Ana María Aragonés
Algunos autores han comparado
la depresión de los años 30 con la actual, y si bien se plantean
diversas visiones sobre las causas entre una y otra, sobre todo en
cuestiones financieras, desigualdad económica, incremento extraordinario
de la deuda pública y privada, con pesos diferentes como disparadores
de la crisis, lo que merece la pena rescatar son las estrategias que se
pusieron en marcha para enfrentar tan grave conflicto. Llama la atención
que hay fenómenos que parecen repetirse, por lo que quizá deberíamos
aceptar la propuesta, supuestamente de Hegel, en el sentido de que
la historia se repite, aunque Marx le añadió
una vez como tragedia y otra como farsa, según señalan algunos autores.
La crisis de los años 30 desató un fervor nacionalista con su
derivación el proteccionismo comercial. Y si bien algunos países fueron
más moderados, otros, como Japón, Alemania e Italia, curiosamente, se
orientaron hacia un proteccionismo radical, regulando estrechamente su
comercio. Algunas naciones se daban cuenta del peligro que el
proteccionismo suponía para la economía al señalar que al final, todos
tenían la posibilidad de subir los aranceles, con lo cual, ninguno se
beneficiaba. Ante esto, buscaron firmar ciertos acuerdos regionales,
como la Convención de Oslo (1930), los Acuerdos de Ottawa (1932),
ninguno tuvo éxito. Pero algunos seguían convencidos de los problemas en
caso de continuar con el nacionalismo, por lo que convocaron a una
Conferencia en Londres (1933), la que tampoco logró que se estableciera
la reducción de aranceles.
El nacionalismo suponía una suerte de autarquía, los flujos
comerciales prácticamente se derrumbaron, y por supuesto los movimientos
migratorios también se vieron afectados, fortaleciéndose el fascismo
que se convirtió en un movimiento prácticamente mundial. Los países
receptores de inmigrantes echarían a andar el mecanismo de la
repatriación involuntaria de los mismos, que, acompañado de una política
xenófoba y racista, destacaba a los extranjeros como los responsables
de los graves trastornos económicos. Con ello se lograba desviar la
atención de los problemas generados por la difícil situación económica
hacia un elemento externo y fácilmente detectable, los trabajadores
migrantes. Sin embargo, quedaba claro que las estrategias propuestas
agravaron los niveles de vida de millones de personas con un desempleo
impresionante, condiciones que se enfrentarían con la economía de guerra
y su más grave corolario: la Segunda Guerra Mundial.
Las condiciones en que se produce la crisis 2007-2008 son
parecidas a las descritas precedentemente, agotamiento de la política
neoliberal, modelo enmarcado en un proceso de flagrante desigualdad
económica y social, desempleo, crecimiento insuficiente, pobreza en
aumento, mientras la riqueza se concentra en una minoría. Y parecen
repetirse las propuestas económicas rubricadas por Donald Trump,
xenófobas, racistas y nacionalistas. Nacionalismo que está adquiriendo
también tintes mundiales, pues otros países empiezan a buscar
paralelismos con Estados Unidos, Holanda, Francia, Alemania. Partidos de
ultraderecha que habían tenido poco peso político en las últimas
elecciones, pero que ahora pretenden recuperar terreno, llaman la
atención en Suecia y Dinamarca, por ejemplo. El discurso de Trump de
Estados Unidos primeroes retomado por la derecha radical europea bajo el lema
una nueva Europa, contra la política de refugiados, de inmigrantes, con tonos xenófobos y euroescépticos. Nuevamente los trabajadores migrantes considerados culpables de los males del sistema.
Ante este panorama ominoso, Trump plantea un incremento a las fuerzas
armadas de 54 mil millones de dólares, que de ser aprobado en el
Congreso supondrá tener bajo su mando al ejército más bien pertrechado
del mundo y, ¿para qué? Donald Trump con su estilo alejado de la
diplomacia, y más bien de confrontación clara, no es lo mejor en
momentos como el actual, en los que el mundo muestra una enorme
inestabilidad con focos rojos por todos los continentes.
Si bien, como señala Pascal Vollenweider,
los líderes de la extrema derecha moderna esconden las mismas y viejas ideas fascistas, esperemos que la necesaria transición hacia un nuevo orden global, no requiera una guerra mundial para hacerse real.
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