Los periodistas que se pasan
Prudencia o… ya saben
Desmesura en el atril
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sostenido un largo diferendo con un segmento del periodismo mexicano, al que con frecuencia ha tachado de fifí y conservador.
Razones no le faltan al político, persistente opositor a los poderes establecidos, para quejarse del tratamiento periodístico que en ese lapso sufrió, por consigna o en obediencia a intereses creados. Pero es probable que ahora le falten razones y perspectiva al titular del poder establecido para confrontar a quienes constituyen la actual oposición periodística, pues él es ni más ni menos que el presidente de la República, el más poderoso desde la Revolución Mexicana a la fecha, y sus palabras, críticas y sentencias públicas pueden tener consecuencias que van más allá del mero atril mañanero de Palacio Nacional.
Ayer, en un deslizamiento verbal consecuente con anteriores formulaciones, ese poderoso presidente habló respecto de lo sucedido la semana pasada con Jorge Ramos, periodista de Univisión que le confrontó sobre las cifras de muertes violentas en lo que va del presente sexenio:el otro día vi, con motivo de esta entrevista, a un columnista diciendo que los que venían aquí no eran buenos periodistas, que Jorge Ramos sí era muy buen periodista. No. Yo pienso, con todo respeto discrepo, creo que ustedes no sólo son buenos periodistas, son prudentes porque aquí los están viendo y si ustedes se pasan, pues, ya saben lo que sucede, no. Entonces, pero no soy yo, es la gente; no es conmigo, es con los ciudadanos, que ya no son ciudadanos imaginarios.
No provocó sosiego, sino lo contrario, que así se refiriera a los periodistas el Presidente (dominante de su partido, su gobierno, el Congreso federal, los órganos autónomos y el escenario mediático). Es de dudarse que a algún periodista le agrade que se le pretenda elogiar o rescatar mediante la comparación con otro miembro del gremio con quien se le contrapuntee. Es de dudarse que a algún periodista auténtico le satisfaga que se le etiquete deprudente, cuando por naturaleza se ejerce sin predilección por la moderación y la cautela.
Y en particular es de dudarse que a algún periodista le deje impávido ese segmento discursivo en el que pareciera amenazarse con la exhibición pública en negativo, con la advertencia que en voz del poderoso cobra dimensiones extraordinarias y con la recurrencia a lo masivo como justificación de la suerte individual del periodista imprudente, aquel que sepaseen presencia de las cámaras que lo hacen muy visible.
Hay equivocación, desmesura y peligro en esas palabras presidenciales. No basta que López Obrador agregue a sus consideraciones sobre periodismo las promesas de libertad de prensa ni la pretensión dediálogos circularesyderecho de réplica. Lo sustancial es que AMLO no está entendiendo que el ejercicio periodístico en México merece un respeto (en especial sus ejecutores de a pie, reporteros, fotógrafos y camarógrafos) similar o mejor que el entendimiento de negocios que ese mismo presidente de México está sosteniendo con varios de los principales responsables directos de los vicios periodísticos que entran por la puerta grande a Palacio Nacional como asesores empresariales o buscadores de negocios compensatorios de los eventuales desbalances en las cuentas del negocio periodístico en sí.
López Obrador debe asumirse como Presidente de todos los mexicanos y no sólo de la franja que le llevó al poder. Debería deponer ese lenguaje de confrontación y división y demostrar con hechos, no con palabras mañaneras, la veracidad de sus políticas y anuncios y la consecuente mendacidad y perfidia de los medios de comunicación que por error, consigna o falta de información estuviesen moviéndose de manera equivocada y dejar que el propio público lector, auditivo o visual juzgue y condene o premie a tales instancias periodísticas.
Twitter: @julioastillero
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