La última posibilidad que PAN y PRD tuvieron para intentar despeinarle el copete a Enrique Peña Nieto se perdió cuando, desde Los Pinos, respondieron con un rotundo “no” a la declinación de Luis Felipe Bravo Mena a favor de Alejandro Encinas en los comicios del Estado de México. La petición fue directa de Los Chuchos a la dirigencia nacional del PAN y ocurrió exactamente hace un mes. El PRD ofreció un doble trueque: “Guadalupe Acosta declina a favor de Martha Elena García en Nayarit, y el candidato perredista en Coahuila también declina por el panista Guillermo Anaya, a cambio de que Bravo Mena se retire a favor de Encinas”.
“No, en ningún caso, Luis Felipe no declina y va hasta el final”, fue la respuesta contundente que dieron en la casa presidencial a la propuesta de la cúpula perredista. Se cerró así cualquier posibilidad de intentar al menos presionar el virtual triunfo del PRI en el Estado de México, y de paso se canceló también una alianza de facto en Nayarit que hubiera puesto en jaque al priísmo, porque ahí sí, matemáticamente, la declinación de Acosta pudo haberle asegurado el triunfo a la panista Martha García.
¿Por qué se negaron en Los Pinos a negociar las declinaciones cuando ellos mismos promovieron ese esquema en Guerrero? Al parecer había un compromiso personal del presidente Calderón Hinojosa con quien fuera su secretario particular para no exponerlo a una declinación que lo dejara como simple alfil y lo colocara en ridículo. Bravo Mena habría pedido, cuando aceptó postularse por segunda ocasión como candidato a los comicios mexiquenses ante la ausencia de candidatos, no ser sacrificado y en Los Pinos le cumplieron. Aunque no está claro si con su lejano tercer lugar podrá evitar el ridículo.
También hay quien afirma que en la negativa presidencial para que Luis Felipe declinara por Encinas, pesó la relación cercana del candidato perredista con Andrés Manuel López Obrador. “De beneficiar a López Obrador a beneficiar a Peña Nieto, es preferible lo segundo”, habría sido la lógica en la casa presidencial que, de ese modo, a querer o no, terminó por allanarle el camino a Enrique Peña Nieto, quien después del triunfo que se prevé el domingo por su candidato Eruviel Ávila, se enfilará directo y sin obstáculos por ahora visibles, a la candidatura presidencial del PRI.
Además, al cancelar las declinaciones, se emparejó también el camino para lo que puede ser un domingo en el que arrase el PRI en los tres estados que elegirán gobernador el próximo 3 de julio. Salvo el caso de Nayarit, que se cerró al final con ventaja ligera para el candidato del PRI, Roberto Sandoval, en Coahuila y en el Estado de México, los últimos sondeos conocidos hacían prever un resultado que favorecerá a los abanderados del viejo partido, Rubén Moreira y Eruviel Ávila.
En Nayarit podría producirse la única sorpresa de la jornada. La diferencia de cuatro a ocho puntos que daban los sondeos al candidato tricolor podría revertirse si se cumplen algunas condiciones: una participación masiva de votantes en las urnas, superior a 55% del padrón —el promedio histórico es de entre 48% y 50%— lo que beneficiaría a la candidata opositora; en cambio, una menor participación aseguraría el triunfo del PRI. Al final, en Nayarit lo que definirá las cosas será también el duelo de estructuras y la capacidad que los dos candidatos tengan para llevar votantes a las urnas, algo que ellos llaman “movilización de votantes”, pero que en realidad es un acarreo organizado de electores el día de los comicios.
Por lo demás, en el estado de Coahuila con toda la estela de golpes bajos y campañas sucias que se dio de ambos lados —acusaciones de corrupción a los Moreira contra señalamientos de vínculos con el narcotráfico al panista Anaya y a su familia— sería muy difícil que ocurrieran sorpresas y todo indica que se concretará el plan trazado desde hace más de un año por el ex gobernador Humberto Moreira Valdés para entregarle el poder a su hermano Rubén.
Pero de todas las elecciones del domingo, la de mayor impacto político será sin duda la del Estado de México. El lunes arranca la campaña de Enrique Peña Nieto rumbo a 2012 y, aunque en política todo puede ocurrir y falta tiempo, no se ve cómo ni de adentro del PRI ni del gobierno calderonista puedan despeinar ese copete al que, por más expuesto que lo han tenido y por más que lo han intentado, no han podido moverle ni un pelo.
NOTAS INDISCRETAS… A varios oficiosos que llegaron a buscarlo para convencerlo de que se sume a la campaña de Peña Nieto, el senador Manlio Fabio Beltrones los paró en seco: “No vengan a convencerme a mí, esperen los tiempos, yo no tendré problema en reconocer que Peña Nieto sea el candidato, pero primero tenemos que discutir en el partido para qué queremos volver al poder, cuál es la propuesta del PRI a la gente”. Cuentan que no fue uno de los “acomedidos” que buscaron al senador para tratar de venderle a Peña la intermediación, pero todos fueron rebotados por el sonorense… La última propuesta de Guadalupe Acosta para declinar por la panista Martha García fue que declinaran los candidatos del PAN a favor del PRD en tres municipios: Tepic, Santiago y Bahía de Banderas. Cuando los panistas analizaban la propuesta, Acosta ya no esperó y canceló públicamente cualquier posibilidad de declinar: “Ni muerto declino por ella”, dijo. Y es que dicen que el PRI operó en el inter y con las artes de $educción que los priístas dominan tan bien, convencieron a Guadalupe de olvidarse de la declinación… Los dados mandan. Serpiente. Mal tiro.
En el ámbito público central se impulsaron, con relativa facilidad y desde los medios de comunicación masivos en esta contienda, varios supuestos erróneos. Uno, el central, sostuvo la inminencia del triunfo priísta en el Edomex. El desaliento, la inmovilización y el abstencionismo quedaron implícitos como objetivos a lograr. La confianza priísta en su aparato, aplastante e integrado al gobierno, haría lo necesario, incluyendo cualquier ilegalidad. Hay que denunciar, sin embargo, que el señor Eruviel, aun antes de ser identificado a escala estatal, pues le conocía apenas 36 por ciento de la población, según sondeo de El Universal, contaba ya, de acuerdo con el seguimiento de Milenio, con una propensión de voto mayor a 50 por ciento. Otros supuestos, aunque colaterales, trabajan para inducir una victoria no sólo aplastante del oficialismo estatal ante la presentada como débil oposición, sino ahuyentadora de todo reclamo ante tribunales. Treinta puntos porcentuales de retraso le asignaron, desde el arranque, al oponente motivo de sus miedos: Alejandro Encinas Rodríguez (AER). Y ahí lo mantuvieron hasta el cierre de campaña. Hay que decir, sin embargo, que esas encuestas diarias (telefónicas) se llevaron a cabo entre una población que tiene a más de la mitad de los posibles votantes en la pobreza y la marginación. Sus conexiones telefónicas, por tanto, son inexistentes. A pesar de ese hecho la opinocracia se lanzó, sin requiebro alguno, a solidificar lo revelado por esos sondeos, varios de ellos concurrentes en sus conclusiones.
No faltaron las tácticas de distracción a lo largo del proceso electoral. Así, la crítica, orgánica en su mayoría, y la reactiva hacia las posturas de izquierda dominantes en los medios, han recalado una y más veces en asuntos por demás laterales. Preguntas recurrentes como ¿quién acompaña a los candidatos?, ¿quién está detrás de cada uno de ellos?, ¿quién saldrá ganando además del triunfador en las urnas, será Peña Nieto, AMLO o Calderón? dieron pábulo a un sinnúmero de alegatos que a poco conducen y sólo concitan a la confusión. Para tratar de minimizar las posibilidades de AER el ataque indirecto fue regular y constante. Unas veces versó sobre la intervención de AMLO para nominarlo, otras, para imponerle ideas y proyectos o usarlo como un simple escalón con miras a sus ambiciones para 2012.
Muy pocas fueron las reflexiones sobre las violentas trasgresiones a la vida democrática. La evidente carga condicionante para inducir una elección, que bien puede catalogarse como de Estado
, no fue motivo de atención, menos aún de condena. Al contrario: cuando se mencionó tal característica, se le disculpó aduciendo que los votantes del Edomex la dan por descontada y por ello se alinean, irredentos, tras la oferta priísta. También se presumió, con cinismo inaceptable, que los ciudadanos mexiquenses saben de la frivolidad y derroche de su actual gobernante, de los negocios de sus élites políticas al amparo del poder, de su fragilidad conceptual y reducidos horizontes, del inveterado mapacheo con los recursos públicos y, aun así, optan por la continuidad. La izquierda, y AMLO en lo particular, pagarán, según sus recuentos interesados, por desperdiciar la alianza con el panismo para vencer y desterrar al PRI en su intentona por llegar a Los Pinos.
El avance de las opciones reaccionarias en el país es un hecho cierto, pero desgraciado. Una de sus formaciones, la priísta, lleva la delantera, a juzgar por las encuestas recientes. La del panismo se ha desfigurado entre la ineficacia de su accionar, falta de visión, sus desplantes hipócritas y el desgaste que le acarrean sus posturas guerreras. Pero ello no descarta que aquí se insista en el mundo de oportunidad que existen hoy y mañana para la izquierda. En especial por la urgente necesidad de regenerar la apaleada vida democrática del país, por la defensa y el avance del estado de bienestar y los derechos humanos, así como para asegurar un desarrollo económico sustentable y justo. Sobre estas líneas de propuestas se trabajó en la campaña del Edomex y habrá de completarse para la lucha por el cambio en la nación entera. Y eso implica, también, restituirle a la política el orgullo de la honradez en el decir y el hacer. Las posturas de la derecha, en cualquiera de sus dos versiones, no hablan de tales principios y conductas. Menos todavía pretenden amarrarse a la transparencia o la legitimidad para el arribo al ejercicio público, condiciones ineludibles del buen gobierno.
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