Amnistía Internacional
Aproximadamente nueve millones de mujeres en la Unión Europea (UE) han sido violadas después de los 15 años. La cifra es inquietante. Igualmente alarmante es el hecho de que pocos países europeos se tomen este delito con la seriedad que deberían, tanto en la ley como en la práctica. |
De 33
países europeos, sólo 9 reconocen la simple verdad de que el sexo sin
consentimiento es violación (contando por separado las tres
jurisdicciones de Reino Unido).
¿Qué mensaje envía esta actitud a
quienes perpetran estos actos? ¿Qué dice esto a nuestras sociedades,
donde se sigue culpando abrumadoramente a las supervivientes de las
agresiones sexuales que sufren?
La ausencia de reconocimiento
legal de que las relaciones sexuales sin consentimiento constituyen
violación fomenta la idea de que recae en nosotras como mujeres la
responsabilidad de protegernos de la violación. Estas actitudes son
peligrosas y tienen que cambiar.
En Inglaterra y Gales, Escocia,
Irlanda del Norte y la República de Irlanda, así como Bélgica, Chipre,
Luxemburgo y Alemania tienen definiciones basadas en el consentimiento.
Pero
los restantes países europeos están muy rezagados, pues sus leyes
penales siguen definiendo la violación en función de la fuerza física o
la amenaza de la fuerza, la coacción o la incapacidad para defenderse.
De los países nórdicos, a los que generalmente se considera modelos de
igualdad de género, Islandia es el primero y único hasta ahora que ha
introducido una definición basada en el consentimiento.
Jón Steindór Valdimarsson, parlamentario que impulsó el cambio en Islandia, declaró a Reykjavik Grapevine: “Es
probable que ayude a impedir las relaciones sexuales que tienen lugar
sin consentimiento. Creo que esta es la principal repercusión de esta
ley”.
¿Seguirán su ejemplo los demás países nórdicos y el resto de Europa?
En Noruega, los políticos acaban de perder la oportunidad. El 5 de
abril, el Parlamento noruego rechazó ese cambio, el mismo día que el
Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas criticaba al gobierno
por la legislación en vigor. Sin embargo, en la vecina Suecia el
gobierno está resuelto a aprobar una nueva “ley de consentimiento” antes
del verano. En Dinamarca y Finlandia hay propuestas semejantes que se
están debatiendo o han sido propugnadas por numerosos activistas u
organizaciones.
La definición legal de la violación basada en la
ausencia de consentimiento no es nueva ni innovadora. Es una norma
internacional reconocida de derechos humanos. El Convenio del Consejo de
Europa sobre Prevención y Lucha contra la Violencia contra las Mujeres y
la Violencia Doméstica (Convenio de Estambul), ampliamente considerado
el marco jurídico más completo hasta la fecha para combatir la violencia
contra las mujeres y niñas, obliga a los países firmantes a penalizar
todo acto de carácter sexual realizado sin consentimiento. A pesar de
que el Convenio de Estambul ha sido ratificado por más de 20 Estados
europeos, la mayoría de ellos no han modificado aún sus definiciones
legales de violación.
En los últimos cinco años, el Comité de la
ONU para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Comité de
la CEDAW) ha instado a varios Estados europeos a armonizar su
legislación sobre la violación con las normas internacionales, incluido
el Convenio de Estambul, y a definir la violación sobre la base de la
ausencia de consentimiento.
Asistentes
a la manifestación por la igualdad y contra la violencia de género en
el Día Internacional de la Mujer en Kiev, Ucrania, 8 de marzo de 2018.
La pancarta dice "Yo elijo la distancia". REUTERS / Valentyn Ogirenko
Según
la encuesta sobre violencia de género realizada en 2016 por la Comisión
Europea, casi un tercio de las personas que respondieron consideraron
que la relación sexual sin consentimiento podría estar justificada “en
determinadas circunstancias”. Entre ellas figuran, por ejemplo, si la
persona está ebria o bajo la influencia de drogas, si va voluntariamente
a casa con alguien, viste prendas provocativas, no dice “no” claramente
o no se resiste.
De hecho, a pesar de la expectativa de que
una víctima “prototipo” de violación se resistirá a su agresor, el
bloqueo al hallarse ante una agresión sexual ha sido reconocido como
respuesta fisiológica y psicológica habitual, que deja a la persona sin
capacidad para oponerse a la agresión, a menudo hasta el punto de la
inmovilidad. Por ejemplo, un estudio clínico publicado en Suecia en 2017
reveló que el 70% de las 298 mujeres supervivientes de violación
evaluadas experimentaron “parálisis involuntaria” durante la agresión.
En un caso aún abierto en el norte de España, la autopsia del cuerpo de
Diana Quer, que desapareció en 2016, no permitió establecer si había
sido violada a partir de los datos biológicos debido al grado de
descomposición del cuerpo. Pero el caso ha dado lugar a importantes
debates sobre lo equivocado de las expectativas de que las mujeres se
resistan físicamente a la violación después de que algunos medios de
comunicación especularan que Diana fue asesinada precisamente por
resistirse a la agresión sexual. Además de las expectativas de la
sociedad, un número excesivo de sistemas de justicia penal también hacen
recaer la carga en que las mujeres luchen en vez de hacerlo en que los
autores de tales actos no violen.
En Irlanda del Norte mereció
una amplia cobertura de los medios de comunicación la absolución de
cuatro jugadores de rugby del Ulster de cargos de violación y otros
delitos sexuales, que provocó un debate de ámbito nacional sobre la
idoneidad de los procesos legales y el trato que dispensan a las
personas que denuncian. Durante el juicio la denunciante fue interrogada
por cuatro abogados defensores durante ocho días y se exhibió ante el
tribunal su ropa interior manchada de sangre. Esto suscitó una oleada de
solidaridad con la mujer tanto en Irlanda del Norte como en la
República de Irlanda, y miles de personas asistieron a manifestaciones
en Belfast, Cork, Dublín y otras ciudades, que expresaron su apoyo a
través del hashtag #IBelieveHer (Yo la creo) y una página de Facebook y
compartiendo sus propias historias.
Lo que el juicio de Belfast
ha mostrado con claridad es que, incluso en una jurisdicción donde la
violación se define sobre la base de la falta de consentimiento, sigue
habiendo numerosos obstáculos para el acceso de las mujeres a la
justicia cuando sufren una violación. Las definiciones de violación
basadas en el consentimiento y las reformas legales no son soluciones
definitivas para abordar y prevenir este delito omnipresente, pero son
importantes puntos de partida. La implementación y la prevención se ven
obstaculizadas por los prejuicios, la culpabilización de las víctimas y
los estereotipos y mitos generalizados con frecuencia entre quienes
tienen encomendado prevenir la violación y permitir el acceso de las
personas supervivientes a la justicia. Con el movimiento #MeToo /
#YoTambién, nuestras voces como mujeres se oyen como tal vez nunca se
habían oído. Pero no corresponde únicamente a las y los activistas
aplicar los cambios. No ser objeto de violación es un derecho humano. Ha
llegado la hora de que los Estados asuman su responsabilidad y tomen
cartas en el asunto para que se reconozca en la ley que el sexo sin
consentimiento es violación.
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