Gustavo Gordillo
M
uro, TLC, migrantes, drogas. No son sólo las coordenadas de nuestra disputa con el gobierno de Trump, sino también el centro de la reconstrucción del Estado mexicano, ese ente cuya ausencia se siente.
Muro. El muro de Trump no es un tema de cuánto cuesta y quién lo paga. Al final se trata de un símbolo. Como señaló Claudio Lomnitz en La Jornada del miércoles pasado,
el muro [de Trump] marca y será un símbolo perdurable de un compromiso nacional con un modelo de sociedad, tanto como lo fue antes la Estatua de la Libertad, y propone que frente a una reacción nacionalista,
México desarrolle para sí una versión propia de la sociedad abierta, como imagen contrastada a la nueva ce-rrazón estadunidense. Sería magnífico que un grupo de artistas, intelectuales y organizaciones ciudadanas de ambos lados de la frontera norte convocaran a nuestras sociedades a idear un símbolo a lo largo del lado mexicano de la frontera que reivindique al migrante, al libre tránsito de personas, y a las fronteras abiertas.
Migración. El modelo que usó Trump en su campaña: la Operación Espalda Mojada en los años 50 tiene una diferencia central: se trataba de mexicanos que Estados Unidos buscaba expulsar como consecuencia del fin de la Segunda Guerra Mundial y el regreso de sus tropas, y que México buscaba repatriar porque faltaban brazos para atender el gran boom del algodón en los estados del norte de México. En este esquema aún así doloroso y violento como el que han enfrentado hoy los paisanos, salieron de Estados Unidos un millón de personas a lo largo de un periodo de más de cinco años. Ahora hay al menos 11 millones de personas potencialmente afectadas y aunque un alto porcentaje son mexicanos hay también muchos ciudadanos de otras nacionalidades, particularmente de países de Centro América. Muchos llevan bastantes años de vivir allá y no desean regresar a sus países de origen y muchos también han nacido en Estados Unidos y lo que afrontan es la ruptura de su familia. México ha sido en la última década sobre todo lugar de tránsito pero recientemente, también lugar de destino de muchos migrantes. Se requiere una política integral que atienda la problemática desde la perspectiva de las dos fronteras y con una visión coherente y no esquizofrénica o, más grave aún, cínica.
Drogas. La guerra contra las drogas ha fracasado en su propósito central, pero también han enlutado a miles de familias mexicanas. Ha corrompido instituciones, ha desfondado la gobernabilidad local, ha colocado en peligro a millones de mexicanos y ha dañado el prestigio de las fuerzas armadas. Hemos hecho la guerra que Estados Unidos ha querido que ha-gamos mientras avanza incontenible el comercio irrestricto de armas y dinero sucio del otro lado a México. La cuota de vidas humanas incluyendo soldados ha sido escandalosa. Allá avanza la lega-lización de las drogas. Aquí se encuentra el pivote central para cambiar nuestras relaciones con Estados Unidos y para iniciar una transición que será larga en la reconstrucción del Estado mexicano.
TLC. La discusión sobre el TLC no puede circunscribirse a su negociación, re-negociación o sustitución. En el centro se encuentra la posibilidad de una estrategia de desarrollo para el país que sea inclusiva, articulada y que afronte tanto la pobreza como la desigualdad.
Frente a esto, se encuentra un mentiroso serial compulsivo. La entrevista a la revista Time no tiene desperdicio, salvo la frase del poder descarnado: yo soy el pre-sidente y ustedes no. Terminará con sus políticas afectando a esa población blanca con escasos estudios, con alta mortalidad, alta tasa de divorcio y de familias rotas, ahogada en la pandemia de las drogas; que llevó al patán a la Casa Blanca.
Pero en ambos lados de la frontera se enseñorea esa ausencia que se siente: de un Estado que garantice la seguridad humana a sus ciudadanos.
¡Justicia por Miroslava Breach!
Twitter: gusto47
No hay comentarios.:
Publicar un comentario