Ayer
por la mañana, señores gobernantes y dueños del país, en la Terminal 2
del aeropuerto capitalino –ese aeropuerto que ustedes piensan tirar
para construir uno nuevo y hacerse más ricos de lo que son– dos
soldados con fusiles de asalto esperaban a que algún empleado de la
empresa Eulen les pidiera auxilio porque habían detectado un pasaporte
a nombre de Joaquín Guzmán Loera. Pero los efectivos militares se
aburrieron, como se aburrieron los cientos de efectivos del Ejército,
la Marina y las policías Federal y estatal que fueron desplegados la
víspera en el penal de alta seguridad y sus alrededores y que no
encontraron más atracción que una construcción en obra negra, como hay
cientos de miles en los pueblos y ciudades del país, y un hoyo en el
piso, no muy distinto, a primera vista, a las bufas eléctricas y los
registros hidráulicos que pierden la tapa.
Si la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud,
entonces esta movilización ordenada por ustedes –y festejada por sus
medios como prueba de la rotunda determinación del gobierno en su lucha
contra el crimen–, así como las conferencias de prensa que con caras
compungidas fueron ofrecidas en París y en el DF, son homenaje de la
complicidad a la inocencia: simplemente no se puede practicar en el
piso blindado de una prisión de alta seguridad un agujero como el que
engulló al Chapo, ni edificar mil 500 metros de túnel en sus
alrededores, sin contar con la complicidad de los jefes de la cárcel,
los jefes de los jefes y los jefes de los jefes de los jefes; es decir,
de ustedes.
No se puede mantener en pie el fingimiento de legalidad cuando las
máximas instancias de procuración, seguridad y gobernanza regalan al
fugitivo tres horas de margen cómodo para que salga del encierro, se
bañe y se cambie de ropa antes de hacerse ojo de hormiga. No hay manera
de reclamar autoridad de Estado cuando la economía está de rodillas, el
país, en llamas, y la crema y nata de los máximos poderes
institucionales y corporativos –es decir: ustedes– se traslada a París
en una caravana de palacios voladores para tragar magret de pato a
expensas del erario.
El Chapo se fugó de lo que antes se conocía como Almoloya,
ustedes se fugaron de la realidad y el aeropuerto capitalino está hecho
un desastre, no sólo por las prácticas de ganadería tradicionalmente
aplicadas por aerolíneas y autoridades migratorias, aduanales y
portuarias, sino porque pretenden hacernos creer que Guzmán Loera
podría utilizar esas instalaciones a fin de abandonar el territorio y
permanecer impune, como si hubiera un país en el mundo capaz de ofrecer
a los delincuentes de diversas especialidades una impunidad mayor que
la que se les brinda en México; como si el sinaloense fuera a llegar al
aeropuerto con todo y las excavadoras y los trascabos que debió
necesitar para ponerle una salida subterránea al penal del Altiplano.
Hace unos días el Inai falló que los vuelos del helicóptero oficial
de la Conagua no pueden ser conocidos por quienes los pagan ni por los
dueños legítimos de la aeronave –es decir, nosotros– porque ello podría
afectar la seguridad nacional. Pues qué habrá hecho David Korenfeld –se
pregunta uno–, y adónde habría ido en ese transporte como no haya sido
de vacaciones con recursos públicos y a maquillarse la rodilla de los
chantajes. ¿O alguien recuerda a un tal Virgilio Andrade, sujeto
exponencial que incurrió en conflicto de interés para encubrir otro
conflicto de interés? ¿Y se acuerdan, de casualidad, de aquellos
plásticos de Monex y de Soriana, cuya existencia no pudo documentar el
ex magistrado Alejandro Luna Ramos, con todo y que se las pusieron por
millares encima del escritorio y debajo de las narices? ¿Y de aquellas
camionetas de la televisora mexicana que trasegaban cocaína y dólares
en Centroamérica? Si los narcos dejan aeronaves abandonadas
en el desierto, qué le cuesta a la concesionaria mayor negar la
propiedad de esos vehículos. ¿Y saben qué fue de aquel procurador
cansado que presentó a la nación una fogata truculenta para no decir la
verdad sobre lo ocurrido a los 43 muchachos normalistas de Ayotzinapa?
¿O han visto que ante esta grave situación Claudio X. González pida
juicio para Osorio Chong, Arely Gómez y Alejandro Rubido con la misma
enjundia con la que persigue a un profesor de Oaxaca porque
supuestamente gana cien mil pesos mensuales?
No
nos cuenten más cuentos: Joaquín Guzmán Loera, oligarcas y
funcionarios, dueños del país y mandatarios de Exxon Mobil e Iberdrola,
es uno de los suyos. Ustedes lo admiran, lo procuran y lo consideran
ejemplo del hombre de negocios audaz y resuelto, y le guardan
agradecimiento porque es de los pocos que aportan divisas a las
empresas de ustedes y a oficinas públicas cada vez más desmanteladas
por los mismos que las ocupan.
Ya sabemos que ustedes, crema y nata de la corrupción estructurada,
están en París tragando a costa de nosotros, los asalariados, los
pequeños causantes, los comerciantes de miscelánea, los profesionistas,
los informales, los campesinos. ¿Y El Chapo? ¿Dónde está El Chapo?
Como se ha demostrado esta vez, y otra, y otra vez, los pobres
soldados que ustedes mandan al aeropuerto para taparle el ojo al macho
se aburren de muerte, como se aburrieron en tiempos de Fox y de
Calderón esperando a que Osama Bin Laden pasara por territorio nacional
con rumbo a un objetivo tan suculento como las Torres Gemelas. Como
entonces, ahora ustedes quieren quedar bien con los gringos y hacer
como que hacen algo y que la fuga les preocupa. Tal vez el hombre esté
metido en una alcantarilla de Culiacán, acaso en Guatemala o en Estados
Unidos, o bien en el Triángulo Dorado cuidando sus cultivos. Pero lo de
menos es su paradero físico. El Chapo está con ustedes, es uno de los suyos, y nobleza obliga.
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