Por: Guillermo Fabela Quiñones / 14 julio, 2015
La fuga de Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, confirmó que se le necesita fuera de la cárcel. Es incuestionable que contó con el apoyo de autoridades para escapar de la prisión de alta seguridad de El Altiplano, porque de otro modo no habría podido esfumarse, como no lo pueden hacer otros presos. Se le dejó salir porque su presencia en el mundo del narcotráfico es indispensable: es de los pocos capos que conocen a fondo el trasiego de estupefacientes, negocio que no se acabará nunca porque las adicciones forman parte de la condición humana, al igual que la corrupción.
Es preciso hacer creer a la opinión pública que se trató de una fuga perfectamente planeada, como sin duda lo fue. Pero con el único propósito de alejar sospechas de la complicidad de las altas esferas de los gobiernos de México y Estados Unidos en el hecho. Así fue corroborado en la fuga anterior del capo sinaloense en el año 2001; incluso se habló de una fuerte suma de millones de dólares entregada al ex presidente Vicente Fox, para que pudiera salir del penal de Puente Grande en Jalisco. En esta nueva escapatoria, de factura “made in Hollywood”, se siguió la misma ruta pero con escenarios más vistosos: un túnel de kilómetro y medio de longitud a diez metros bajo tierra.
El lapso transcurrido en su perforación pudo haber permitido que se descubriera el plan; así debe haber sido y para entonces se iniciaron las negociaciones con las autoridades correspondientes, hasta llegar a su culminación: la fuga en el momento políticamente más indicado. No hay que pasar por alto que el “gobierno” de Enrique Peña Nieto pasa por su peor etapa, como es fácil verlo. Su pérdida de popularidad es constante, así como la constatación de una ineficiencia generalizada, junto a una corrupción galopante que sólo se “combate” con discursos demagógicos.
La economía está cayendo en picada, sin que las famosas reformas estructurales patenticen su efectividad con hechos claros. La devaluación del peso en más de 24 por ciento en los últimos meses seguirá su curso, con la secuela de afectaciones a los empresarios de los más diversos sectores productivos. El agro mexicano está hundido en un pantano de dramática improductividad que obliga a gastar cada vez más millones de dólares en la importación de alimentos básicos, mientras en el gabinete económico sólo se trabaja para beneficiar a una élite oligárquica que no se sacia jamás. Ni que decir tiene que la violencia y la inseguridad crecen como hongos en suelo húmedo.
Todas las reacciones sobre la fuga de “El Chapo” Guzmán, coinciden en hacer ver la complicidad que debe haber tenido para concretar la fuga. Pero no van al fondo del hecho: la urgencia de poner orden en una actividad de por sí muy compleja, y al mismo tiempo mucho más atractiva, al ubicarla en el renglón de la ilicitud. Sin embargo, esto es fundamental para que siga siendo una de las actividades más lucrativas hasta ahora conocidas. Y poner orden es lo que puede hacer el capo sinaloense, como lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria que conjunta lo delictivo con lo empresarial.
Por otro lado, su fuga ofrece un magnífico pretexto al gobierno estadounidense para vigilar más de cerca sus intereses aquí en nuestro país. La procuradora general de la nación vecina, Loretta Lynch, señaló: “El gobierno de Estados Unidos está listo para trabajar con nuestros socios mexicanos para proveer cualquier asistencia que pueda ayudar a respaldar su pronta captura”. Por lo pronto, todo hace suponer que no será recapturado en este sexenio, pues tendría que dar a conocer todos los detalles de su escapatoria, además de que hay el convencimiento en las más altas esferas del poder, sobre todo en Estados Unidos, de que su eficacia de capo es indispensable en este momento.
Mucho más preocupante, bajo cualquier punto de vista, sería que el gabinete de seguridad nacional, el mismo Peña Nieto, no estuvieran al tanto de los preparativos de la fuga. Por lo pronto, ha sido como una bocanada de oxígeno, para el inquilino de Los Pinos, que los medios dejen de ocuparse de los derroches de su inútil gira por Francia, y de la cadena de fracasos en sus dos años y medio de “gobierno”.
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