4/22/2018

Adiós Zazá, La jaula de las locas

Arte y Tiempo
Raúl Díaz

Foto
Carlos Pulido, Orville Omar Alvarado, Pablo Rodríguez,
Tomás Goros y Mario Iván Martínez, elenco de la obra que c
oncluirá funciones el 6 de mayo próximo
Foto Roberto García Rivas

Después de casi tres años de presentaciones ininterrumpidas, se va Zazá la indiscutible reina de La Cage aux folles (La jaula de las locas), el antro más concurrido, perverso y famoso de todo Saint Tropez y la Costa Azul. Reina de la noche y el glamur, Zazá provocó tal furor en el mundo occidental y cristiano desde su aparición en París en 1973, que ha tenido que moverse a varios países, México entre ellos, donde hizo su primera representación en la última década del siglo pasado. Reapareció más brillante que nunca en 2015 y permaneció en cartelera desde entonces, aunque anuncia ya su retiro definitivo, lo que ocurrirá el próximo 6 de mayo.
Original de Jean Poiret con música de Jerry Herman y libreto de Harvey Fierstein, esta cage fue un éxito desde su premier parisina, reproduciéndose por el mundo en su forma teatral y hasta ocasionando dos películas, una franco-italiana primero, y una estadunidense después, ambas exitosas.
En su actual versión que se presenta en el teatro Hidalgo-Ignacio Retes, el encargado de encarnar a la más que seductora Zazá, es el primer actor Mario Iván Martínez, quien ratifica aquí no sólo su calidad de gran actor y cantante (no todos saben que es contratenor), sino su versatilidad. El papel de Albin (Zazá) es muy generoso y permite el lucimiento pleno del actor que lo encarne, ya que lo hace pasar por varias facetas, desde la estrella del cabaret hasta la del tío Marcelo, típico macho, francés en este caso. Pero esa misma versatilidad obliga a que, sin perder la esencia de personaje y el tono grácil de comedia, el actor marche sobre el filo de la navaja so pena de caer en lo grotesco. Mario Iván Martínez supo entender esto y otorga a cada una de sus apariencias circunstanciales la dosis adecuada para no sobreactuarse, pero tampoco quedarse al borde sin alcanzar la cima. Un estupendo trabajo en resumen.
No de la misma forma elogiosa puede hablarse de su contraparte, su amante y dueño del antro, George, encargado a Tomás Goros quien actoralmente tiene un correcto desempeño, se desenvuelve con matices adecuados, pero en tanto cantante deja todo por desear. Claro está que se trata de una comedia musical que, como tal, no necesita, menos exige, las grandes voces o cantantes, pero sí requiere un mínimo de buen cantar.
En otra actuación digna de especial mención se sitúa Rogelio Suárez, a quien se encomendó el muy delicado rol de la mucama Silviah (con H al final como ella se encarga de resaltar) que es más peligroso que cualquier otro porque todo el tiempo está al ras de la chabacanería y, un milímetro de más o menos, lo volcaría estrepitosamente en el precipicio. No sucede así con Suárez, merecedor de todo aplauso.
Bien igualmente ese viejo lobo de mar que es Moisés Suárez, personificador del diputado Dindón, reaccionario ultramontano y, por supuesto, miembro destacado de la congregación de la vela perpetua. Con comedido gracejo desarrolla Moisés su personaje.
El resto del elenco se desenvuelve sin mayor pena ni gloria, pero el desempeño del coro, las locas enjauladas, es verdaderamente sensacional. Cada función es una jornada agotadora que, además, debe cumplirse con precisión y limpieza y este singular grupo de bailarines-cantantes travestis, y féminas biológicas que lo integra, hace la tarea con calificación de 10.
Con una gran producción, como corresponde a toda comedia musical que se precie de serlo, la de La jaula de las locas cumple a cabalidad su cometido con la dirección musical de Eduardo Soto y la estupenda iluminación y dirección de Matías Gorlero.
Faltan aún unas cuantas funciones, no se quede sin verla, se presenta de jueves a domingo.
Crítico de teatro

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