La migración en tránsito es uno de los temas más difíciles de solucionar en cuanto a políticas públicas se refiere. Para empezar, es un asunto multilateral, donde intervienen los países de origen, el país de tránsito y el país de destino. Pero las leyes se deciden de manera soberana en cada país, independientemente de que puedan impactar de manera directa en un tercero.
Un ejemplo claro es el caso de la ley de pies secos, pies mojados
para los cubanos que llegan a Estados Unidos. Los estadunidenses solucionaron el problema de los balseros (que podían atajar en el mar y regresarlos de acuerdo con Cuba), pero dejan pasar libremente a los cubanos que llegan por México con los pies secos
y solicitan refugio. México se convirtió en país de tránsito para los cubanos y tiene que pagar los costos, mientras Estados Unidos los acoge con los brazos abiertos.
En el caso de México y otros países de tránsito la política que se ha aplicado es la de externalizar las fronteras. El Suchiate y no el Bravo se convirtió en la frontera de Estados Unidos. Y en la práctica México deporta más centroamericanos que el país vecino. En 2010 fueron deportados 60 mil migrantes centroamericanos y Estados Unidos sólo deportó a 43 mil. Obviamente esta política se impone dentro de un contexto de asimetría de poder.
Sucede lo mismo en Marruecos, que tuvo que doblar las manos ante la Unión Europea y se ha convertido en el parapeto que limita la migración irregular que se dirige a España y Europa. La mano dura del rey de Marruecos ha dado resultados y ha frenado el flujo que se dirigía a Ceuta y Melilla. Habría que analizar si hubo alguna negociación y cuáles serían los términos.
Es también el caso de Libia, donde el coronel Muamar Kadafi, llegó a un acuerdo con Italia para servir como freno y filtro a la migración en tránsito que llegaba de los países subsaharianos. Además de los múltiples negocios de los italianos con Libia, el tema migratorio era muy relevante para su agenda bilateral.
Otro caso bastante publicitado fue la zona de refugio conocida como La Jungla, en el paso de Calais, Francia. Es el lugar donde pasa el Euro Túnel y donde salen los ferris que comunican Francia con Inglaterra. Durante más de una década, el gobierno francés toleró a los migrantes que se instalaban en la zona en espera de tener una oportunidad para poder cruzar el Canal de la Mancha. Finalmente llegó la negociación, en este caso no se trata de un contexto de asimetría de poder, pero pone de manifiesto la complejidad de las políticas públicas para la migración en tránsito. La cuerda se rompió finalmente por lo más delgado: los migrantes.
En México el problema de la migración en tránsito es fundamentalmente centroamericano: 42 por ciento de la migración irregular llega de Guatemala, 34 por ciento de Honduras y 15 por ciento de El Salvador, en total 92 por ciento. Si se solucionan las causas de la migración en estos países se soluciona el problema. Habría que preguntar cuál es la política de Estados Unidos al respecto.
Una posible solución es la de crear una zona de libre circulación entre México y Centroamérica y, por qué no, con toda Sudamérica. Los pasos ya se han dado: hay libre circulación con el programa CA4 entre Guatemala, El Salvador Nicaragua y Honduras, así como también hay libre circulación en la Comunidad Andina y el Mercosur. No se necesitan visas ni pasaportes, sólo un documento oficial de identidad. La libre circulación se entiende en estos países como una oportunidad para el desarrollo, pero todavía no implica el libre mercado de trabajo. No obstante, facilita el tránsito, los negocios, la comunicación y el conocimiento mutuo, por otra parte controla la corrupción y la extorsión; además, evita la xenofobia y la discriminación.
México está en una situación geopolítica muy complicada. Tiene un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, pero en ambos casos los mexicanos requerimos de visas y múltiples requisitos para ingresar a los países socios. No hay esperanzas de una zona de libre circulación con América del Norte, pero sí se podría establecer, de manera soberana, un acuerdo de libre circulación con América Latina y el Caribe. Precisamente de este modo Guatemala, por donde pasan hondureños y salvadoreños, ha solucionado de manera legal y efectiva el problema de la migración de tránsito.
Si no se da la integración plena con Estados Unidos y Canadá, que implicaría mayores facilidades para el tránsito entre los tres países, México podría optar por otras alternativas. Este es el futuro, el proceso se da en Europa, en el Magreb, en el Caribe, en tres regiones de África y en América Latina. Mientras unas puertas se cierran otras se abren.
La segunda alternativa es documentar y otorgar una visa de tránsito para los migrantes. Que deberán entrar a México con pasaporte y solicitar su visa en el consulado o en la frontera. Esto supondría ver a los migrantes de otros países, y vernos a nosotros mismos, como seres humanos con derechos fundamentales y no como enemigos, extranjeros o delincuentes que deben ser perseguidos. Esta es la propuesta de varios grupos que ven la temática migratoria desde una óptica de derechos humanos y que se niegan a aceptar una política pública migratoria desde una perspectiva de seguridad nacional, como la que se implementa en Estados Unidos.
La tercera alternativa es la que tenemos actualmente: México hace el trabajo sucio asume los costos, los riesgos y los problemas de controlar la migración indocumentada que no se quiere quedar en el país.
La migración en tránsito está en una encrucijada y requiere ser discutida a fondo. Cualquier opción tiene problemas e implicaciones serias para el presente y el futuro del país.
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