Luis Linares Zapata
El interesado uso del supuesto pacto electoral, sindical y político entre Andrés Manuel López Obrador (AMLO)-Morena con la maestra Elba Esther Gordillo Morales fue intenso durante la pasada campaña. Lo alegaron, a diestra y siniestra, como dato factual casi irrebatible. El fundamento se fincó en las tareas del yerno y el nieto, de la entonces todavía prisionera, como sus emisarios y operadores. Estos personajes fueron, en efecto, activos organizadores de grupos magisteriales en favor del voto por López Obrador y Morena. La alharaca desatada fue y sigue siendo mayúscula, aunque la ligazón, en la realidad cotidiana, sea por demás endeble. El hecho de coincidir en el tiempo la sentencia absolutoria de todo delito de la maestra con la entrega de la constancia que acredita a AMLO como presidente electo, abonó con fuerza creíble en favor de dicho alegato, sostenido hasta con pasión por numerosos estrellas del espacio público. Una vez en libertad, los pasos siguientes de la que fue autodeclarada lideresa vitalicia, se siguen desgranando por doquier. Los conocedores de los intríngulis del sistema de complicidades –todavía imperante– salen a la palestra hasta con donaire. Blanden sus datos con alarde notable para reforzar la idea de la futura colaboración íntima entre AMLO y la maestra. El aparato comunicacional del orden plutocrático vigente tiene otro punto neurálgico de ataque.
El numeroso sindicato de maestros (SNTE), con sus cientos de miles de afiliados, es la pieza central de la desatada disputa por su control. Un premio mayor, sin duda alguna. El dirigente actual, Juan Díaz de la Torre, impuesto desde el gobierno de Peña Nieto, ha entrado en una zona de turbulencias que en nada abonan a su permanencia. Tampoco la maestra puede sentirse como la señalada para rescatar su pasado liderazgo. Lo cierto es que el intríngulis magisterial, por ahora atado a la reforma pendiente de todo el sistema educativo, será un punto conflictivo de gran envergadura y consecuencias. Un tema de la mayor importancia para la gobernabilidad, el bienestar, la igualdad de oportunidades y el desarrollo del país. Asuntos por demás claves para una administración venidera que ha sostenido su interés en revocar lo hecho y concitar a una nueva definición, esta vez acorde y auspiciada por la pluralidad de actores que deben intervenir en ella.
De manera lateral pero crucial, debe abordarse la nula conveniencia de respaldar, en cualquiera de sus modalidades, a un personaje tan tóxico como la maestra Gordillo. No hay en su actuación papel rescatable. Su pasado abunda en autoritarismos rampantes, desprecios a sus agremiados cuando fue severo capataz, complicidades de variada índole, ya fueran financieras, políticas o electivas. Nada se diga de sus alardes de riqueza y patrimonialismo, aristas en las que el morenismo no puede verse envuelto o raspado. Abunda información al rechazo tajante que ha dispensado AMLO, desde hace años, a tratar algún asunto o liarse con la maestra. Tampoco es válida la afirmación de la cercanía de sus operadores, ellos actuaron de manera lateral, por sus propias motivaciones y, en todo caso, de menor influencia y calado en la campaña. De los más de 30 millones de votos conseguidos por AMLO un porcentaje poco significativo se debió al trabajo del yerno, el nieto y otros dirigentes magisteriales. El voto masivo de los mentores se debió a razones e impulsos similares a las de los demás electores. Los maestros no fueron inmunes o ajenos a la rebelión popular que se generó en la mera base de la sociedad mexicana por un cambio de raíz al sistema expoliador imperante.
La reforma que, según planes morenos se desatará en días siguientes, tendrá que cuidar y apartarse de cualquier señal, dicho o compromiso que pueda influenciar la pugna de poder ya en marcha. La misma Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, otro actor de importancia decisiva, ha tenido sustantivas diferencias con la maestra, su pasado, ambiciones y trafiques. La eficacia para emprender los trabajos educativos no deben, ni pueden, limitarse a observar la lucha por el poder sindical: hay sí, obligación de superarla. La cúpula del SNTE hierve en complicidades, manipuleos y trampas de variada especie. Son derivadas de prácticas corruptas alentadas y catalizadas por la maestra Gordillo cuando ejerció un mando impuesto por designio presidencial. Los pobres resultados en la calidad educativa mucho tienen que ver con su figura y desempeño al frente del sindicato. Una desgraciada época de intereses espurios que se cruzaron, para mal, en el camino de esta traqueteada república. La maestra fue una actriz mediocre, ostentosa y valentona del escenario público que debe quedar asida a ese pasado infeccioso. De nada sirvió que el panista Felipe Calderón, de triste memoria, le entregara, como pago a sus oficios fraudulentos, la Secretaría de Educación entera. Todo lo empleó Gordillo para su euforia incontenible de poder.
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