Carlos Bonfil
▲ Fotograma de la película de Jean-Luc Godard
El libro de imágenes (Le livre d’image,
2018), del franco-suizo Jean-Luc Godard, es, como podía esperarse
atendiendo a sus cintas más recientes, un formidable trabajo de montaje,
más cercano a la instalación en un museo que a las narrativas
tradicionales que muchos espectadores siguen esperando y disfrutando del
cine. Pretender a estas alturas que a sus 87 años Godard regrese a un
relato convencional y a un lenguaje del que en repetidas ocasiones se ha
despedido, resulta ya un tanto ocioso. Conviene mejor dejarse llevar
por el flujo de imágenes fragmentadas que él ordena meticulosamente
desde su viejo laboratorio en Rolle, Suiza; hacer tal vez caso omiso de
la reiteración de sus filosofemas acostumbrados; calibrar el espléndido
ensamblaje de la propuesta visual y la pista sonora; extraer las
reflexiones políticas del hombre de izquierda escarmentado, aunque jamás
domesticado, y disfrutar el resultado de su nueva experimentación
formal, alejada como siempre de las trilladas rutas de un cine
convencional y conformista.
A ese saturado caleidoscopio de referencias cinematográficas y
literarias –eventualmente filosóficas, siempre políticas– que aparecen
en la pantalla en texturas cromáticas brillantes, lo acompañan los
apuntes al vuelo del propio director sobre la situación actual de un
mundo moderno fatalmente encaminado hacia la guerra. Una guerra tal vez
inevitable, acota Godard citando a Malraux, pues la opción que le queda a
la humanidad es “Transformar el apocalipsis en un ejército… o morir.
Eso es todo”. Para ilustrar ese pesimismo radical y también su
convicción de que todo político está hoy al servicio de una élite de las
finanzas, el cineasta acude a un vasto repertorio de imágenes
contrastadas extraídas del cine clásico hollywoodense, asiático y
europeo de los años 60 y 70 y naturalmente del propio arsenal de la
creación godardiana. De todas las películas recientes de Godard, desde
el muy hermético JLG/JLG, autorretrato de diciembre (1994) hasta Adiós al lenguaje (2014), El libro de imágenes
semeja en su elogio a la fragmentación visual y sonora, y en su tono
apocalíptico y admonitorio, un auténtico testamento político en tiempos
de un desastre anunciado. El director alude a una Europa en crisis
obligada a domesticar hoy a los estados bestias del nacionalismo
emergente, pero también señala la voracidad infatigable de ese gran
capital financiero capaz de echar por la borda a la propia democracia y a
sus mejores propósitos civilizatorios. Godard es mucho más que una
confusión verbal o el caos aparente que suelen endilgarle sus
detractores. Es un cineasta visionario, posiblemente el más lúcido de
todos.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 15:45 y 21:45 horas.
Twitter: Carlos.Bonfil1
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