A ningún presidente electo le ha ocurrido lo que a López Obrador: que
antes de iniciar su administración, ciudadanos, movimientos sociales,
organizaciones ciudadanas y familias se arremolinen en su casa de
transición para pedirle que resuelva sus problemas que, en su mayor
parte, no fueron atendidos en el gobierno saliente.
A López Obrador, así como a los integrantes de su gabinete y los
legisladores los tendrán bajo la lupa en cada una de sus acciones y en
muchas ocasiones se magnificarán sus errores que, seguramente, tendrán. Y
sus aciertos no serán reconocidos sino tiene un impacto en la
población.
Muchas de las expectativas con las que llega López Obrador a la
Presidencia de la República han sido generadas por él mismo en su larga
campaña de 18 años de candidato, tales como el combate a la corrupción,
el uso transparente de los recursos públicos y el ejercicio honesto del
poder público.
Pero muchos otros, los más sentidos por la población, han surgido en
la última campaña, como el combate a la violencia, la inseguridad y el
crimen organizado, cuyos niveles de gravedad son parte del legado de
Enrique Peña Nieto.
El problema de la atención a las familias de muertos, desaparecidos y
desplazados por la violencia generada en esta larga guerra de 12 años
contra el narcotráfico es, quizá, el tema social más sensible que desde
ahora ya está enfrentando el gabinete de López Obrador y, en especial,
Alfonso Durazo, propuesto como próximo secretario de Seguridad Pública.
Los familiares de las víctimas han pedido justicia desde hace más de
una década en foros, marchas, mítines y caravanas sin que nadie los
atienda. Su voz, sus demandas, sus peticiones han sido expresadas miles
de veces dentro y fuera del país.
La demanda de todas y cada una de ellas nunca ha sido una
indemnización pecuniaria ni la venganza. Lo que piden es justicia, que
se establezca un padrón nacional de desaparecidos, protocolos de
búsqueda, identificación de los restos en los miles de fosas
clandestinas y que no haya impunidad para los responsables, muchos de
ellos autoridades civiles, policiacas y militares.
En los foros de paz que ahora organizan los integrantes del próximo
gabinete en todo el país, nuevamente se escuchan los reclamos que, por
mucho, rebasan a Durazo, quien no sabe qué hacer ante estas voces.
Tanto en Ciudad Juárez como en Morelia, donde se han efectuado los
foros hasta ahora, los asistentes han rebasado las intenciones oficiales
y expresado su inconformidad con el perdón y la amnistía propuestas por
el líder de Morena.
También han expresado su enojo ante lo que pareciera ser la
pretensión de los organizadores de usar estos foros solo para legitimar
la estrategia ya planeada de antemano de pacificación con base en la
amnistía.
Pareciera que Alfonso Durazo no ha tomado en cuenta todo el trabajo
ya avanzado por los familiares de las víctimas de la violencia, quienes
se han convertido en peritos forenses, investigadores, exploradores en
el terreno y en abogados en las investigaciones empantanadas en los
tribunales.
No había necesidad de realizar más foros para escuchar lo ya dicho
hasta el hartazgo: “¡Justicia!”. Lo que se requiere es ponerse de
acuerdo con los afectados en los mecanismos expeditos para satisfacer
esta demanda que nada tiene que ver con el perdón.
Algunos de los retos para el gobierno entrante se antojan imposibles
de resolver en seis años, como es la atención a miles de afectados por
el combate al narcotráfico y el crimen organizado.
Ni con toda la voluntad habida y por haber se puede solucionar este
problema de la atención, si al mismo tiempo no se combate a fondo el
narcotráfico, un conflicto internacional en el cual están involucrados
megapoderes como el sistema financiero y bancario mundial, en los que se
lavan miles de millones de dólares y euros generados por la industria
criminal.
Es evidente que, en este tema, uno de los más sensibles en la
sociedad, López Obrador se juega una buena parte de la credibilidad de
su gobierno. Si Alfonso Durazo, el responsable de contestar las demandas
de las familias afectadas, no da una respuesta convincente, su carrera
como funcionario será muy corta.
Por cierto… En dos de los 22 foros de paz previstos
a realizarse, la película se ha repetido: los familiares de las
víctimas están inconformes con la forma en que se realizan y acusan que
se trata de una farsa. Alfonso Durazo tendrá que hacer algo para que
cambie esta percepción antes de que su proyecto fracase, aún antes de
que arranque el lopezobradorismo el 1 de septiembre próximo.
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