Con el ánimo de contribuir a la discusión en torno a las ideas planteadas por los candidatos presidenciales, quisiera reflexionar aquí con ustedes el tema de la amnistía propuesta por López Obrador para ciertos delincuentes.
Su pertinencia o no, depende del diagnóstico de la situación. Finalmente, una amnistía es parte de una negociación, de un acuerdo para alcanzar la paz social, y las negociaciones sólo son necesarias en caso de que el Estado no pueda imponerse por la fuerza. ¿Es ese el caso?
Desde el gobierno de Calderón México vive una guerra contra el narcotráfico, una guerra muy sangrienta y costosa, que se ha ido extendiendo a todo el país y que, a pesar de haber logrado apresar a los cabecillas de los cárteles más importantes, continúa, afectando cada vez más aspectos de la vida social.
Sin entrar en cifras, yo me atrevería a decir que la guerra se ha perdido, pues el crimen organizado ha infiltrado las instituciones más importantes, desgastando a la república. Tanto el ejército como las policías, los jueces, los medios de comunicación, los partidos políticos y el gobierno a todos los niveles, tienen nexos con el narcotráfico y hay grandes zonas del país donde ya no impera la ley. Reconocer esto es doloroso, pero necesario si es que queremos encontrar soluciones al problema.
Hay que ser conscientes de que la guerra al narcotráfico no sólo ha sido estrategia de los gobiernos de Calderón y Peña, sino del gobierno de los Estados Unidos, que nos ha vendido armas, asesoría y sistemas de espionaje. Por desgracia, la guerra ha sido para nuestros socios del norte, un lucrativo negocio y forma de injerencia en los asuntos internos de México. Programas tales como Rápido y furioso, donde las agencias de inteligencia norteamericanas le entregaron millones de armas a las bandas delincuenciales, deberían hacernos reflexionar sobre las intenciones de nuestros vecinos, pues no es la primera vez que son sorprendidos intercambiando armas por drogas, como bien pueden constatar nuestros hermanos nicaragüenses.
Para colmo, quién sea que gane las elecciones del 1 de julio, deberá enfrentarse a uno de los gobiernos más antimexicanos y poco confiables de los últimos tiempos, el gobierno de Trump.
En este contexto ¿es posible siquiera pensar en un nuevo proyecto de nación, cuando estamos rodeados de corruptos y traidores? ¿Cómo iniciar una transición en estas condiciones?
Está claro que en caso de ganar, (y tal vez antes, pues sí no, no llega) López Obrador deberá sentarse a negociar con los poderes de facto, y encontrar un camino de paz, sin renunciar a sus principios e ideales. Ante la debilidad de la patria, no cabe el maniqueísmo, Aquí no todo es blanco y negro. Muchos de los delincuentes, por ejemplo, los empresarios que lavan dinero o los jueces corruptos, se han visto entre la espada y la pared. La amnistía no es lo ideal, pero es necesaria como herramienta para construir un nuevo pacto social que nos saque de la espiral de la violencia y permita una transición pacífica hacia un México más digno y generoso.
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