En los gobiernos de la
alternancia, los militares han tenido como principal tarea el combate al
narcotráfico, con el argumento más a la mano de que se trata de un
asunto de seguridad nacional.
Ni el PAN ni el PRI han dado otra
respuesta distinta a la militar, como si la seguridad nacional tuviera
sólo el componente castrense. Esa visión reducida explica en parte el
fracaso de esa “estrategia”.
Después de una década, el resultado
ha sido similar al de un conflicto interno: un alto costo social y un
gran desprestigio internacional.
Pero en México no se ha declarado
tal conflicto interno a pesar de que el expresidente Felipe Calderón le
declaró “la guerra al narcotráfico”.
En esta espiral, la pauta de
la violencia la ha puesto la delincuencia, con los militares detrás con
respuestas cada vez más letales, como lo demostró la Marina en Tepic,
Nayarit, apenas en febrero pasado, para detener a un jefe local del
narcotráfico.
La Marina y el Ejército han dado “respuestas
contundentes” que los tienen entre las instituciones que más violan los
derechos humanos en México.
Aun cuando los números indican que en
este sexenio las quejas han disminuido en más de la mitad respecto del
sexenio pasado, cuando se abrieron alrededor de mil expedientes en su
contra en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, hay numerosos
casos que confirman que los institutos castrenses mexicanos han sido
acusados de graves violaciones.
En varias partes del país están
documentados incluso crímenes de lesa humanidad, como desaparición
forzada y ejecuciones sumarias; además de tortura y tratos crueles
cuando retienen a personas antes de presentarlas ante el Ministerio
Público.
A diferencia de sus dos campañas presidenciales
anteriores, en 2006 y 2012, López Obrador esta vez está insistiendo en
que las Fuerzas Armadas deben quedarse en sus cuarteles. También ha
dicho que en su eventual gobierno los militares no serían usados “para
reprimir al pueblo”.
Sin ser aún específico, el aspirante
presidencial puntero en esta etapa primaria de la sucesión en Los Pinos,
ha obligado ya a una respuesta del secretario de la Defensa Nacional,
el general Salvador Cienfuegos, quien ha demostrado que no es un hombre
que se queda callado, aun cuando se coloque por encima de la autoridad
civil.
El jefe del Ejército mandó a uno de sus hombres a dar, el
martes por la noche, una inusitada conferencia de prensa para decir que
si alguien tiene pruebas contra los militares, que las presente. Si no,
son meros “infundios”.
Refractario a la crítica, el general
secretario mandó el mensaje muy claro, como lo ha sido durante toda su
gestión: No se metan con nosotros; el Ejército no se toca. Al contrario,
hay que darle más por su sacrificio. La Ley de Seguridad Interior, por
ejemplo.
López Obrador tendrá que definir si quiere unas Fuerzas
Armadas transparentes y que rindan cuentas, vestirlas de civil para
seguir combatiendo al narcotráfico o mantenerlas como la “institución de
instituciones” que el presidente Enrique Peña Nieto dice que son.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario