto sobre la renta, como era el caso, por ejemplo, del sector transportes. Aún así, ha habido algunas discusiones respecto a que si este nuevo impuesto generará efectos no deseados, en particular, los concernientes a una reducción en el empleo. También se han expresado preocupaciones relativas a que los productores podrían trasladar el impuesto a los consumidores, alentando así el proceso inflacionario.
Las rebanadas del pastel
Barack Obama rápidamente encanece por la brutal crisis económica y el creciente desempleo, cuya tasa supera 8 por ciento, la mayor del último cuarto de siglo. Éste no es un futuro que acepte para Estados Unidos, dijo el mandatario, quien de plano no encuentra la puerta de salida. ¡Lo que es no saber!: que le pida asesoría al inquilino de Los Pinos, y en cuestión de segundos podrá presumir cifras históricas en generación de empleo y navíos de gran calado. Tan fácil como eso.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
Evasión, elusión, regímenes especiales e informalidad son los principales enemigos del famélico erario, el cual a estas alturas parece ya no dar de sí. La reforma fiscal no es una necesidad nueva, que surja del más reciente terremoto económico-financiero. Por el contrario, es un vergonzoso pendiente, producto de los enjuagues de tres de los cuatro poderes de la nación: Ejecutivo, Legislativo y fáctico, y no necesariamente en ese orden.
Por ello vale el paseo que sobre la realidad impositiva del país nos obsequia el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, el cual divulgó el estudio Reforma fiscal en México, un modelo de equilibrio general, cuyo autor, el doctor Horacio Enrique Sobarzo, es profesor-investigador del Colegio de México y del ITESM. Va pues.
Durante las pasadas tres décadas ha habido diversos intentos para poner en marcha una reforma impositiva que permita financiar un creciente gasto público en el periodo. Sin embargo, con la excepción de una reforma impositiva en 1980, cuando se introdujo el IVA y se modificó el total del sistema recaudatorio, el nivel total de captación se ha mantenido prácticamente sin cambio.
Al estudiar las cifras de las finanzas públicas, se aprecia que los ingresos públicos en México como proporción del PIB han promediado 18.7 por ciento durante el período 1991-2000, lo cual es similar a lo observado en países de Latinoamérica con un grado similar de desarrollo económico. Sin embargo, a diferencia de estos países, una característica crucial del sistema impositivo mexicano es que el componente de la renta petrolera es relativamente importante dentro del total de ingresos públicos; en promedio, durante el periodo 1981-2006, los impuestos petroleros han fluctuado entre 4 y 6 puntos del PIB, nivel muy cercano al de los otros dos mayores impuestos, esto es, el IVA y el ISR.
Dos problemas cruciales del sistema impositivo mexicano son un importante grado de evasión fiscal y una reducida base impositiva. El resultado de este sistema es uno en el que aquéllos registrados en la base impositiva terminan con una muy pesada carga tributaria, mientras que, al mismo tiempo, una parte significativa de la población económicamente activa no paga impuestos. Para explicar la existencia de una base fiscal reducida hay que partir del hecho de que no obstante que en las pasadas dos décadas la economía mexicana registró algunos años de alto crecimiento económico, ha habido también años en el que el PIB declinó notoriamente. En promedio, durante esas dos décadas el PIB no creció más de 2.5 por ciento, una tasa, que coincidentemente, es igual a la tasa de crecimiento poblacional durante el periodo. Los periodos de crisis económicas originaron un creciente sector informal que nunca se ha convertido en formal una vez que la economía ha comenzado de nuevo a crecer.
Actualmente, algunas estimaciones sugieren que más de 30 por ciento de la población trabajadora (alrededor de 13.5 millones de personas) se encuentra en el sector informal. Por otra parte, el sistema impositivo ofrece una plétora de excepciones y de tratamientos especiales, complicando por consiguiente la administración impositiva y reduciendo la base fiscal. Y, adicionalmente, una distribución inequitativa del ingreso viene a complicar aún más la recaudación impositiva. En este contexto, la administración pública previa, la foxista, realizó dos intentos fallidos para pasar una reforma que eliminara la tasa cero del IVA en alimentos y medicinas. Acompañada por otros cambios menores, la propuesta pretendía recaudar en ingresos 3 por ciento adicional del PIB.
En el primer año de la presente administración, en 2007, el gobierno mandó al Congreso una iniciativa, la cual fue finalmente aprobada y entró en vigencia en enero de 2008. El meollo de esta iniciativa era introducir un nuevo impuesto a las empresas, llamado IETU, con la base del impuesto siendo calculado de acuerdo con la diferencia entre ingresos y gastos en insumos. Las empresas tendrán que pagar el que resulte mayor entre el IETU y el existente ISR. La nueva legislación permite la completa deducibilidad de la inversión, así como de otros gastos, como las contribuciones al seguro social. Entonces, en sentido estricto, la base impositiva no necesariamente equivale al concepto de valor agregado para la empresa.
En el centro del debate político había estado siempre la idea de que incrementar la tasa del IVA para alimentos y medicinas de cero a 15 por ciento tendría presumiblemente fuertes efectos regresivos en los sectores de la población de bajos ingresos. Como resultado de esto, la iniciativa que fue finalmente aprobada no afectó los impuestos al consumo, pero en su lugar, sí afectó a los de las empresas. Por consiguiente, el IETU se aplica a todas aquellas actividades que estaban exentas del impuesto sobre la renta, como era el caso, por ejemplo, del sector transportes. Aún así, ha habido algunas discusiones respecto a que si este nuevo impuesto generará efectos no deseados, en particular, los concernientes a una reducción en el empleo. También se han expresado preocupaciones relativas a que los productores podrían trasladar el impuesto a los consumidores, alentando así el proceso inflacionario.
Las rebanadas del pastel
Barack Obama rápidamente encanece por la brutal crisis económica y el creciente desempleo, cuya tasa supera 8 por ciento, la mayor del último cuarto de siglo. Éste no es un futuro que acepte para Estados Unidos, dijo el mandatario, quien de plano no encuentra la puerta de salida. ¡Lo que es no saber!: que le pida asesoría al inquilino de Los Pinos, y en cuestión de segundos podrá presumir cifras históricas en generación de empleo y navíos de gran calado. Tan fácil como eso.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
EDITORIAL LA JORNADA
El déficit, necesario
En aplicación de la ortodoxia neoliberal que preconiza la disciplina fiscal a toda costa y convierte en intrínsecamente negativo el déficit en las finanzas públicas, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado señaló ayer que, en las actuales circunstancias, cuando disminuyen los ingresos oficiales por la contracción económica –que reduce la recaudación– y por la caída de los precios petroleros, es por demás probable un mayor desequilibrio de las finanzas públicas, que podría superar el déficit de 1.8 por ciento del producto interno bruto previsto en el presupuesto para el año en curso.
Ciertamente, ni en el panorama externo ni en el interno hay lugar para el optimismo. La economía planetaria se desinfla día tras día, con lo que se desvanece la posibilidad de aliviar la nacional con remesas, petrodólares o inversión. Las autoridades siguen exhibiendo una actitud de negación de la realidad ante la gravedad de la coyuntura y el Banco de México se empeña en quemar las reservas nacionales de divisas sin más resultado visible que enriquecer a los especuladores, introducir factores de opacidad en la asignación de los dólares disponibles y acrecentar la incertidumbre a mediano plazo, cuando podrían conjugarse, con resultados desastrosos, una nueva corrida especulativa y unas reservas mermadas e insuficientes para apuntalar la moneda nacional, la cual, de todos modos, ha seguido declinando en su cotización hasta rozar una nueva sima de 16 unidades por dólar.
En estas condiciones, la respuesta correcta del sector público es, precisamente, empeñarse a fondo en medidas que propicien la reactivación económica, y para ello resulta inevitable incurrir en un déficit mayor al vaticinado, pues la recesión ha rebasado ya las predicciones formuladas en los momentos en que se acordó el presupuesto para 2009. Si se persiste en el culto por principio al equilibrio fiscal y en la reverencia a un perfil de indicadores macroeconómicos dictados por un pensamiento económico en manifiesta bancarrota –tanto como las finanzas mundiales–, se perpetuará, como se hizo durante el zedillato y el foxismo, una crisis que, con altibajos, ha sido una constante en el país durante casi tres décadas, se acentuará la depauperación de la sociedad y se incrementará la brecha, de por sí alarmante, que nos separa de las naciones posindustriales.
Lo que se requiere en el momento presente no es tanto mantener el balance entre lo que ingresa y lo que egresa, sino reorientar ambos renglones para corregir, o al menos atenuar, el desequilibrio social, que es mucho más grave que el fiscal, reactivar el mercado interno e impulsar las pequeñas y medianas empresas nacionales. Aunque crezca el déficit.
Más que no gastar, lo que debe exigirse hoy a las oficinas públicas es que lo hagan con honradez y transparencia, con objetivos precisos, y abandonen la frivolidad y la insensibilidad que llevan a destinar gran parte del presupuesto público a salarios fuera de toda proporción y prestaciones principescas para los funcionarios de los niveles superiores de la administración. Se requiere un deslinde, de una vez por todas, respecto a las prácticas del sexenio anterior, en el que la disciplina fiscal no impidió un manejo particularmente turbio de los dineros públicos: el gobierno de Vicente Fox entregó lo que en la simulación estadística ha dado en llamarse finanzas sanas, pero quedó catalogado por la mirada social como uno de los más corruptos de la historia reciente. Muchos elementos fundamentan esa percepción, pero el más claro es que, a la fecha, nadie ha logrado explicar con certeza dónde quedaron las astronómicas cantidades de dinero que debieron ingresar a las arcas públicas por la sobrevaluación de las exportaciones petroleras.
Uno y otro factores –el gasto público para reactivar la economía y su aplicación con rigurosa probidad y transparencia– resultan necesarios, pues, si se piensa en términos estrictamente económicos, pero también si se tiene en mente la necesidad de evitar estallidos sociales en los que confluyan dos descontentos: el que provoca la penuria económica acentuada por la coyuntura y el que causa una autoridad que no tiene consideración más que para sus integrantes del primer nivel, los cuales mantienen e incluso incrementan un tren de vida de lujo máximo en un entorno nacional en el que persisten y se agravan el hambre, el desempleo y las carencias de lo básico en materia de salud, educación, vivienda y vestido.
Carlos Fazio: Los marines llegaron ya
Finalmente, Estados Unidos tiene a México donde quería: en la fase de colombianización. Es decir, al borde de una intervención larvada y por etapas del Pentágono. Pasaron 13 años desde que el entonces secretario de Defensa estadunidense William Perry dijera ante 10 mil soldados y cadetes y la plana mayor de las fuerzas armadas mexicanas, en el Campo Militar No. 1, que la seguridad nacional entre su país y México era el tercer vínculo sobre el que ambas naciones cimentarían una relación unida, ya, por lazos políticos y económicos. Desde entonces, la sana distancia que había prevalecido en las relaciones entre los ejércitos de Estados Unidos y México comenzó a acortarse, y los últimos residuos de nacionalismo castrense cedieron paso a una remozada doctrina contrainsurgente de cuño estadunidense, que tomó como el enemigo interno al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y al Ejército Popular Revolucionario (EPR), y en años recientes a los ejidatarios de Atenco y La Parota y los pueblos de Oaxaca.
Con la coartada de la soberanía limitada y la seguridad democrática, valiéndose de eufemismos tales como la cooperación militar y las acciones mancomunadas de las fuerzas armadas de ambos países contra los cárteles de la droga, el intervencionismo bueno del Pentágono no será ahora con bombas, misiles y proyectiles, sino con asesores, agentes encubiertos y mercenarios (que bajo la fachada de contratistas privados de seguridad serán los encargados del trabajo sucio en la guerra de Felipe Calderón contra los malos).
Todo eso ya existe, claro. Pero se intensificará con la ampliación de la llamada Iniciativa Mérida, que al final resultó que era el Plan México disfrazado, símil del fracasado Plan Colombia, según reveló sin aspavientos Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos. Y cosa curiosa: Mullen, el militar de más alto rango de la administración de Barack Obama, cuyo comando había identificado a México como un Estado fallido próximo a un colapso rápido y repentino, y por tanto sujeto de una intervención militar de Estados Unidos, no acaparó las primeras planas a su paso por México.
La razón es obvia: ya había hecho su tarea. La guerra de intoxicación mediática que arreció en vísperas y tras la asunción de Obama en la Casa Blanca en enero pasado, en la que participaron el presidente saliente, George W. Bush (México, primera línea de guerra), el jefe del Pentágono, Robert Gates, y los titulares de los principales organismos de seguridad e inteligencia de la administración demócrata (CIA, FBI, DEA, Seguridad Interna) lograron construir la noción de México como Estado fallido, para el aterrizaje suave, ahora, de la ayuda invasora (Javier Ibarrola dixit) que salvará a México de los malos.
Como en la ex Yugoslavia –balcanizada en siete pequeñas naciones por la alianza occidental comandada por Estados Unidos–, y después del 11 de septiembre de 2001 en Afganistán, Irak, Pakistán, Irán, Venezuela, Cuba, Bolivia y otros puntos calientes del orbe, Washington libra una guerra asimétrica contra México, con apoyo de sus alfiles locales. La guerra infinita de Bush contra el terrorismo –un enemigo sin fronteras– fue impuesta a Canadá y México por conducto de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN, 2005), y ante los fracasados intentos por fabricar una narcoguerrilla creíble, bajo el calderonismo adquirió la forma de una guerra a los cárteles de la droga, como elemento idóneo para la construcción social del caos y el miedo.
En ello han venido trabajando, sin éxito aparente por ahora, expertos en detonar desenlaces sociales y políticos mediante operaciones de guerra sicológica orientadas a direccionar y controlar la conducta social masiva.
La guerra asimétrica o de cuarta generación es descentralizada, dispersa y utiliza escenarios combinados sobre un territorio. En su desarrollo se borran las fronteras entre el soldado y los civiles, entre los campos de batalla y la seguridad urbana, y adquiere la forma de una violencia social extrema y sin orden aparente de continuidad. Elementos que están presentes en el México actual, un día en Ciudad Juárez, otro en Uruapan o Reynosa, otro más en Cancún o La Marquesa.
Dado que el empleo planificado de la propaganda y el uso de tácticas y estrategias de control social mediante la manipulación informativa y la acción sicológica le son consustanciales, en este tipo de guerra los medios de difusión masiva son los nuevos ejércitos de conquista. El bombardeo militar es sustituido por el bombardeo mediático. Las consignas y las imágenes sustituyen a las armas de destrucción masiva. Sólo que las consignas de Calderón en pro de una cruzada masiva contra los malos (vamos ganando por goleada, “negociar con el narco, idea estúpida”, sin esta guerra el próximo presidente sería narcotraficante) y las imágenes con montañas de decapitados desnudos y otras expresiones de violencia extrema, así como la operación limpieza de malos funcionarios (impuesta por el Congreso bipartidista de Estados Unidos para liberar los fondos del Plan México) y los llamados a los comunicadores a ejercer un periodismo patriótico no prenden todavía en las audiencias objetivo del mensaje.
En el fondo, se busca anular la capacidad de pensar. Son consignas dirigidas a destruir el pensamiento reflexivo (información-procesamiento-síntesis) y a sustituirlo por una sucesión de imágenes sin resolución de tiempo y espacio (alienación controlada). El objetivo es que la gente no piense información (el qué, por qué y para qué de cada noticia), sino que consuma órdenes sicológicas direccionadas, de manera acrítica y pasiva. Cuando los medios bombardean a Bin Laden o Al Qaeda, se están consumiendo consignas de miedo asociadas con el terrorismo islámico. Igual ocurre con Los Zetas y otras fabricaciones en México. Sólo que aquí es una guerra de malos contra malos en un Estado fracasado. Y para que México no colapse, Obama ya enviará a sus marines. A eso vino el almirante Mullen.
Gustavo Esteva: Entre fantasmas
Con la coartada de la soberanía limitada y la seguridad democrática, valiéndose de eufemismos tales como la cooperación militar y las acciones mancomunadas de las fuerzas armadas de ambos países contra los cárteles de la droga, el intervencionismo bueno del Pentágono no será ahora con bombas, misiles y proyectiles, sino con asesores, agentes encubiertos y mercenarios (que bajo la fachada de contratistas privados de seguridad serán los encargados del trabajo sucio en la guerra de Felipe Calderón contra los malos).
Todo eso ya existe, claro. Pero se intensificará con la ampliación de la llamada Iniciativa Mérida, que al final resultó que era el Plan México disfrazado, símil del fracasado Plan Colombia, según reveló sin aspavientos Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos. Y cosa curiosa: Mullen, el militar de más alto rango de la administración de Barack Obama, cuyo comando había identificado a México como un Estado fallido próximo a un colapso rápido y repentino, y por tanto sujeto de una intervención militar de Estados Unidos, no acaparó las primeras planas a su paso por México.
La razón es obvia: ya había hecho su tarea. La guerra de intoxicación mediática que arreció en vísperas y tras la asunción de Obama en la Casa Blanca en enero pasado, en la que participaron el presidente saliente, George W. Bush (México, primera línea de guerra), el jefe del Pentágono, Robert Gates, y los titulares de los principales organismos de seguridad e inteligencia de la administración demócrata (CIA, FBI, DEA, Seguridad Interna) lograron construir la noción de México como Estado fallido, para el aterrizaje suave, ahora, de la ayuda invasora (Javier Ibarrola dixit) que salvará a México de los malos.
Como en la ex Yugoslavia –balcanizada en siete pequeñas naciones por la alianza occidental comandada por Estados Unidos–, y después del 11 de septiembre de 2001 en Afganistán, Irak, Pakistán, Irán, Venezuela, Cuba, Bolivia y otros puntos calientes del orbe, Washington libra una guerra asimétrica contra México, con apoyo de sus alfiles locales. La guerra infinita de Bush contra el terrorismo –un enemigo sin fronteras– fue impuesta a Canadá y México por conducto de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN, 2005), y ante los fracasados intentos por fabricar una narcoguerrilla creíble, bajo el calderonismo adquirió la forma de una guerra a los cárteles de la droga, como elemento idóneo para la construcción social del caos y el miedo.
En ello han venido trabajando, sin éxito aparente por ahora, expertos en detonar desenlaces sociales y políticos mediante operaciones de guerra sicológica orientadas a direccionar y controlar la conducta social masiva.
La guerra asimétrica o de cuarta generación es descentralizada, dispersa y utiliza escenarios combinados sobre un territorio. En su desarrollo se borran las fronteras entre el soldado y los civiles, entre los campos de batalla y la seguridad urbana, y adquiere la forma de una violencia social extrema y sin orden aparente de continuidad. Elementos que están presentes en el México actual, un día en Ciudad Juárez, otro en Uruapan o Reynosa, otro más en Cancún o La Marquesa.
Dado que el empleo planificado de la propaganda y el uso de tácticas y estrategias de control social mediante la manipulación informativa y la acción sicológica le son consustanciales, en este tipo de guerra los medios de difusión masiva son los nuevos ejércitos de conquista. El bombardeo militar es sustituido por el bombardeo mediático. Las consignas y las imágenes sustituyen a las armas de destrucción masiva. Sólo que las consignas de Calderón en pro de una cruzada masiva contra los malos (vamos ganando por goleada, “negociar con el narco, idea estúpida”, sin esta guerra el próximo presidente sería narcotraficante) y las imágenes con montañas de decapitados desnudos y otras expresiones de violencia extrema, así como la operación limpieza de malos funcionarios (impuesta por el Congreso bipartidista de Estados Unidos para liberar los fondos del Plan México) y los llamados a los comunicadores a ejercer un periodismo patriótico no prenden todavía en las audiencias objetivo del mensaje.
En el fondo, se busca anular la capacidad de pensar. Son consignas dirigidas a destruir el pensamiento reflexivo (información-procesamiento-síntesis) y a sustituirlo por una sucesión de imágenes sin resolución de tiempo y espacio (alienación controlada). El objetivo es que la gente no piense información (el qué, por qué y para qué de cada noticia), sino que consuma órdenes sicológicas direccionadas, de manera acrítica y pasiva. Cuando los medios bombardean a Bin Laden o Al Qaeda, se están consumiendo consignas de miedo asociadas con el terrorismo islámico. Igual ocurre con Los Zetas y otras fabricaciones en México. Sólo que aquí es una guerra de malos contra malos en un Estado fracasado. Y para que México no colapse, Obama ya enviará a sus marines. A eso vino el almirante Mullen.
Gustavo Esteva: Entre fantasmas
Si alguien se atreve a anticipar lo que va a pasar es porque carece de suficiente información. Nadie sabe. Tiene razón Klaus Zimermann, uno de los más prominentes economistas alemanes, cuando señala que lo que están diciendo sus colegas son especulaciones sin sustento, porque los modelos en que todos se basan no preveían crisis como la actual. Según él, podemos saber que está ocurriendo algo muy serio, pero no sabemos qué tan serio es y mucho menos qué hacer para resolverlo.
Además, ¿qué es resolverlo? Esto es lo realmente importante. ¿En qué consiste enfrentar la crisis, eso que todo mundo parece estar haciendo con actuaciones tan dispares? ¿Se trata de crisis diferentes? ¿Estaríamos enfrentando fenómenos muy distintos, desde condiciones diversas, por lo que debe existir una variedad de respuestas? ¿O estamos ante una crisis de origen y alcances realmente globales, que exigiría respuestas únicas o al menos concertadas?
Sólo un estado patológico de negación, real o fingido, como el que parece acosar a cada paso a las autoridades mexicanas, puede llevar en la actualidad al desconocimiento de una crisis tan general como novedosa. Es útil aprender del pasado y buscar analogías y comparaciones pertinentes. Pueden derivarse lecciones interesantes de la experiencia de 1929 –antes, durante y después del desastre– y de otras grandes crisis. Al mismo tiempo, es preciso reconocer explícitamente que la situación es única y exige miradas tan singulares como lo que ocurre.
Para despejar el camino del análisis, necesitamos sacar de ahí obstáculos que impiden ver lo que pasa. Por ejemplo: concentrar la atención en la burbuja especulativa de los bienes raíces en Estados Unidos o en la desregulación bancaria y los nuevos instrumentos financieros es útil, pero poco pertinente. En vez de ayudar a entender la naturaleza profunda de la crisis actual tiende un velo analítico sobre su carácter.
El debate público sobre las medidas de la nueva administración estadunidense puede servir para acotar la exploración que ahora hace falta. No es muy relevante la confusión que intentan impulsar los fundamentalistas de mercado, empecinados en su religión; tratan de sorprender a incautos con el pregón de que son socialistas los remedios keynesianos que se están aplicando. Es muy reveladora, en cambio, la creciente impopularidad de los rescates de bancos y empresas, que hasta hace poco tiempo eran símbolos del interés nacional y ahora provocan rechazo general. Según las encuestas, la mayoría de la gente preferiría que se dejara quebrar a los gigantes de Detroit y a los grandes bancos. Los fondos públicos deberían emplearse para apoyar a quienes están perdiendo casas y empleos, en vez de rescatar a quienes, en la percepción común, serían responsables de la crisis y seguirían aprovechándose de ella.
Una de las principales novedades del día es esta pérdida repentina de credibilidad de instituciones que tenían un aura de legitimidad inconmovible. Ningún escándalo sobre corrupción o malos manejos la afectaba. Parecían encontrarse por encima de toda realidad, como pilares insustituibles del sistema.
Hace más de 30 años, Iván Illich previó una coyuntura como la actual. Una coincidencia fortuita, observó, “hará públicamente obvias las contradicciones estructurales entre los propósitos explícitos y los resultados reales de nuestras principales instituciones. Será repentinamente obvio para la gente lo que ahora sólo es evidente para unos cuantos: que la organización de toda la economía para lograr una vida ‘mejor’ es el principal enemigo de la ‘buena’ vida. Como todas las intuiciones ampliamente compartidas, ésta tendrá la potencialidad de modificar por completo la imaginación pública. Grandes instituciones pueden perder súbitamente su respetabilidad, su legitimidad y su reputación de estar al servicio del bien común. Pasó con la Iglesia católica durante la Reforma; pasó con la realeza durante la Revolución. De la noche a la mañana lo impensable resulta obvio: que la gente puede cortarle la cabeza a quienes la gobiernan… y que lo hará” (La convivencialidad, 1978).
Es ésta una de las principales novedades. Los batallones de descontentos que generó el neoliberalismo adquieren repentinamente la conciencia de la contraproductividad fundamental de las instituciones dominantes, todas las cuales están produciendo lo contrario de lo que pretenden. Se hace evidente que las corporaciones privadas y los aparatos estatales, que supuestamente garantizaban buena vida para todos, causan deterioro continuo en las condiciones de vida de la mayoría. Han perdido credibilidad y legitimidad.
Cortar la cabeza de los reyes fue crueldad innecesaria. Se había desprendido de su cuerpo cuando la gente dejó de creer que el dominio real fuera decisión divina y eterna, o sea, cuando se dio cuenta de que era posible ponerle fin.
En esto estamos. Así se constituyen los tiempos de rebelión.
gustavoesteva@gmail.com
Además, ¿qué es resolverlo? Esto es lo realmente importante. ¿En qué consiste enfrentar la crisis, eso que todo mundo parece estar haciendo con actuaciones tan dispares? ¿Se trata de crisis diferentes? ¿Estaríamos enfrentando fenómenos muy distintos, desde condiciones diversas, por lo que debe existir una variedad de respuestas? ¿O estamos ante una crisis de origen y alcances realmente globales, que exigiría respuestas únicas o al menos concertadas?
Sólo un estado patológico de negación, real o fingido, como el que parece acosar a cada paso a las autoridades mexicanas, puede llevar en la actualidad al desconocimiento de una crisis tan general como novedosa. Es útil aprender del pasado y buscar analogías y comparaciones pertinentes. Pueden derivarse lecciones interesantes de la experiencia de 1929 –antes, durante y después del desastre– y de otras grandes crisis. Al mismo tiempo, es preciso reconocer explícitamente que la situación es única y exige miradas tan singulares como lo que ocurre.
Para despejar el camino del análisis, necesitamos sacar de ahí obstáculos que impiden ver lo que pasa. Por ejemplo: concentrar la atención en la burbuja especulativa de los bienes raíces en Estados Unidos o en la desregulación bancaria y los nuevos instrumentos financieros es útil, pero poco pertinente. En vez de ayudar a entender la naturaleza profunda de la crisis actual tiende un velo analítico sobre su carácter.
El debate público sobre las medidas de la nueva administración estadunidense puede servir para acotar la exploración que ahora hace falta. No es muy relevante la confusión que intentan impulsar los fundamentalistas de mercado, empecinados en su religión; tratan de sorprender a incautos con el pregón de que son socialistas los remedios keynesianos que se están aplicando. Es muy reveladora, en cambio, la creciente impopularidad de los rescates de bancos y empresas, que hasta hace poco tiempo eran símbolos del interés nacional y ahora provocan rechazo general. Según las encuestas, la mayoría de la gente preferiría que se dejara quebrar a los gigantes de Detroit y a los grandes bancos. Los fondos públicos deberían emplearse para apoyar a quienes están perdiendo casas y empleos, en vez de rescatar a quienes, en la percepción común, serían responsables de la crisis y seguirían aprovechándose de ella.
Una de las principales novedades del día es esta pérdida repentina de credibilidad de instituciones que tenían un aura de legitimidad inconmovible. Ningún escándalo sobre corrupción o malos manejos la afectaba. Parecían encontrarse por encima de toda realidad, como pilares insustituibles del sistema.
Hace más de 30 años, Iván Illich previó una coyuntura como la actual. Una coincidencia fortuita, observó, “hará públicamente obvias las contradicciones estructurales entre los propósitos explícitos y los resultados reales de nuestras principales instituciones. Será repentinamente obvio para la gente lo que ahora sólo es evidente para unos cuantos: que la organización de toda la economía para lograr una vida ‘mejor’ es el principal enemigo de la ‘buena’ vida. Como todas las intuiciones ampliamente compartidas, ésta tendrá la potencialidad de modificar por completo la imaginación pública. Grandes instituciones pueden perder súbitamente su respetabilidad, su legitimidad y su reputación de estar al servicio del bien común. Pasó con la Iglesia católica durante la Reforma; pasó con la realeza durante la Revolución. De la noche a la mañana lo impensable resulta obvio: que la gente puede cortarle la cabeza a quienes la gobiernan… y que lo hará” (La convivencialidad, 1978).
Es ésta una de las principales novedades. Los batallones de descontentos que generó el neoliberalismo adquieren repentinamente la conciencia de la contraproductividad fundamental de las instituciones dominantes, todas las cuales están produciendo lo contrario de lo que pretenden. Se hace evidente que las corporaciones privadas y los aparatos estatales, que supuestamente garantizaban buena vida para todos, causan deterioro continuo en las condiciones de vida de la mayoría. Han perdido credibilidad y legitimidad.
Cortar la cabeza de los reyes fue crueldad innecesaria. Se había desprendido de su cuerpo cuando la gente dejó de creer que el dominio real fuera decisión divina y eterna, o sea, cuando se dio cuenta de que era posible ponerle fin.
En esto estamos. Así se constituyen los tiempos de rebelión.
gustavoesteva@gmail.com
Este día se anunciarán los nombres de las organizaciones entre las cuales se repartirán los 25 millones de pesos que el gobierno de Felipe Calderón canalizó para ejercicios de observación electoral en 2009.
En una extraña triangulación de fondos, la Organización de las Naciones Unidas administrará los recursos y el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) fueron los responsables de nombrar al comité evaluador de las propuestas de observación. Esta cantidad de dinero es mucho mayor al aumento que se quisieron dar los consejeros electorales hace un par de semanas y por ello debería manejarse con absoluta transparencia, independencia y efectividad. De lo contrario, estaríamos de nuevo ante un derroche inútil y ofensivo de recursos públicos.
Una de las actividades de observación más importantes debería ser el seguimiento puntual de las decisiones y acciones del IFE antes, durante y después de la jornada electoral. Siempre hemos insistido en que la crisis política de 2006 no emergió de las fallas o lagunas del marco legal, sino que fue principalmente el resultado de una pésima actuación de las autoridades. Lamentablemente, la cobardía y ambición mostradas por los consejeros actuales demuestran que seguimos con un Consejo General inclinado a dar la espalda a la ciudadanía a la primera oportunidad.
Las organizaciones que intenten fiscalizar las acciones de la autoridad electoral tropezarán de entrada con un obstáculo formidable: la total opacidad del funcionamiento interno del IFE. En franca violación a su propio reglamento de transparencia, el organismo no da a conocer en tiempo y forma sus actas, acuerdos y versiones estenográficas. De manera excesiva, el ciudadano típicamente tiene que esperar hasta dos meses para conocer la información completa sobre las sesiones del Consejo General. A la fecha, por ejemplo, todavía no hay información pública disponible sobre el vergonzoso perdón otorgado a las televisoras en la sesión del 13 de febrero. La más reciente acta accesible por Internet data de hace casi seis semanas.
La máxima instancia ejecutiva del instituto, la Junta General Ejecutiva, normalmente no da a conocer públicamente las convocatorias a sus sesiones a tiempo, lo cual constituye otra violación al reglamento de transparencia. En consecuencia, los medios de comunicación, los ciudadanos y hasta los representantes de los partidos políticos pocas veces tienen la posibilidad de presenciar las reuniones.
El acuerdo de elevar los salarios de los consejeros, por ejemplo, se tomó sigilosamente y hasta la fecha todavía no está disponible la versión estenográfica de aquella vergonzosa sesión. Por lo visto, la supuesta publicidad de las reuniones de la Junta incluida en su reglamento de sesiones no vale ni la tinta en la que está escrita.
Las reuniones de las comisiones del Consejo General también se desarrollan en las penumbras. El acta más reciente disponible de la comisión de quejas y denuncias es del 25 de junio de 2008. La estratégica comisión de prerrogativas, partidos políticos y radiodifusión proporciona información sobre sus reuniones solamente hasta el 11 de septiembre de 2008. La supercomisión de capacitación y organización electoral, encabezada por Marco Antonio Baños, tranquilamente dejó de informar sobre sus actividades a partir del pasado 27 de noviembre de 2008. El Comité de Radio y Televisión, órgano responsable de vigilar la transmisión de los anuncios del IFE y los partidos políticos ni siquiera cuenta con un reglamento de sesiones.
Hace algunos meses el Centro de Estudios Espinosa Yglesias dio a conocer un análisis que de forma extraña calificaba al IFE como una institución ejemplar en materia de transparencia. Sin embargo, los distinguidos autores del estudio se equivocaron, ya que el nuevo órgano garante en materia de transparencia del instituto de ninguna manera garantiza la especialización, autonomía e imparcialidad exigidas por la Constitución. La subordinación del órgano a los altos mandos del propio IFE asegura que se dará continuidad a las prácticas de simulación en la materia que han privado en el instituto electoral.
El TEPJF también ha ratificado recientemente su compromiso con la opacidad. Su nuevo reglamento de transparencia crea una telaraña de instancias burocráticas para procesar solicitudes de acceso y, en un evidente conflicto de interés, reserva los casos más delicados para la resolución de los mismos magistrados electorales. Asimismo, el reciente cambio de mando en la Unidad de Enlace parece indicar que de ahora en adelante criterios políticos más que técnicos determinarán las respuestas a las solicitudes ciudadanas.
Los consejeros electorales han demostrado ser muy buenos para las fotografías y los convenios aderezados con declaraciones públicas sobre la reconstrucción de la confianza ciudadana en las instituciones. No hay duda de que ésa será la tónica hoy que se anuncia el reparto de los 25 millones de pesos.
Esperemos que las organizaciones civiles beneficiadas con el dinero no olviden que los contribuyentes, y no los consejeros electorales, son quienes realmente están aportando estos generosos recursos, y que tengan la integridad para exigir el cumplimiento de la ley, en lugar de fungir como paleras de una institución electoral cada día más desprestigiada.
http://www.johnackerman.blogspot.com
En una extraña triangulación de fondos, la Organización de las Naciones Unidas administrará los recursos y el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) fueron los responsables de nombrar al comité evaluador de las propuestas de observación. Esta cantidad de dinero es mucho mayor al aumento que se quisieron dar los consejeros electorales hace un par de semanas y por ello debería manejarse con absoluta transparencia, independencia y efectividad. De lo contrario, estaríamos de nuevo ante un derroche inútil y ofensivo de recursos públicos.
Una de las actividades de observación más importantes debería ser el seguimiento puntual de las decisiones y acciones del IFE antes, durante y después de la jornada electoral. Siempre hemos insistido en que la crisis política de 2006 no emergió de las fallas o lagunas del marco legal, sino que fue principalmente el resultado de una pésima actuación de las autoridades. Lamentablemente, la cobardía y ambición mostradas por los consejeros actuales demuestran que seguimos con un Consejo General inclinado a dar la espalda a la ciudadanía a la primera oportunidad.
Las organizaciones que intenten fiscalizar las acciones de la autoridad electoral tropezarán de entrada con un obstáculo formidable: la total opacidad del funcionamiento interno del IFE. En franca violación a su propio reglamento de transparencia, el organismo no da a conocer en tiempo y forma sus actas, acuerdos y versiones estenográficas. De manera excesiva, el ciudadano típicamente tiene que esperar hasta dos meses para conocer la información completa sobre las sesiones del Consejo General. A la fecha, por ejemplo, todavía no hay información pública disponible sobre el vergonzoso perdón otorgado a las televisoras en la sesión del 13 de febrero. La más reciente acta accesible por Internet data de hace casi seis semanas.
La máxima instancia ejecutiva del instituto, la Junta General Ejecutiva, normalmente no da a conocer públicamente las convocatorias a sus sesiones a tiempo, lo cual constituye otra violación al reglamento de transparencia. En consecuencia, los medios de comunicación, los ciudadanos y hasta los representantes de los partidos políticos pocas veces tienen la posibilidad de presenciar las reuniones.
El acuerdo de elevar los salarios de los consejeros, por ejemplo, se tomó sigilosamente y hasta la fecha todavía no está disponible la versión estenográfica de aquella vergonzosa sesión. Por lo visto, la supuesta publicidad de las reuniones de la Junta incluida en su reglamento de sesiones no vale ni la tinta en la que está escrita.
Las reuniones de las comisiones del Consejo General también se desarrollan en las penumbras. El acta más reciente disponible de la comisión de quejas y denuncias es del 25 de junio de 2008. La estratégica comisión de prerrogativas, partidos políticos y radiodifusión proporciona información sobre sus reuniones solamente hasta el 11 de septiembre de 2008. La supercomisión de capacitación y organización electoral, encabezada por Marco Antonio Baños, tranquilamente dejó de informar sobre sus actividades a partir del pasado 27 de noviembre de 2008. El Comité de Radio y Televisión, órgano responsable de vigilar la transmisión de los anuncios del IFE y los partidos políticos ni siquiera cuenta con un reglamento de sesiones.
Hace algunos meses el Centro de Estudios Espinosa Yglesias dio a conocer un análisis que de forma extraña calificaba al IFE como una institución ejemplar en materia de transparencia. Sin embargo, los distinguidos autores del estudio se equivocaron, ya que el nuevo órgano garante en materia de transparencia del instituto de ninguna manera garantiza la especialización, autonomía e imparcialidad exigidas por la Constitución. La subordinación del órgano a los altos mandos del propio IFE asegura que se dará continuidad a las prácticas de simulación en la materia que han privado en el instituto electoral.
El TEPJF también ha ratificado recientemente su compromiso con la opacidad. Su nuevo reglamento de transparencia crea una telaraña de instancias burocráticas para procesar solicitudes de acceso y, en un evidente conflicto de interés, reserva los casos más delicados para la resolución de los mismos magistrados electorales. Asimismo, el reciente cambio de mando en la Unidad de Enlace parece indicar que de ahora en adelante criterios políticos más que técnicos determinarán las respuestas a las solicitudes ciudadanas.
Los consejeros electorales han demostrado ser muy buenos para las fotografías y los convenios aderezados con declaraciones públicas sobre la reconstrucción de la confianza ciudadana en las instituciones. No hay duda de que ésa será la tónica hoy que se anuncia el reparto de los 25 millones de pesos.
Esperemos que las organizaciones civiles beneficiadas con el dinero no olviden que los contribuyentes, y no los consejeros electorales, son quienes realmente están aportando estos generosos recursos, y que tengan la integridad para exigir el cumplimiento de la ley, en lugar de fungir como paleras de una institución electoral cada día más desprestigiada.
http://www.johnackerman.blogspot.com
La impresión es que al presidente Felipe Calderón y a su equipo les cuesta mucho trabajo gobernar. Predomina la idea, falsa por cierto, de que se puede controlar una situación económica y social cada vez más degradada en el país mediante la sola voluntad presidencial, a la que se pliegan con disciplina prusiana los miembros de su gabinete y sus otros colaboradores. Pido licencia para recordar la muy mentada sátira de cuando el señor presidente preguntó la hora y su ayudante más cercano le respondió: la que usted quiera.
La grisura del gabinete es cada vez más notoria y poco ayuda ese hecho al trabajo de gobernar. Hay secretarios de Estado de los que es difícil incluso recordar quiénes son o, más aún, darse cuenta de qué es lo que hacen. En cambio predominan las figuras más añejas, de distintos signos y muy controvertidas de la política mexicana de varias décadas que mantienen un férreo control de sus espacios, sean éstos sindicales, partidarios o políticos.
De eso sí que se dan cuenta todos a diario en ámbitos como la educación, el petróleo, la electricidad, las finanzas públicas, la política monetaria, los gobiernos estatales y municipales y en el caso del Congreso. Las evidencias son aun mayores ahora que se acercan las elecciones de medio término de esta administración.
La debilidad presidencial se manifiesta en su entorno más cercano. La actitud del ex secretario Luis Téllez es un ejemplo. Su trabajo en el gobierno viene de muchos años atrás: fue subsecretario de planeación en la Secretaría de Agricultura con Carlos Salinas, director de la Oficina del Presidente con Ernesto Zedillo, y luego secretario de Energía en ese mismo gobierno. En 2000, cuando el PRI perdió las elecciones, se fue al sector privado como vicepresidente ejecutivo de la compañía DESC y se unió al Grupo Carlyle como director administrativo para identificar oportunidades de compras e inversiones en México.
El caso es que el grupo Carlyle, que maneja un volumen enorme de inversiones, genera fuertes polémicas en Estados Unidos y muchas otras partes por la manera de operar aprovechando los fuertes contactos y favores políticos que tiene. Emplea a personajes como el ex presidente Bush primero, James Baker, de larga trayectoria en los gobiernos de Washington desde la era Reagan, a John Major, ex primer ministro de Gran Bretaña, y a ex miembros de las fuerzas armadas. Sus campos de acción son contratos de defensa, telecomunicaciones, propiedades y servicios financieros. Ha hecho enormes negocios con contratos conseguidos con el gobierno de Bush segundo para la reconstrucción de Irak. Se considera que existen muy grandes conflictos de intereses en la operación de dicho grupo.
Pasar de ahí a la Secretaría de Comunicaciones no es un asunto casual en el caso de Téllez, y entraña, igualmente, grandes conflictos de intereses que asumió a sabiendas el gobierno actual. Las indiscreciones de Téllez, si es que eso fueron, grabadas desde su teléfono celular, llevaron finalmente a su remoción del gabinete. Debía haber sido por su pobre desempeño, de tantos años. De todos modos fue retenido como asesor económico del presidente, ¿para qué? Esto no deja de llamar la atención, pues su carrera en el gobierno no resiste su permanencia. Es que nadie puede dejar la teta del presupuesto público e irse a su casa.
La Secretaría de Comunicaciones y Transportes es un área clave de la administración de la economía mexicana, pues atiende procesos que tienen que ver con la administración e integración del territorio, los problemas tecnológicos de las telecomunicaciones, y tiene que ver con los sistemas de transporte aéreo, marino y terrestre. Todo esto es crucial para el desarrollo económico y el incremento de la productividad. Vaya, es un asunto esencial para la modernidad de este país.
Los atrasos en este campo son muy grandes. A Téllez lo remplaza Juan Molinar, hombre de experiencia política más corta y también discutible, con estilo ostentoso para plantear sus posiciones personales o ideológicas y partidarias como miembro del PAN.
Su paso como director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) durante escasos 27 meses no fue distinto o incluso más gris en general respecto a la manera como se ha manejado esa institución por mucho tiempo en cuanto a los servicios que presta, sus relaciones laborales y su fragilidad financiera. Su estilo, una vez más, fue autoritario y con la consabida práctica del cuatismo que afectó áreas claves no sólo en la parte médica, sino en otras, como la investigación, que tanto rezago tiene en el país. Así lo hacen constar los nombramientos que se hicieron, la improvisación en diversas áreas de operación clave en una institución de seguridad social del tamaño y relevancia del IMSS. Su administración afectó a muchos empleados incluso de larga trayectoria en el instituto sin que hubiera una clara política de gestión. Nada nuevo frente a las prácticas más añejas de la alta burocracia, no importa el color del partido al que estén afiliados en un momento determinado.
Como ocurre en México, un funcionario que se mantiene tan cercano al presidente, como Molinar, resulta que tiene grandes méritos y capacidades. Pero quién sabe si tiene dotes para la negociación política de dientes afilados como tiburones en el sector de las comunicaciones y del transporte que hay entre los participantes del sector y entre ellos y el Estado. Los intereses económicos son enormes. Pero aquí todos son capaces de hacer cualquier cosa, aunque convendría que el responsable supiera de temas como los kilohertz, la banda ancha, el sistema carretero y su gestión o las distintas clases de redes de interconexión; en fin, la lista es demasiado grande.
El trabajo de gobernar no puede confundirse con tener una chamba o rodearse de aquellos que, en aras del poder, le dan al presidente la hora que quiere.
leon@jornada.com.mx
La grisura del gabinete es cada vez más notoria y poco ayuda ese hecho al trabajo de gobernar. Hay secretarios de Estado de los que es difícil incluso recordar quiénes son o, más aún, darse cuenta de qué es lo que hacen. En cambio predominan las figuras más añejas, de distintos signos y muy controvertidas de la política mexicana de varias décadas que mantienen un férreo control de sus espacios, sean éstos sindicales, partidarios o políticos.
De eso sí que se dan cuenta todos a diario en ámbitos como la educación, el petróleo, la electricidad, las finanzas públicas, la política monetaria, los gobiernos estatales y municipales y en el caso del Congreso. Las evidencias son aun mayores ahora que se acercan las elecciones de medio término de esta administración.
La debilidad presidencial se manifiesta en su entorno más cercano. La actitud del ex secretario Luis Téllez es un ejemplo. Su trabajo en el gobierno viene de muchos años atrás: fue subsecretario de planeación en la Secretaría de Agricultura con Carlos Salinas, director de la Oficina del Presidente con Ernesto Zedillo, y luego secretario de Energía en ese mismo gobierno. En 2000, cuando el PRI perdió las elecciones, se fue al sector privado como vicepresidente ejecutivo de la compañía DESC y se unió al Grupo Carlyle como director administrativo para identificar oportunidades de compras e inversiones en México.
El caso es que el grupo Carlyle, que maneja un volumen enorme de inversiones, genera fuertes polémicas en Estados Unidos y muchas otras partes por la manera de operar aprovechando los fuertes contactos y favores políticos que tiene. Emplea a personajes como el ex presidente Bush primero, James Baker, de larga trayectoria en los gobiernos de Washington desde la era Reagan, a John Major, ex primer ministro de Gran Bretaña, y a ex miembros de las fuerzas armadas. Sus campos de acción son contratos de defensa, telecomunicaciones, propiedades y servicios financieros. Ha hecho enormes negocios con contratos conseguidos con el gobierno de Bush segundo para la reconstrucción de Irak. Se considera que existen muy grandes conflictos de intereses en la operación de dicho grupo.
Pasar de ahí a la Secretaría de Comunicaciones no es un asunto casual en el caso de Téllez, y entraña, igualmente, grandes conflictos de intereses que asumió a sabiendas el gobierno actual. Las indiscreciones de Téllez, si es que eso fueron, grabadas desde su teléfono celular, llevaron finalmente a su remoción del gabinete. Debía haber sido por su pobre desempeño, de tantos años. De todos modos fue retenido como asesor económico del presidente, ¿para qué? Esto no deja de llamar la atención, pues su carrera en el gobierno no resiste su permanencia. Es que nadie puede dejar la teta del presupuesto público e irse a su casa.
La Secretaría de Comunicaciones y Transportes es un área clave de la administración de la economía mexicana, pues atiende procesos que tienen que ver con la administración e integración del territorio, los problemas tecnológicos de las telecomunicaciones, y tiene que ver con los sistemas de transporte aéreo, marino y terrestre. Todo esto es crucial para el desarrollo económico y el incremento de la productividad. Vaya, es un asunto esencial para la modernidad de este país.
Los atrasos en este campo son muy grandes. A Téllez lo remplaza Juan Molinar, hombre de experiencia política más corta y también discutible, con estilo ostentoso para plantear sus posiciones personales o ideológicas y partidarias como miembro del PAN.
Su paso como director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) durante escasos 27 meses no fue distinto o incluso más gris en general respecto a la manera como se ha manejado esa institución por mucho tiempo en cuanto a los servicios que presta, sus relaciones laborales y su fragilidad financiera. Su estilo, una vez más, fue autoritario y con la consabida práctica del cuatismo que afectó áreas claves no sólo en la parte médica, sino en otras, como la investigación, que tanto rezago tiene en el país. Así lo hacen constar los nombramientos que se hicieron, la improvisación en diversas áreas de operación clave en una institución de seguridad social del tamaño y relevancia del IMSS. Su administración afectó a muchos empleados incluso de larga trayectoria en el instituto sin que hubiera una clara política de gestión. Nada nuevo frente a las prácticas más añejas de la alta burocracia, no importa el color del partido al que estén afiliados en un momento determinado.
Como ocurre en México, un funcionario que se mantiene tan cercano al presidente, como Molinar, resulta que tiene grandes méritos y capacidades. Pero quién sabe si tiene dotes para la negociación política de dientes afilados como tiburones en el sector de las comunicaciones y del transporte que hay entre los participantes del sector y entre ellos y el Estado. Los intereses económicos son enormes. Pero aquí todos son capaces de hacer cualquier cosa, aunque convendría que el responsable supiera de temas como los kilohertz, la banda ancha, el sistema carretero y su gestión o las distintas clases de redes de interconexión; en fin, la lista es demasiado grande.
El trabajo de gobernar no puede confundirse con tener una chamba o rodearse de aquellos que, en aras del poder, le dan al presidente la hora que quiere.
leon@jornada.com.mx
Manuel Camacho Solis
Equipo de leales
Juan Molinar es un politólogo calificado. Sin embargo, no fue nombrado secretario de Estado por esa razón, sino por su lealtad al PAN y a Felipe Calderón. Su nombramiento confirma la regla: Calderón ha decidido seguir gobernando con un equipo de leales. Esa no es la mejor fórmula cuando se carece de la mayoría y se tiene que enfrentar una crisis mayor.
El error se hace evidente cuando se contrasta la fórmula de Calderón con la de Obama. Allá el presidente tiene mayoría, cuenta con el respaldo institucional del régimen presidencial más consolidado y sin embargo formó un gabinete con los mejores e incluso con sus rivales. Lo hizo siguiendo el ejemplo de genial conducción política de Lincoln, cuya historia está elocuentemente relatada en el libro favorito de Obama (Doris Kearns Goodwin, Team of Rivals).
Un equipo de leales sería una fórmula política insuficiente, incluso si Felipe Calderón hubiera ganado la elección con un amplio margen, contara con el respaldo de una clara mayoría en el Congreso y nuestro país no estuviera atravesando por una crisis económica y de seguridad. Sin mayoría y en medio de una crisis que tenderá a agravarse, la fórmula diluye la responsabilidad del gabinete, lleva al aislamiento del gobierno de la gente y genera estados de ánimo propios de un bunker (menor objetividad y endurecimiento).
El problema del nombramiento de Juan Molinar no está en su falta de conocimientos sobre la materia. Lo que hoy se necesita en SCT es capacidad política para recuperar la autoridad, llegar a acuerdos con los principales actores y poner en marcha el programa de infraestructura. El problema del nombramiento está en la concepción política y el estado de ánimo de Calderón que parece no sentirse cómodo haciendo política y que prefiere encerrarse con sus leales.
La decisión no sirvió para fortalecer al gobierno. No le agrega poder y ni siquiera se convierte en un mensaje de disciplina interna, en tanto que no fue acompañada de los correspondientes actos de autoridad que la situación escandalosa que le dio origen ameritaba. Tampoco ayuda a reafirmar la alianza principal del gobierno con el PRI que seguramente se sintió lastimado al perder un interlocutor conocido y al saber que habrá un funcionario político en un sector que le es vital en sus alianzas sociales y para sus estrategias políticas.
Con el nuevo nombramiento, a Calderón le quedan dos opciones. Una, que su secretario sea más eficaz que el anterior, en comunicaciones e infraestructura. Dos, que desde ahí —con los poderosos instrumentos de la secretaría— respalde la campaña del PAN.
Si opta por el proselitismo, provocará una reacción inmediata de las oposiciones antes de las elecciones y dificultará más aún la gobernabilidad en el segundo semestre del año. Si no ha habido la visión de la gran política para construir una amplia mayoría y enfrentar la crisis con un gabinete mejor pertrechado, por lo menos podría haber prudencia para no echar gasolina a la lumbre.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
El error se hace evidente cuando se contrasta la fórmula de Calderón con la de Obama. Allá el presidente tiene mayoría, cuenta con el respaldo institucional del régimen presidencial más consolidado y sin embargo formó un gabinete con los mejores e incluso con sus rivales. Lo hizo siguiendo el ejemplo de genial conducción política de Lincoln, cuya historia está elocuentemente relatada en el libro favorito de Obama (Doris Kearns Goodwin, Team of Rivals).
Un equipo de leales sería una fórmula política insuficiente, incluso si Felipe Calderón hubiera ganado la elección con un amplio margen, contara con el respaldo de una clara mayoría en el Congreso y nuestro país no estuviera atravesando por una crisis económica y de seguridad. Sin mayoría y en medio de una crisis que tenderá a agravarse, la fórmula diluye la responsabilidad del gabinete, lleva al aislamiento del gobierno de la gente y genera estados de ánimo propios de un bunker (menor objetividad y endurecimiento).
El problema del nombramiento de Juan Molinar no está en su falta de conocimientos sobre la materia. Lo que hoy se necesita en SCT es capacidad política para recuperar la autoridad, llegar a acuerdos con los principales actores y poner en marcha el programa de infraestructura. El problema del nombramiento está en la concepción política y el estado de ánimo de Calderón que parece no sentirse cómodo haciendo política y que prefiere encerrarse con sus leales.
La decisión no sirvió para fortalecer al gobierno. No le agrega poder y ni siquiera se convierte en un mensaje de disciplina interna, en tanto que no fue acompañada de los correspondientes actos de autoridad que la situación escandalosa que le dio origen ameritaba. Tampoco ayuda a reafirmar la alianza principal del gobierno con el PRI que seguramente se sintió lastimado al perder un interlocutor conocido y al saber que habrá un funcionario político en un sector que le es vital en sus alianzas sociales y para sus estrategias políticas.
Con el nuevo nombramiento, a Calderón le quedan dos opciones. Una, que su secretario sea más eficaz que el anterior, en comunicaciones e infraestructura. Dos, que desde ahí —con los poderosos instrumentos de la secretaría— respalde la campaña del PAN.
Si opta por el proselitismo, provocará una reacción inmediata de las oposiciones antes de las elecciones y dificultará más aún la gobernabilidad en el segundo semestre del año. Si no ha habido la visión de la gran política para construir una amplia mayoría y enfrentar la crisis con un gabinete mejor pertrechado, por lo menos podría haber prudencia para no echar gasolina a la lumbre.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
Leonardo Curzio
Plegaria por un imbécil
Muchas semanas me he sentido tentado a escribir, inspirado en Papini, una plegaria por los imbéciles, pero un pudor maligno me desviaba siempre a otros temas.
Este lunes, sin medir las consecuencias, me sobrepongo a todos mis rubores y elevo desde el fondo de mi corazón una plegaria por todos los imbéciles que en estos tiempos de crisis se muestran tan preocupados por la situación del mundo y especialmente de la economía, pero tan poco contritos por la cascada de falacias que profirieron en tiempos de bonanza y tan poco descompuestos por haber tenido que comulgar con ruedas de molino.
Aclaro, para beneficio de mis lectores, que no considero imbéciles a quienes babean por los anuncios de una guapa presentadora que habla de universidades fundadas aquí y allá, que de ser funcionales harían palidecer a Benjamín Franklin (que sólo fundó la de Pennsylvania).
Tampoco considero imbéciles a todos aquellos que rellenan con su estragado gusto los ratings de deleznables programas o siguen poniéndose la camiseta verde de la selección y vociferan ante el televisor. No, a ellos no los puedo considerar imbéciles. Esa es gente buena en el fondo a la que estafan con pirámides o tandas.
Imbécil es el puente entre esas personas que rellenan plazas y centros comerciales y el verdadero genio. Imbécil es ese patético individuo que domina cuatro o cinco ideas generales sobre la globalización, el Estado y los mercados y posee una habilidad endiablada para manipular incautos y deslumbrarse con estafas a las que ha dado en llamar ingeniería financiera. Las pocas ideas que tiene le bastan para andar por la vida. Son ideas tan generales que igual se las cuenta al taxista que a su amante, pero también les sirven para reproducirlas hasta la náusea y que además le paguen por ello.
El imbécil se dedica con especial ahínco al análisis económico y si lo dejan juega al financiero. Es de buen ver y si lo encuentras en un día propicio te puede resultar hasta simpático, porque sabe de vinos y colecciona relojes. Una buena parte de su vida la ha dedicado a hablar de algo que no entiende cabalmente, pero con un par de terminajos en su jerga sale del paso.
Los imbéciles se solazan salpimentando su idioma con palabras en inglés que son incapaces de traducir, no por la particularidad de la lengua, sino porque no entienden la naturaleza del concepto. Lo que no es entendido no puede ser traducido.
No es la ambición la que ha provocado esta crisis, es la imbecilidad. Nadie que no sea un imbécil adquiere deudas o invierte su dinero sin preguntar su destino. Madoff y compañía se hicieron ricos porque un montón de imbéciles hacían colas para poner su dinero allí, para esperar que se multiplicara por milagrosas artes. Todo esto sucedía ante los ojos de otros imbéciles que decían ser reguladores y calificadores.
Es la imbecilidad de esos sujetos la que llevó a AIG, entre otras, a especular con derivados hasta por un monto de 60 trillones de dólares, más o menos 20 veces más que las hipotecas tóxicas que se valuaron en tres trillones. Estamos hablando del valor de la economía del planeta. Si hicieron semejante timo ante los ojos de los valuadores, calificadores y reguladores que fueron incapaces de poner tasa a ese desenfreno, se merecen que desde el fondo de mi alma ruegue al Señor para que admita la plegaria por todos esos imbéciles que han arruinado la economía del planeta. En estos tiempos en los que todo se derrumba, el patetismo de estos personajes es digno de compasión.
Analista político
Ricardo Raphael
Simuladores
El jefe del Ejecutivo ha hecho explícito que su verdadero hombre de confianza en la lucha contra el crimen organizado se llama Genaro García Luna, hoy secretario de Seguridad Pública. Un funcionario cuya credibilidad está en franco deterioro.
En los días que corren —a propósito de la visita a nuestro país del presidente francés, Nicolas Sarkozy—, vuelve a exhibirse la torpe mascarada que García Luna montó en el mes de diciembre de 2005, siendo todavía director de la Agencia Federal de Investigaciones, cuando detuvo a Israel Vallarta y Florence Cassez, supuestos líderes de la banda de secuestradores Los Zodiaco.
Para defender su inocencia, Cassez ha afirmado que su expediente judicial está plagado de incoherencias. Y, en efecto, como la propia AFI confirmó, la principal de todas estas incoherencias la introdujo, en su día, el actual secretario de Seguridad Pública.
Según relató la ciudadana francesa, ella fue detenida al mediodía del 8 de diciembre de 2005, cuando viajaba desde el rancho Las Chinitas —propiedad de su ex novio—, hacia la ciudad de México en una camioneta conducida por el propio Israel Vallarta.
Antes de llegar a la zona urbana, ambos fueron interceptados por policías judiciales. Separada de su acompañante, Cassez fue confinada en un vehículo judicial donde permaneció cautiva toda la tarde y buena parte de la madrugada. A eso de las cuatro de la mañana del día 9, el mismo automóvil la condujo de vuelta al rancho que hubiera abandonado el día anterior.
En Las Chinitas la bajaron a empellones y la introdujeron en una habitación donde se encontró con un Vallarta bañado en sangre y vómito. Acto seguido, la policía colocó alrededor de ambos, armas de alto calibre y municiones. También sembraron fotografías y documentos que, según Cassez, habían sido extraídos previamente de su departamento ubicado en la ciudad de México. Como toque final para aquel montaje, se colocó un monitor de televisión frente a los detenidos.
Una vez que todo estuvo dispuesto, Cassez escuchó un tropel de pasos que irrumpió en la habitación donde se encontraba. Fue, frente al espejo de la pantalla de televisión, que ella se descubrió —en cadena nacional—, actuando para el noticiario matutino de Televisa, Primero Noticias. Afirma que, para su sorpresa, en ese momento Vallarta reconoció ser el líder de una banda de secuestradores, advirtiendo también que Cassez no tenía nada que ver con el asunto.
Gracias a una entrevista posterior concedida a la periodista Denisse Maerker, la ciudadana francesa dio a conocer la fabricación. A la postre, las autoridades se vieron en la necesidad de reconocer que sí habían recreado —y también manipulado— las circunstancias en las que ocurrió la captura. Un hecho producido por la colusión entre el director de la AFI, Genaro García Luna, y Amador Narcia, vicepresidente de información de la empresa Televisa.
Con la recreación artificiosa de la detención, el proceso seguido por el Estado mexicano en contra de Florence Cassez quedó viciado. Si los documentos y las fotos no estaban originalmente en Las Chinitas, si las armas habían sido sembradas y si la escena, por entero, había sido trucada —las pruebas en su contra extraviaron validez—. Además, se suma a su defensa que durante el primer careo las víctimas secuestradas no la hayan reconocido como una de las integrantes de la banda.
Con todo, la ciudadana francesa fue condenada por los tribunales mexicanos a cadena perpetua.
La inocencia o culpabilidad de Florence Cassez pasa por un momento a segundo plano: ¿es posible confiar en Genaro García Luna después de este relato? ¿Podemos los mexicanos, y de paso también la comunidad extranjera, estar tranquilos con respecto a la ética pública de quienes están conduciendo la ya internacionalmente célebre lucha de México en contra del narcotráfico?
Analista político
Macario Schettino
Cumpleaños
El miércoles pasado, 4 de marzo, el PRI festejó su cumpleaños número 80. A ese partido le gusta pensar que su origen está en la creación del Partido Nacional Revolucionario, a manos de Plutarco Elías Calles, aunque nada haya de parecido entre ambas instituciones. El verdadero antecesor del PRI es el creado por Lázaro Cárdenas, el Partido de la Revolución Mexicana, también en marzo, pero de 1938. De esa fecha viene el partido corporativo, de sectores, subordinado al presidente como lo era todo el sistema político, desde la Suprema Corte hasta el Congreso, desde los gobernadores hasta el Banco de México. De ahí viene la “monarquía temporal, hereditaria en línea transversal” de la que habló Cosío Villegas.
Frente a sus correligionarios, Beatriz Paredes sostuvo: “El pasado del PRI tiene un lugar en la historia de México, en sus momentos de mayor luminosidad y en sus claroscuros. Los priístas estamos convencidos de que en el balance, es mucho más lo que el PRI le ha aportado al país. Así lo valoran también millones de mexicanos”. Cierto, sin duda, en tanto que millones siguen votando por ese partido. Pero también habemos millones de mexicanos que creemos que, en el balance, el siglo XX fue un gran fracaso: sin democracia, sin crecimiento y sin justicia, ni social ni de ningún otro tipo.
Es por eso que dijo, casi de inmediato, “no caeré en el garlito de discutir públicamente sobre lo que fue el PRI”. Porque de la discusión, de la confrontación de datos y evidencias, no puede resultar otra cosa que el reconocimiento del inmenso costo que significó el PRI, como abanderado del mito revolucionario, para este país. Mito que Paredes recupera citando a Reyes Heroles: “La tarea de la fundación de nuestro partido se facilita porque los hombres de la Revolución han tenido un Congreso Constituyente, el de 1917. Esa Constitución es la síntesis que los revolucionarios persiguen en ese entonces. Con ese denominador común se forma nuestro partido”.
Pero ella misma rechaza “enérgicamente el razonamiento equívoco de algunas voces, cuando afirman que el posible triunfo del PRI en 2009, es un regreso al pasado”. Vaya pues, son herederos de esa inexistente Revolución; han sido, en el balance, positivos para el país; pero lo que ofrecen no es eso, porque no representan un regreso al pasado. ¿Entonces qué representa el PRI?
Hay dos frases más en el discurso de la señora Paredes que responden esta pregunta. Primero, el reconocimiento de que durante el gobierno de Fox, el PRI nunca entendió su lugar, y obstaculizó hasta donde pudo ese gobierno. La otra, “muchos de los que estamos aquí, sólo le debemos gratitud a nuestro partido. Fue generoso en la etapa en la que redistribuyó el poder”.
Eso es el PRI: la negativa a discutir el pasado, la incapacidad de entender el presente, pero sobre todo, la gratitud por la generosidad desde el poder. Corrupción es la palabra que usamos los demás.
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
Lydia Cacho
Plan B
Construir otro México
He aprendido mucho desde que soy bloguera. Me fascina el ciberespacio para “hacer comunidad”, para compartir ideales, debatir ideas y descubrir perspectivas sobre lo que nos ocupa y preocupa. Y para construir movimientos sociales.
Con los años me he topado de todo. Los que navegan buscando los pequeños errores para descalificar, los que insultan o amenazan, los pesimistas endémicos, los asesinos en potencia que recomiendan aniquilar políticos. Los que critican lo que no dijimos y no lo que sí se planteó. O quienes creen que opinar sobre un caso es generalizar sobre todos. Están las angustiadas solidarias que preguntan qué hacer y cómo ayudar en tal o cual causa. Están quienes siempre aportan algo más a los textos y nos ayudan a aprender más. Y quienes se comprometen a partir de estos debates.
Durante 25 años he sido parte de un movimiento social de mujeres que ha logrado transformar efectivamente la manera en que percibimos la violencia contra mujeres, niños y niñas. Abrimos un albergue para personas con VIH-sida, hartas de sentir la angustia de saber que cientos de jóvenes en nuestra comunidad morían en el abandono médico y emocional. Años después fundé, con unas amigas, un refugio para mujeres maltratadas. Donde reconstruyen su vida con sus hijos e hijas. Es el trabajo más luminoso que he hecho en mi vida.
Nunca dejé de trabajar como periodista. Eso no me hace especial, ni heroica; sólo tomé una decisión de vida, decidí ser parte de una sociedad civil profesional, trabajar por una vida digna para mí y mi comunidad.
Sé que las transformaciones sociales tienen que ver con estrategias, no con sacrificios. Establecer una agenda concreta, como la erradicación de la violencia, implica crear mensajes precisos y actuar en congruencia; dejar de reaccionar ante el conflicto y enfocarnos en atención y prevención directa. Prevenir no es decirle a la gente lo que está mal, sino enseñarle herramientas para enfrentar y salir de esas dinámicas.
Necesitamos encontrar un discurso común sobre qué significa la violencia y qué significa la paz. Si para lograr la paz exigimos la participación del Ejército, la contradicción conceptual genera más conflictos que soluciones. Evidentemente no es fácil, porque la transformación social precisa de evolución individual. Para trabajar contra la violencia, necesitamos admitir la violencia que ejercemos todos los días en pequeña o gran escala.
La cultura nos nutre de mitos que dificultan la acción social positiva. La gente repite que la violencia es “connatural al hombre”, que la prostitución es “el negocio más antiguo de la humanidad” y que la corrupción política “es inevitable”. Pero sabemos que ejercer violencia es una decisión, que la explotación sexual es parte de una industria multimillonaria, y que los políticos deben rendir cuentas y la sociedad puede, si quiere, transformar a sus gobiernos. La fuerza de la sociedad civil no está solamente en señalar lo que está mal, sino en sus estrategias para transformarlo. Es un trabajo colectivo, y la manera de reaccionar determina nuestro papel para construir la paz o para nutrir la violencia. Cambiar el discurso sería el principio. México no es un país corrupto, muchos mexicanos eligen serlo. Los golpeadores eligen maltratar a las mujeres. La guerra-circo contra el narco no hacía falta. Se necesita enjuiciar a los gobernadores, empresarios y banqueros cómplices, no negociar con ellos. Construir la paz no es un sueño, sino una estrategia, ¿o no?
He aprendido mucho desde que soy bloguera. Me fascina el ciberespacio para “hacer comunidad”, para compartir ideales, debatir ideas y descubrir perspectivas sobre lo que nos ocupa y preocupa. Y para construir movimientos sociales.
Con los años me he topado de todo. Los que navegan buscando los pequeños errores para descalificar, los que insultan o amenazan, los pesimistas endémicos, los asesinos en potencia que recomiendan aniquilar políticos. Los que critican lo que no dijimos y no lo que sí se planteó. O quienes creen que opinar sobre un caso es generalizar sobre todos. Están las angustiadas solidarias que preguntan qué hacer y cómo ayudar en tal o cual causa. Están quienes siempre aportan algo más a los textos y nos ayudan a aprender más. Y quienes se comprometen a partir de estos debates.
Durante 25 años he sido parte de un movimiento social de mujeres que ha logrado transformar efectivamente la manera en que percibimos la violencia contra mujeres, niños y niñas. Abrimos un albergue para personas con VIH-sida, hartas de sentir la angustia de saber que cientos de jóvenes en nuestra comunidad morían en el abandono médico y emocional. Años después fundé, con unas amigas, un refugio para mujeres maltratadas. Donde reconstruyen su vida con sus hijos e hijas. Es el trabajo más luminoso que he hecho en mi vida.
Nunca dejé de trabajar como periodista. Eso no me hace especial, ni heroica; sólo tomé una decisión de vida, decidí ser parte de una sociedad civil profesional, trabajar por una vida digna para mí y mi comunidad.
Sé que las transformaciones sociales tienen que ver con estrategias, no con sacrificios. Establecer una agenda concreta, como la erradicación de la violencia, implica crear mensajes precisos y actuar en congruencia; dejar de reaccionar ante el conflicto y enfocarnos en atención y prevención directa. Prevenir no es decirle a la gente lo que está mal, sino enseñarle herramientas para enfrentar y salir de esas dinámicas.
Necesitamos encontrar un discurso común sobre qué significa la violencia y qué significa la paz. Si para lograr la paz exigimos la participación del Ejército, la contradicción conceptual genera más conflictos que soluciones. Evidentemente no es fácil, porque la transformación social precisa de evolución individual. Para trabajar contra la violencia, necesitamos admitir la violencia que ejercemos todos los días en pequeña o gran escala.
La cultura nos nutre de mitos que dificultan la acción social positiva. La gente repite que la violencia es “connatural al hombre”, que la prostitución es “el negocio más antiguo de la humanidad” y que la corrupción política “es inevitable”. Pero sabemos que ejercer violencia es una decisión, que la explotación sexual es parte de una industria multimillonaria, y que los políticos deben rendir cuentas y la sociedad puede, si quiere, transformar a sus gobiernos. La fuerza de la sociedad civil no está solamente en señalar lo que está mal, sino en sus estrategias para transformarlo. Es un trabajo colectivo, y la manera de reaccionar determina nuestro papel para construir la paz o para nutrir la violencia. Cambiar el discurso sería el principio. México no es un país corrupto, muchos mexicanos eligen serlo. Los golpeadores eligen maltratar a las mujeres. La guerra-circo contra el narco no hacía falta. Se necesita enjuiciar a los gobernadores, empresarios y banqueros cómplices, no negociar con ellos. Construir la paz no es un sueño, sino una estrategia, ¿o no?
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