11/08/2014

Princesa o sapo

CRISTAL DE ROCA
Por: Cecilia Lavalle*


Con voz de galán en sus mejores 40 dice: “Me gustan las mujeres que aún quieren ser princesas y que se niegan a convertirse en sapos”. Y yo, no es que tenga ganas de discutir, pero ¿ésa es la alternativa? ¿princesas o sapos?



Me llega por internet un mensaje en el que a lo largo de cinco minutos el señor de galana voz aboga por el modelo “princesas” para las mujeres.

El modelo incluye: “Guardar modales de doncella”, no confundir “nuestra identidad de mujeres”, no competir con los hombres, saber que ellos son nuestro complemento, de preferencia no usar pantalones ni fumar ni beber ni, por supuesto, maldecir en público, entre otras.

Veamos: ¿Modales de doncella? Corro a ver mi diccionario: “Doncella: Mujer que no ha conocido varón (léase: virgen). Criada que se ocupa en los menesteres domésticos”. Como se dice en el póker: ¡Paso!

Luego, eso de no competir con los hombres, lo tomo con recelo. Verá, eso les dijeron a las mujeres cuando quisieron aprender a leer y escribir. Se los volvieron a decir cuando quisieron entrar a la Universidad. Se los volvieron a decir cuando exigieron su derecho a votar. Total, nos lo dicen cada vez que exigimos algún derecho del que los hombres ya gozan.

Y eso de que los hombres son nuestro complemento me genera cierta confusión, porque pareciera que las mujeres no estamos completas a menos que un señor nos complete.

Respecto a mi “identidad de mujer”, ¿cuál es? ¿la de doncella? Porque entonces, ¿me podrían explicar cómo es la del sapo?

Con música de fondo (piano, violines) el señor dice “que las generaciones de madres abnegadas, reprimidas y violentas (querrá decir violentadas), enseñaron a sus hijas que la mejor manera de acabar con el yugo masculino era convertirse en el enemigo (¿quién es el enemigo? ¿los sapos?), y así crecieron con la intención de seguir nuestros pasos (¿los de quienes? ¿de los hombres? ¿andaban en malos pasos? ¿o habla de los sapos?), muchos de los cuales nos han convertido en seres torcidos” (¿a los sapos? ¡Pobres sapos!).

Y ya encarrerado afirma: “Las niñas de la nueva generación decidieron que el sueño de ser princesas era muy aburrido y esclavizante, así que cambiaron la corona por un pasamontañas y son ahora delincuentes de alto impacto, servidores públicos podridos, conductoras irresponsables, reinas de belleza involucradas con el narco, y hasta líderes sindicales vendidas con algún partido”.

¡Y ahí sí protesto! Si no me ajusto al modelo “princesa”, ¿soy una delincuente, podrida, irresponsable, involucrada con el narco o vendida?

¡Miente! ¡La disyuntiva entre ser princesa o sapo es falsa! Abandonar el modelo “princesas” permite a las mujeres convertirse en seres libres. Libres para elegir. Libres para decidir.

En el camino muchas mujeres tomarán decisiones que les perjudiquen. Sí. Igual que los hombres. Esa posibilidad viene con la libertad. Pero, en todo caso, voto por mujeres y hombres libres capaces de cuidar y respetar su persona, a otras personas y a todo lo que nos rodea.

Así que de princesas ¡nada! Mejor mujeres libres con sus derechos garantizados para que gocen de ellos como quieran y cuando quieran.

Y si por esa libertad algunos “caballeros” me llaman sapo, pues ni modo. Puesta a elegir, mejor sapo que doncella.

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.

*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.


Especial
Cimacnoticias | México, DF.- 


 

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