Por Carlos A. Villa
Las razones de ser del Estado consisten en garantizar a la sociedad los marcos jurídicos y las bases legales, entre otras atribuciones, para que ésta se desenvuelva plenamente en ejercicio de sus derechos, capacidades y competencias. De esta forma el Estado fomenta un desarrollo más armonioso y justo, al igual que facilita formas de gobierno y de convivencia acordes con este fin, como lo es la democracia. El Estado provee bienes y servicios básicos a la sociedad a la vez que regula la economía y las actividades en todos los órdenes de la vida pública, administra la justicia, protege el territorio y controla o rige las fuerzas armadas.
Cuando el Estado deja de cumplir con estas funciones comienza a debilitarse y cae en descrédito. Más aún, cuando el Estado abandona su misión y se vuelve contra la sociedad por haberse vinculado o caído en manos de individuos o grupos ajenos a su naturaleza, como son los poderes fácticos, se autodestruye. Cuando el Estado no ofrece garantías a la sociedad en términos de legalidad, lo que se conoce como Estado de Derecho, la expone al peligro. Cuando el Estado ha sucumbido mediante mecanismos como el soborno, a los intereses sesgados de ciertos grupos, inclusive extranjeros, pierde su razón de ser.
Todo esto ha sucedido en México y evidentemente nos da indicios para pensar en que efectivamente se terminó el Estado, o al menos las razones para conservarlo, la mayoría ni nos hemos enterado. Ahora mismo se presentan dos casos que pueden servir de ejemplo de todo lo anterior. Precisamente se manifiestan de dos formas que nos ayudan a comparar y más o menos hacer un dictamen sobre lo que sucede hoy al pasar la mitad del 2011. Se trata de un hecho de impacto nacional y otro estatal. Ambos sirven de muestra por los niveles de contundencia que no dejan lugar a dudas.
El primero de ellos son las declaraciones de Elba Esther Gordillo, quien sin más desnudó verdades que no se conocían del todo o no se tenía la certeza: vergonzantes, siniestras. Una estampa cruda de lo que es la política en este país o mejor dicho, lo que son ciertos políticos, muchos de ellos, la mayoría quizá, comenzando por el presidente que, para llegar a serlo, se sometió a la oscura voluntad de la líder sindical.
Y es líder de maestros, lo cual enseña la categoría, los niveles de éstos que se pastorean con tanta facilidad como inconscientes borregos. Son ellos los que sostienen con parte del salario el imperio degenerado, porque así se auto confesó, por ser capaz de sobornar, traicionar, venderse al mejor postor, pactar ganancias, parcelas de poder donde es posible exprimir en términos de cargos públicos, comisiones, dividendos de todo tipo. Elba Esther dejó claro en qué consiste su actividad, un pragmatismo que puede mover a su conveniencia las aspas del molino que es la política de este país. Ella vende o trueca, para decirlo con mayor exactitud, fuerza electoral, así de simple, a cualquier partido o movimiento de trascendencia nacional. Tiene el fiel de la balanza, lo saben los demás y se someten. ¿Cómo llegó a tanto aquella “flaca” extrovertida que le simpatizó a López Portillo, durante un acto de maestros?
¿Cómo se puede explicar que la fuerza de uno de los personajes más controvertidos, cuestionables y determinantes para las causas torcidas y antidemocráticas que se están imponiendo entre los círculos políticos, proviene del magisterio? Qué revoltijo es todo esto, sin duda.
Los educadores de nuestros hijos (por eso han proliferado tanto las escuelas privadas) manipulados y utilizados para sostener una estructura que asfixia no tan sólo a la educación, entendida como proyectos vanguardistas o al menos actualizados sobre el proceso enseñanza-aprendizaje y práctica de los conocimientos, sino que se presta de forma mercenaria para asegurar triunfos de candidatos sin importar la filiación y los principios ideológicos, vaya, sin tomar en cuenta lo que le puede suceder al país por ser llevados los hilos de su conducción a la guaridas del hampa. Aquí ya no tiene ningún sentido educar, ni gobernar, ni el Estado ni nada.
Y, asómbrese, de la misma forma en que manejó al actual mandatario, permitiéndole así que fuera presidente, aunque nada más fuese como figura decorativa que no tiene empacho en disfrazarse de lo que sea, sobre todo de militar, también da instrucciones en las agendas de varios gobernadores. Un poder inmenso, fáctico, depravado, porque corrompe hasta la médula del proceso democrático mexicano, mismo que gracias a estas corrientes golpistas se ha quedado estancado y hasta huele mal.
¿Qué clase de Estado es este, existe realmente como tal?
El otro caso es local, se ubica en Jalisco, se ha publicitado cada día desde que alguien lo sacó a la luz. El atraco de 9.5 millones de pesos del erario que realizó el contralor y su posterior exoneración, ya que fue exhibido y denunciado por parte de las facciones del PRD y PRI en el Congreso del Estado, arguyendo razones que rayan en lo ridículo. Estos actores sociales: contralor, diputados y otros políticos en activo o en la congeladora, le dicen de forma precisa a la sociedad que están para burlarse de todos, porque la burla es parte de su actividad como individuos sedientos de dinero, poder, lo que sea, a cualquier precio, siempre y cuando no lo pague su bolsillo. Ser parte de la administración pública o del gobierno, para ellos equivale a tener una especie de “patente de corso” que les permite impunemente el saqueo del dinero público.
En lugar de sacrificar esta pieza podrida y caminar con mejor imagen hacia las elecciones, las facciones coludidas le pasaron por encima a la opinión pública, les importó un bledo el qué dirán, y dejaron muy grande la posibilidad del blanquiazul para continuar en Casa Jalisco.
Ya iban muy avanzados, pero quizá les ganó la ambición o el miedo de que la caída de Godoy jalara hilos comprometedores que pudieran hacer rodar varias cabezas. Como sea, el panorama no es para nada aseado, al contrario. El ejercicio de la política nacional y regional se desorientó, se fue por otros rumbos alejados de lo social, en términos de conceder importancia a las bases y al juego político en si, El interés económico bajo la visión individualista del capitalismo a ultranza, absorbió todo lo demás, hasta al propio Estado. Y no fue un asunto de moral, sino de política y sobre todo de políticos.
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