Carlos Bonfil
Fotograma de la cinta de Richard Linklater
Los abrazos rotos. Con intervalos exactos de nueve años entre una y otra película, la trilogía sentimental de Richard Linklater, que inicia con Antes del amanecer (1995), prosigue con Antes del atardecer (2004) y concluye ahora con Antes de la medianoche (2013), es una experiencia insólita en el cine comercial estadunidense.
Su filiación evidente es el tipo de sagas románticas francesas, en las que se siguen las fortunas y desventuras de un personaje, como Antoine Doisnel (Jean-Pierre Léaud), como en las primeras cintas de Francois Truffaut, a lo largo de varios años, coincidiendo la narración cinematográfica con la biografía y educación sentimental del comediante.
O los cuentos morales de Eric Rohmer, en los que el paso de las estaciones marca los estados de ánimo de los protagonistas ocupados en improvisar y diseccionar en diálogos interminables los juegos del amor y del azar, y la mecánica de una infatuación amorosa y sus impredecibles consecuencias.
O la referencia cinéfila, con guiños al cine de Godard (El desprecio) y de Cassavetes (Corrientes de amor) y sus crónicas del desencuentro afectivo, o el cine de Almodóvar (Los abrazos rotos), que a su vez cita a Rossellini (Viaje a Italia), para abundar en el tema de la fragilidad de la pasión sentimental ante el desgaste del ánimo vital y el perturbador presentimiento de la muerte.
La apuesta del estadunidense Richard Linklater es novedosa porque rompe de tajo y de manera audaz con las narraciones rutinarias que Hollywood impone en el mundo entero como fórmulas hegemónicas de entretenimiento: los blockbusters clonados que acompañan muy bien el compulsivo consumo de comida chatarra en las salas cine y eficazmente desalientan toda reflexión que aleje al espectador de la consulta combinada de la pantalla grande y la pantalla de su celular.
En el cine de Linklater, en particular en su estupenda trilogía sobre la relación amorosa de una pareja no casada –la francesa Céline (Julie Delpy) y el estadunidense Jesse (Ethan Hawke)–, registrada en escenarios europeos diversos a lo largo de 18 años, no hay muchos elementos de distracción. Si el espectador desatiende los diálogos, largos e intensos, llenos de aristas sorpresivas, pierde lo esencial de la película y más valiera entonces abandonar la sala.
El tema es la relación de pareja, con sus limitaciones y alcances, y sus extraordinarios giros desde el flirteo inicial hasta el desencanto que propicia el paso del tiempo, es tan universal como intemporal, y lo abordan tanto una telenovela ayuna de imaginación como una cinta tan compleja como Escenas de la vida conyugal, de Ingmar Bergman.
En Antes de la medianoche, el realizador se toma libertades sorprendentes para el cine comercial: diálogos prolongados de la pareja protagonista, una toma en el interior de un auto con duración de 14 minutos, y una secuencia –discusión y pleito sentimental– de casi media hora.
Es el registro de las emociones en filigrana, como en Copia fiel, de Abbas Kiarostami, y la sucesión de estados de ánimo cambiantes que van de la euforia a la amargura, del juego inocente a la ironía mordaz, o de una frustración personal al inconfesable reproche a la pareja por sus éxitos profesionales intransferibles.
Es momento de recapitular el asunto de la trilogía. En Antes del amanecer, Jesse, joven aventurero de 23 años conoce en un tren a Céline, estudiante de la Sorbona, y juntos hacen una parada en Viena para vivir por espacio de unas horas un romance intenso. Se separan prometiéndose verse de nuevo pocos meses después. Pasan, sin embargo, nueve largos años y en Antes del atardecer la pareja coincide en París, donde ella es militante ambientalista y él un visitante novelista exitoso, infelizmente casado y padre de un hijo. El romance cobra un nuevo impulso y al término de un largo día de caminatas, fuertes entusiasmos eróticos y renovadas complicidades intelectuales, se produce otra separación.
En Antes de la medianoche, última entrega de la saga sentimental, el matrimonio de Jesse se ha vuelto, nueve años después, un fracaso asumido. En una sorpresiva elipsis vemos a Jesse y a Céline todavía sin casarse (el matrimonio es ahora aspiración de los gays), padres de dos niñas gemelas, dispuestos a vivir en Grecia una prolongada y heterodoxa luna de miel a lado de amigos cercanos. En ese escenario idílico se enfrentan –como la pareja de El desprecio en la isla de Capri o la pareja conyugal entre las ruinas de Pompeya en Viaje a Italia–, al contrapunto de una oscura crisis sentimental que expone y agudiza los miedos personales, la insatisfacción profesional, las inclemencias de la edad, la incomprensión mutua y el hastío, y la necesidad de limar todas las asperezas en ese acuerdo mutuo, difícil e insoslayable, que es una inteligente convivencia amorosa.
Antes de la medianoche, el mejor estreno en cartelera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario