Ahora resulta que Enrique
Peña Nieto es un “patriota”, según el punto de vista que se tiene en
Estados Unidos sobre lo que llaman “marginación” en la lucha contra el
narcotráfico. Se le reclama que la cooperación bilateral en la materia
no existe más, como fue en el pasado, de manera sobresaliente durante
el sexenio de Felipe Calderón, quien permitió que incluso “drones” de
la DEA sobrevolaran territorio mexicano. El diario The New York Times
hace eco de tales opiniones y puntualiza que la colaboración entre los
dos gobiernos en la lucha contra el flagelo, “se ha vuelto tensa y
llena de obstáculos en el mandatario priísta, que ha preferido marginar
a Washington del combate contra los cárteles”.
Es obvio que esto es una
mentira colosal, un simple pretexto para evadir la responsabilidad que
tiene la nación vecina en el crecimiento imparable del consumo de
estupefacientes en su territorio, motor de la expansión del tráfico
ilegal de todo tipo de drogas. Nada les impide meterse en suelo
mexicano, incluso armados, como fue aprobado por el Congreso con la
reforma que se hizo a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos.
Adam Isacson, de la Oficina de Washington para América Latina, afirmó:
“Los mexicanos creen que somos dominantes e imperialistas y nosotros
creemos que ellos son corruptos”. Dice la verdad en ambos casos, lo
incomprensible es que brindan todo su apoyo a personajes corruptos, lo
que los convierte en cómplices del fenómeno.
Es preciso aclararle al
funcionario estadounidense que no todos los mexicanos somos corruptos,
sino sólo una minoría que se beneficia ampliamente con prácticas que
lesionan gravemente el Estado de derecho, cada vez más cínicas y
canallescas. Buen ejemplo de esto es la “fuga” de Joaquín Guzmán Loera,
alias “El Chapo”. Al paso de los días surgen más evidencias de tal
aserto, pues sólo así pudo escapar. Podría asegurarse incluso que de
los preparativos estaban al tanto aquí en México como en Estados
Unidos, por conducto de la DEA. De ahí que sea válido reiterar la
hipótesis de que “El Chapo” es más útil afuera de un penal, sobre todo
en las actuales circunstancias, cuando el gobierno federal perdió el
control de los cárteles y con ello la posibilidad de participar
activamente en los dividendos del tráfico de estupefacientes.
Es preciso partir de una
verdad irrebatible: el narcotráfico no es un problema de hace unas
cuantas décadas, sino que se complicó, eso sí, a partir de que los
tecnócratas neoliberales tuvieron la absurda idea de poner a los capos
a trabajar para la élite de la burocracia dorada. Esta situación
inaceptable provocó la violencia que antes no se daba en el país.
Asimismo, es necesario no ocultar el hecho objetivo de que existe un
gran mercado que es imprescindible atender, como lo tiene bien claro la
DEA, organización creada no para acabar con el flagelo, sino para
garantizar su operatividad bajo estrictas reglas aceptadas por ambas
partes: autoridades y capos del narcotráfico. Así ha venido sucediendo
desde antes de que se creara la DEA.
Por su posición estratégica,
nuestro país ha sido escogido como centro de acopio y de traslado a
Estados Unidos de drogas provenientes de América del Sur. Asimismo,
tradicionalmente ha sido un eficiente productor de mariguana y de goma
para elaborar heroína y sus derivados, sembradíos que tuvieron su auge
durante la Segunda Guerra Mundial y luego en la guerra de Vietnam. De
ahí que no hubiera pobreza en las regiones que ahora sobreviven en la
indigencia, razón por la cual hubo grandes muestras de alegría por la
fuga de “El Chapo”.
Esto es lo que verdaderamente
importa en el tema que hoy es viral en las redes sociales y en las
notas principales de todos los medios de comunicación: el narcotráfico
es un asunto que antes del golpe de Estado de la tecnocracia tuvo
fuerte impacto social, y que en la actualidad se ha “privatizado”
también bajo los esquemas del modelo neoliberal. En este sexenio se
llegó al extremo de que la burocracia dorada quiere quedarse con todo
el “pastel”, lo que obviamente no es aceptado por Washington. Pero esta
actitud nada tiene que ver con el concepto de patriotismo, sino con la
voracidad e irresponsabilidad que caracteriza al “gobierno” de Peña
Nieto.
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