Bajo la lupa
Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada
En vísperas del doble motín –genuina
rebelión en la granjaorwelliana– del grupo House Freedom Caucus, ala archiconservadora del Partido Republicano contra Trump y su inexperto líder camaral Paul Ryan (otrora estrella hoy eclipsada), alerté sobre el precario equilibrio de las tres fuerzas en juego y fuego en el Partido Republicano que en su conjunto abortó el proyecto de seguridad médica del Ryancare, más que un Trumpcare, como acotó correctamente el vicepresidente, Mike Pence.
Diez días antes expuse: “Más que Trumpcare, se trata de un Ryancare, ya
que su autor es Paul Ryan, poderoso líder camaral del Partido
Republicano, que hoy se encuentra bajo el fuego cruzado de tirios y
troyanos. Hasta Breitbart , vinculado a Trump, ha protestado por el Ryancare debido a que perjudica a sus partidarios WASP (white anglo-saxon protestants) . Con el Ryancare,
Trump compra su seguro de vida para inmunizarse frente a cualquier
veleidad de defenestración por la mayoría republicana, que no lo aprecia
mucho, pero con la que ha llegado a una volátil coexistencia pacífica.
Pero tampoco Trump puede abandonar a su base conservadora” (https://goo.gl/ZxtqCh).
Pues resulta que Trump traicionó a su base popular y fue ejecutado
sin miramientos, a los 65 días de haber tomado el poder, por sus
supuestos aliados del grupo archiconservador House Freedom Caucus, que
cuenta con 30 escaños de los 237 del Partido Republicano (la Cámara de
Representantes totaliza 435 escaños): una subfractura dentro de la
fractura generalizada de la sociedad estadunidense a todos los niveles.
Un Trump humillado tuiteó que
los demócratas están sonriendo en DC (la capital, Washington)de que el House Freedom Caucus haya salvado el Obamacare al que se opuso toda su vida.
A mi juicio, mucho más sobresaliente que el inflado House Freedom
Caucus fue Tuesday Group, del ala centrista del Partido Republicano, que
cuenta con alrededor de 50 escaños desdeñados por los multimedia y sus
analistas.
El anterior líder cameral republicano, Newt Gingrich, muy cercano a
Trump y quien tiene mucha experiencia legislativa, adujo que la rebelión
del House Freedom Caucus había salvado a los republicanos de la Cámara
de
un voto políticamente destructivo, el Ryancare, que
sólo tenía la aprobación de 17 por ciento de los votantesy que seguramente les haría perder la próxima elección. Recordó que el Hillarycare de hace 40 años hizo perder al Partido Demócrata su mayoría y exhortó a su partido a tener más paciencia, ya que las enmiendas de gran calado toman un mínimo de ocho a 18 meses, como sucedió con las reformas de Reagan y Obama (https://goo.gl/wO3Cd7).
El Partido Demócrata, no menos fracturado, con sus afines multimedia
–la aplastante mayoría del espectro desinformativo estadunidense–
festejaron estruendosamente la humillación de Trump por su propio
partido y el desastre de su disfuncional Arte de negociar, mucho más que la insustentable vigencia del Obamacare.
Toda la impetuosidad y el pragmatismo de Trump, que detecté deslactosado desde hace mes y medio (https://goo.gl/DgKl2c),
están siendo domesticados y moldeados por el vigoroso despliegue de las
fuerzas de la separación de los tres poderes, al estilo Montesquieu, y
sus “contrapesos (checks and balances)”, sumados a la implacable venganza del Deep State (Estado
profundo) de las dos dinastías de los Bush y los Clinton, sumadas a
Obama y su control de las 16 agencias de la Comunidad de Inteligencia.
John Kiriakou –anterior funcionario del contraterrorismo en la CIA–
se ha sumado al sentir de los ultras del Partido Demócrata que dan por
acabadoal presidente 45:
Si Trump no puede congregar a su propio partido en su más importante promesa de campaña, es improbable que sea capaz de conseguir cualquier otra cosa.
Cita al conocido comentarista político de CNN David Gergen –quien ha
servido en importantes puestos a presidentes de ambos partidos como
Ford, Reagan y Clinton– quien afirma que
los primeros 100 días de Trump han sido los peores en la historia presidencial y que en ausencia de un evento unificador mayor como, Dios no lo quiera, un ataque terrorista, será virtualmente imposible para Trump pasar en el Congreso cualquier legislación controvertida o polarizante(https://goo.gl/9owVZr).
Kiriakou asevera que
Trump está simplemente lisiado legislativamente, cuando los
miembros de su propio partido no se sienten intimidados por él. Ni tampoco se sienten obligados a hacer lo que desea.
Doug Casey, lúcido analista financiero (sic) de Wall Street, desmenuza la fractura de la sociedad estadunidense que cataloga de
choque cultural: “Nunca he visto en toda mi vida una situación similar. Nada se parece desde la Guerra de Secesión. Hoy existe una guerra civil cultural (sic) donde la gente de los ‘estados rojos’ (nota: el Partido Republicano) votó por Trump –que constituye una fuerte mayoría geográfica en Estados Unidos– está alineada contra la gente que vive en los ‘estados azules’ (el Partido Demócrata), en las dos costas y en las grandes ciudades. No están contentos sólo de ser hostiles y de estar en desacuerdo en política; pueden no volverse a hablar. Se odian unos a otros, verdaderamente con sus tripas. Tienen visiones totalmente diferentes del mundo. Es un choque de culturas” (https://goo.gl/qbS4cx).
Trump mismo reconoce que no sería presidente de no ser por el Twitter, que le permite evitar a los
deshonestos multimedia–en referencia a los cuatro principales canales de televisión, con la notable excepción de Fox News– y afirma que posee
su propia forma de multimediacon Twitter, Facebook e Instagram que le procuran
cerca de 100 millones de seguidores. Sólo su cuenta de Twitter -@realDonaldTrump- tiene más de 26 millones de seguidores (https://goo.gl/X9V3EX).
Trump no está acabado. Not yet!: cuenta con las
prerrogativas del Poder Ejecutivo, que son enormes y, sobre todo, tiene
el botón nuclear al alcance de su mano como
comandante supremo de las fuerzas armadas.
El deslactosado Trump está domesticado, o mejor dicho, está confinado
a su esfera ejecutiva desde donde ha sido obligado a respetar tanto al
Poder Judicial como el juego legislativo, dentro de su propio partido y
con la oposición.
Durante la campaña los escándalos sicalípticos de Trump lo tuvieron
al borde del nocaut para luego levantarse de la lona en forma milagrosa.
Por lo que no sería sorprendente que el Partido Republicano, en
necesidad de exhibir la gobernabilidad que incumbe a una mayoría, se
reagrupe y rechace el Obamacare, que le daría oxigenación
legislativa al polémico presidente 45 cuando toca a su puerta todo el
exorcismo rusófobo del Partido Demócrata que no se muerde la lengua en
tildarlo de
traidor a la patria(https://goo.gl/Izhb6W).
El mayor problema del deslactosado Trump es que padece el
síndrome Ícaro, que epitomiza el castigo a la infatuada soberbia (hubris) antigravitatoria frente a la cruda realidad.
En la portentosa mitología griega, el genial arquitecto de
laberintos, Dédalo, había advertido a su hijo Ícaro de no volar
demasiado alto para no acercarse al sol que le derretiría sus alas
cubiertas de cera, pero tampoco demasiado bajo porque la espuma del mar
mojaría sus alas y le impediría el vuelo.
A su cuenta y riesgo, el deslactosado Trump no está escuchando los consejos de los
contrapesosdel poder y sus
dédalosdel Deep State.
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