El Salón Rojo
John Wick (Dir. David Leitch & Chad Stahelski)
A veces no se necesita reinventar el hilo negro sino simplemente
seguir al pie de la letra las viejas recetas, usar los ingredientes
correctos y cocinarlo todo con buena sazón. John Wick, la
ópera prima de David Leitch y Chad Stahelski, no es más que una
retahíla de clichés pero cuya eficaz ejecución da como resultado una
experiencia sorprendentemente gozosa en un género a últimas fechas
dominado por la pirotecnia más ramplona.
Los primeros cinco minutos de la cinta bien podrían ser una lección
de cine para todos aquellos que hacen del frenesí sinónimo de acción.
El tándem de directores inicia este festival de sangre y balazos
mediante un flujo de imágenes que, con lujo de mutismo, definen con
solvencia el escenario: un hombre (cuya identidad desconocemos),
perturbado aún por la reciente muerte de su esposa, recibe un tierno
cachorrito como último regalo preparado por ella misma antes de morir
de cáncer. Una noche, un grupo de maleantes entra a su casa, lo golpea
salvajemente, le roban su precioso Mustang y le matan al perrito.
Lo que los malandros desconocían es que aquel hombre no es otro que
John Wick(Keanu Reeves), un matón a sueldo retirado cuya fama de letal
máquina de muerte le precede. “Este hombre no es el coco, es la persona que llamas para ir a matar al coco”
explica en algún momento el jefe de la mafia rusa (Michael Nyqvist), al
enterarse que su propio hijo (Alfie Allen) fue quien, estúpidamente,
robó el carro de Wick y masacró al pobre perro.
La inesperada destreza de los directores se hace patente en
secuencias de balazos, acción y peleas cuerpo a cuerpo que están
inusualmente bien filmadas, mejor editadas e increíblemente
musicalizadas. Alejados del vicio de la edición rápida y el plano
cerrado (trucos baratísimos para ocultar la falta de destreza), Leitch
y Stahleski saben cómo filmar una escena de pelea cuidando los
espacios, el ritmo y sin ocultar la acción al público, por más
sangrienta que esta sea.
Y es inesperado porque si uno revisa la filmografía de este par de
directores verá que su experiencia no es detrás de cámaras sino justo
frente a ellas: como dobles de acción de Brad Pitt en Fight Club (Fincher, 1999) y del propio Keanu Reeves en Matrix (Wachowski,
1999). ¿Cómo hicieron este par de individuos para en tan sólo 15 años
pasar de meros costales de golpeo a eficaces armadores de escenas?, no
tengo la menor idea, pero queda claro que en ese tiempo aprendieron
algo más que saber caer y soltar trancazos.
La película tiene la virtud de jamás tomarse en serio; el guión del
también debutante Derek Kolstad deja mucho espacio al humor, aunque no
por ello carece de elegancia en su ejecución y referencias: aquí se
encontrarán homenajes a Matrix, pasando por Collateral (Mann, 2004), Drive (Refn, 2011), el cine de Jean-Pierre Melville (Le Samouraï, Le Circle Rouge) y el de Luc Besson (Fifth Element, Lucy).
Por eso no deja de ser decepcionante que rumbo al final, guionista y
directores decidan dejar el auto en neutral y llevarlo de bajadita
rumbo a un final obvio, sin propuesta, y donde lo único que queda por
hacer es recurrir al simple videojuego como machacada opción estética
para dar cierre a toda esta fiesta.
Con todo, John Wick es un sorpresivo despliegue de
elegancia, coreografía, ritmo y buen humor en un género cada vez más
habituado a las explosiones excesivas, el ritmo frenético y la
petulancia infinita; y sí, ya saben de quién Michael Bay estoy hablando.
John Wick (Dir. David Leitch & Chad Stahelski)
3.5 de 5 estrellas.
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