Leonardo García Tsao
Después de la revisión tragicómica de Un tranvía llamado deseo efectuada en Jazmín azul
(2013), le tocaba a Woody Allen volver a un tono más ligero, que ha
caracterizado el último tramo de su filmografía. El rumbo que toman
esas producciones parece decidido por el sitio europeo donde el tío
Woody quiera pasar unas vacaciones. Ahora tocó a la Costa Azul ser el
escenario donde se desarrolla Magia a la luz de la Luna, su largometraje número 44.
La canción You Do Something to Me, de Cole Porter, acompaña
la secuencia de créditos (escritos en fuente Windsor, claro) y será el
tema recurrente de la película. Situada a finales de los años 20, la
acción se inicia en un teatro de Berlín, cuando el mago Stanley
Crawford (Colin Firth, quien ha hecho carrera de interpretar ingleses
pedantes), caracterizado como el chino Wei Ling Soo, realiza
espectaculares actos. Tras bambalinas, su único amigo y colega Howard
(Simon McBurney) le cuenta de una espiritista estadunidense que parece
auténtica. Aunque ella se encuentra en la Costa Azul, como huésped de
la pudiente familia gringa Catledge, Crawford no puede resistir la
tentación de viajar hasta allá para delatar a otra supuesta médium como
el fraude que es.
Arrogante y escéptico, Crawford se queda estupefacto cuando Sophie
Baker (la encantadora Emma Stone) adivina su pasado y, en la noche,
realiza una convincente sesión de espiritismo. Todo el cuadro de
valores del británico se viene abajo cuando la posible existencia de un
más allá, pulveriza su noción racional y científica de la vida. Por
supuesto, aunque está comprometido con otra mujer, Crawford se enamora
perdidamente de Sophie, quien al mismo tiempo está siendo cortejada por
el baboso Brice Catledge (Hamish Linklater).
Allen no se ha tomado mucho tiempo para disfrazar lo que es perfectamente previsible. Tomando prestados ciertos elementos de Pigmalión, de
George Bernard Shaw, el cineasta plantea nuevamente el romance entre un
culto hombre mayor y una chica iletrada y aparentemente ingenua. (En
efecto, Firth dobla la edad de Stone.) Si bien las convincentes
actuaciones de los dos actores principales brindan cierta chispa a su rapport, estamos
atestiguando un enamoramiento por conveniencia del guionista. El amor,
aunque forzado, es la vieja panacea a una actitud –compartida por
Allen– de pesimismo sobre la condición humana.
Ese
mismo esquematismo reduce a los demás personajes a cartones. Así, Brice
se la pasa canturreando con su ukelele, la calculadora madre (Marcia
Gay Harden) de Sophie no cumple función alguna, Howard es sólo el
alcahuete de un engaño y, en el colmo de la flojera, Allen se inventa
dos accidentes automovilísticos –una descompostura y un choque– para
darle empujones a su estancada trama.
Eso sí, bajo la lujosa fotografía de Darius Khondji, todo se ve bañado por una luz dorada, los gags verbales
provocan sonrisas no carcajadas y el asunto se digiere fácilmente a
pesar de lo endeble de su concepto. No es un horror como Vicky Cristina Barcelona (2008) o Así pasa cuando sucede (2009)
pero es, en definitiva, un Woody Allen menor. Tan menor que ni siquiera
la Cineteca Nacional se sintió obligada a incluirla en el programa de
la 57 Muestra Internacional.
Magia a la luz de la luna
(Magic in the Moonlight)
D y G: Woody Allen/ F. en C: Darius Khondji/ M:
Canciones varias/ Ed: Alisa Lepselter/ Con: Colin Firth, Emma Stone,
Eileen Atkins, Hamish Linklater, Simon McBurney/ P: Dippermouth
Productions, Gravier Productions, Perdido Productions, Ske-Dat-De-Dat
Productions. EU, 2014.
Twitter: @walyder
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