Por
Jesusa Cervantes
La edificación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (uno
de los temas centrales en el debate de la elección presidencial) no ha
traído más que devastación ambiental a numerosas comunidades aledañas al
lago de Texcoco: depósitos de lodo tóxico que contaminan los mantos
freáticos, deforestación, uso de explosivos prohibidos en minas
clandestinas y desecación de cuerpos de agua donde habitan especies
endémicas son algunas de las calamidades que Proceso pudo observar en la
zona. Además, bandas de huachicoleros encontraron una veta de oro para
surtir de combustible robado a la empresa que construye la terminal
aérea. Ante todo esto, las autoridades federales y mexiquenses nada
hacen, aun cuando saben lo que está ocurriendo.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Lodos tóxicos que contaminan mantos
acuíferos –de donde se abastecen la Ciudad de México y otras 20
comunidades–, devastación de más de 200 cerros –de donde se han extraído
22 millones de metros cúbicos de tezontle y basalto–, uso de explosivos
prohibidos para fracturar montes y proliferación de huachicoleros que
surten a los vehículos que transportan el material –con la complacencia
de autoridades locales, federales y del Grupo Aeroportuario del Pacífico
(GAP)– es lo que ha dejado la construcción del Nuevo Aeropuerto
Internacional de México (NAIM).
Y no menos importante: la destrucción de zonas arqueológicas.
En un recorrido por cuatro de las comunidades afectadas por la
construcción del nuevo aeropuerto, realizado el pasado viernes 6,
Proceso comprobó los daños mencionados; también atestiguó la demanda de
los pobladores para que se detenga el trabajo en minas clandestinas y
legales y para que se retire el material tóxico extraído del polígono
donde se construye el aeropuerto.
Más grave aún, denuncian la presencia de huachicoleros y la cobardía
de funcionarios federales, del Estado de México y del GAP al no
denunciar los ilícitos por considerar que el asunto no es su
responsabilidad, e incluso la negativa de la Policía Federal para acudir
a la zona.
“¿De qué sirve un aeropuerto si ya no vamos a tener agua?”, reclama
uno de los vecinos de la comunidad de Tlaminca, municipio de Texcoco,
donde se han depositado ilegalmente los lodos tóxicos extraídos del lago
de Texcoco.
“¿De qué sirve tener respiraderos de los mantos acuíferos si los han
contaminado con explosivos C-4, que están prohibidos, en más de 35
barrenas a 30 metros de profundidad?”, pregunta Pablo, poblador de San
Martín de las Pirámides, donde la empresa michoacana Grupo Minero
Betancourt colocó el explosivo y, ante la inacción de las autoridades,
fue enfrentada y expulsada por residentes de siete comunidades.
“Ustedes ya vieron. ¿Qué planeta nos quieren dejar si el cerro es el
que detiene la contaminación y lo están acabando?”, exclama Alejandra,
de 8 años, quien vive a las faldas del Cerro Gordo. Ahí se utilizó el
explosivo C-4 y en 15 días talaron 18 mil huizaches, árboles que costó
entre ocho y 10 años sembrar y hacer crecer para formar parte del pulmón
del municipio de Ixtlahuaca.
En el recorrido, convocado por el presidente de la comisión
legislativa que da seguimiento a la construcción del NAIM, Rafael
Hernández Soriano, participaron ejecutivos del GAP –grupo encargado de
construir el aeropuerto– y funcionarios de las procuradurías ambientales
del Estado de México y federal. Ellos rechazaron las denuncias.
Pese a tener las evidencias frente a ellos –como la venta ilegal de
combustible o la explotación de la mina El Colorado, que está en una
zona protegida–, las autoridades dicen: “Son indicios”, “no me consta
que sea un ilícito”, “verificaremos si hay minas ilegales”, “no son
lodos tóxicos porque la norma dice que son contaminantes cuando
interviene la mano del hombre y los que se extraen del lago de Texcoco
están contaminados de manera natural”.
Contaminación del agua
La primera parada del recorrido es Tlaminca, municipio de Texcoco; a
unos cuantos metros se ve el río de lodos extraídos del terreno en el
que se construye el NAIM y donde, con estudios elaborados por la
Universidad Autónoma de Chapingo, los pobladores comprueban que son
tóxicos, por lo que el lugar en el cual se vierten quedará contaminado.
Vicente Espinoza Aldana, vecino de Tlaminca y quien se ha dedicado a
realizar ordenamientos territoriales y evaluaciones del impacto
ambiental, enseña los estudios de Chapingo que demuestran el grado de
toxicidad de los lodos del lago de Texcoco: alta salinidad y PH elevado
–que mata la vegetación–, así como grandes concentraciones de boro y
cloruro sódico.
Pobladores de Tlaminca, como Juan José Reyes, denuncian que la
empresa mexiquense Urbanus, S.A. de C.V., tenía permiso para usar la
zona como tiradero de material de demolición, pero nunca para llevar ahí
los “lodos tóxicos” que trae del NAIM.
Detallan que esos lodos se están yendo hacia los mantos acuíferos y
son más tóxicos que el azolve de los drenajes de la Ciudad de México.
“Están a 40 metros de los pozos de agua potable y de uno de ellos se
abastece Bonafont”, alertan.
La respuesta del director corporativo de los llamados “contratos
aire” del GAP, Benjamín Granados, fue insultante: “De acuerdo a la norma
técnica se establece que los lodos tóxicos son aquellos que previamente
son contaminados por la acción humana; pero éstos vienen del Vaso de
Texcoco y su salinidad es natural”.
Luego explicó que la construcción del NAIM tiene dos partes: una, la
preparación de tres pistas en mil 200 hectáreas, donde colocan dos
metros de tezontle y dos metros de basalto. Para colocar ese material se
extrae el agua que tiene la arcilla. “Ahí no se generan lodos”. El agua
se desecha con un sistema de drenaje interno.
La segunda parte es la construcción del edificio de la terminal, el
centro de transporte y la torre de control. Ahí, dijo, sí se extraerán 5
millones de metros cúbicos de arcilla húmeda (lodo). “La mitad se deja
en terrenos del aeropuerto para rellenar otros espacios y menos de la
mitad se deposita en ‘tiros’ que cumplen con todas las reglas
ambientales y manejo de residuos”.
Y se justificó: “El GAP no hace ese movimiento, quien hace la
extracción del material (los lodos tóxicos) es el contratista. Nosotros
sólo le exigimos la certeza de que el tiro llena lo requisitos. Y no
todo lo que llega aquí viene del aeropuerto, pero nos lo cargan a
nosotros”.
El titular de la Procuraduría de Protección al Medio Ambiente del
Estado de México (Propaem), Nicolás Mendoza, dijo a los vecinos que lo
encararon: “Entréguennos los estudios donde diga si es una zona de
recarga de acuíferos y si esa salinidad puede convertir los depósitos en
salobres. Confrontemos estudios para ver si existe grado de toxicidad
que afecte la salud, más allá de que es una coincidencia de que se trata
de suelos provenientes del lago y son suelos salinosos. Hay que ver si
los lodos son tóxicos, con un perito tercero”.
Su propio subprocurador de medio ambiente, José Luis Jiménez, dio la
razón a los pobladores. El 6 de octubre de 2017 Urbanus fue clausurada.
Ahora se pudo comprobar que fue reabierta.
Integrantes del equipo del diputado Hernández Soriano abonaron a los
argumentos contra el depósito de los lodos, dieron lectura al Manifiesto
de impacto ambiental que elaboró el GAP en sólo dos meses y medio y
donde revela que “el suelo del aeropuerto no es apto para la
vegetación”.
“¿Y ustedes nos dicen que allá adentro del polígono sí son nocivos,
pero cuando los depositan aquí ya no lo son?”, espetaron indignados.
“Si se comprueba el ilícito”
De acuerdo con datos de la población y de la comisión especial de la
Cámara de Diputados, se han devastado cerca de 200 cerros de las zonas
aledañas al polígono del NAIM.
Uno de ellos es el Cerro Colorado, en Altica, municipio de
Tepetlaoxtoc, que en 1944 fue donado por el entonces gobernador
mexiquense Isidro Fabela al Instituto Científico, que hoy es la
Universidad Autónoma del Estado de México.
Está en una zona protegida y forma parte del bosque de 250 hectáreas
que en los setenta el Ejército reforestó. Durante el recorrido se pudo
comprobar que el cerro se encuentra cercenado a la mitad, formando una
mina clandestina donde el uso de la dinamita para sacar tezontle y
basalto ha afectado al pueblo de Santa Gertrudis y su zona de
manantiales.
Denuncia un poblador local, Juan Pablo Murillo: “Ya lo habían
clausurado seis meses atrás, pero la necesidad de un nuevo aeropuerto
hizo que reabrieran la mina, que está en zona protegida”.
Rodolfo Vilches, inspector de la Procuraduría Federal de Protección
al Ambiente, dijo que “derivado de muchas denuncias en marzo se hizo la
visita. Ahora está en sustanciación de pruebas, está en revisión y puede
haber medidas de restauración si se comprueba el ilícito”.
“Pero si tienen el ilícito a 20 metros. Está claro que se está
trabajando. El delito lleva dos años y ha generado un daño ecológico a
14 kilómetros a la redonda, hay más de 50 minas trabajando, afectando a
26 comunidades y ya en siete no hay agua potable. Y no sólo eso, hay un
templo ceremonial: el 24 de enero pasado el Instituto Nacional de
Antropología e Historia comprobó que hay una zona arqueológica con 30
monumentos históricos.
“Y por si fuera poco, en San Telmo hay una laguna rodeada de ocho
minas, cortaron la laguna a la mitad afectando el hábitat del ajolote,
una especie endémica”, reclamaron los pobladores.
De nuevo Nicolás Mendoza: “Sólo autorizamos 26 minas y seis más por
la federación a través del mecanismo de uso de suelo… si hay más,
acordamos una reunión para que nos las ubiquen y hagamos lo que tengamos
que hacer”.
En el documento del GAP Cumplimiento ambiental de bancos de préstamo y
tiros se establecen permisos para 119 minas de las que se extraerá
tezontle y basalto para rellenar el polígono del NAIM; la mina de El
Cerro ubicada en zona protegida y bajo la tutela de la Universidad
Autónoma del Estado de México figura con el número 94 y su permiso está
vencido desde el 21 de diciembre de 2017. Pese a ello, se constató,
sigue trabajando.
Huachicoleros
En San Agustín Actipan, municipio de San Juan Teotihuacán, se
encuentran el cerro de Tetlacalo y la mina El Bosque, de donde también
se extrae tezontle; ahí la contaminación de mantos acuíferos por las
explosiones no es lo único que alarma a los pobladores. El problema más
grave e inmediato es la apertura de una gasolinera clandestina,
rudimentaria, operada por huachicoleros que usan vehículos con placas de
Tamaulipas.
Hernández Soriano puso la denuncia ante la Procuraduría General de la
República el pasado 16 de marzo. El diputado la acompañó con
fotografías de los bidones, de góndolas o camiones que cargan
combustible en la estación clandestina en las faldas del cerro, y la
relatoría de cómo fueron recibidos por gente armada.
Durante el recorrido por los cuatro puntos se estuvo acompañado por
funcionarios y elementos de la Policía Federal; sin embargo, al llegar a
las cercanías del almacenamiento clandestino de combustible, los
policías anunciaron que no entrarían, para evitar un enfrentamiento.
Los representantes del GAP y de la Propaem enfrentaron a los
comuneros, quienes les exigieron hacer algo: “Nosotros no somos el
gobierno. El aeropuerto es una empresa pública. Nuestro mandato es
construir el aeropuerto dentro del polígono… fuera del polígono no está a
nuestro alcance controlar… este es un problema de todo el país”,
respondió el ejecutivo del GAP.
“No son gobierno pero trabajan con dinero público y están ayudando a
la cadena del ilícito”, dijo Hernández Soriano. “Según el artículo 18 de
la Ley Contra el Robo de Hidrocarburos, deben denunciar”.
Una y otra vez la respuesta fue “no”.
Mendoza dijo incluso: “Hay que ver si se acredita el delito. Usted,
como legislador, empuje su denuncia; éstos son sólo indicios. Pero si se
acredita el delito, nosotros lo revisaremos. Cuando autoricé la mina no
estaban esos indicios. Cuando me conste a mí, pondré la denuncia. Para
mí son indicios de una conducta que dice que hay; a mí no me consta”.
Los funcionarios también huyeron de San Martín de las Pirámides,
donde se ubica el Cerro Gordo y Grupo Minero Betancourt opera una mina
clandestina que usa un explosivo prohibido por la Secretaría de la
Defensa: el C-4.
Hernández Soriano también puso la denuncia ante la Defensa, que
aseguró que no había expedido ningún permiso, a ninguna mina, para
utilizar ese explosivo.
Este reportaje se publicó el 22 de abril de 2018 en la edición 2164 de la revista Proceso.
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