OPINIÓN
Por: Teresa C. Ulloa Ziáurriz*
El
periodista e historiador André Larané, bastante patriarcal, por cierto,
publicó un artículo en la revista “Herodote.net” donde hace un recuento
histórico del surgimiento de la reglamentación de la prostitución,
protagonizada por Napoleón Bonaparte, el pequeño corsario de quien entre
otras muchas cosas se dice que perdió la virginidad con una bella mujer
en situación de prostitución, del Palais-Royal, bajo cuyos hermosos
arcos se ejercía la explotación sexual.
Desde 1800 y hasta nuestros días, la mirada de la sociedad sobre la
prostitución pasó de la reglamentación a la abolición, del ocultamiento a
la prohibición y de naturalización a la banalización, bajo el influjo
sucesivo de la moral, el higienismo, el feminismo radical, el
liberalismo patriarcal, y el argumento de la liberalización sexual, como
una decisión propia, parte de la agencia de las mujeres, argumento que
le ha caído de perlas a los gobiernos neoliberales, proxenetas y
patriarcales.
En el siglo XVII, siglo de santos y libertinos, se persigue a las
mujeres prostituidas y se las catequiza en casas de rehabilitación, a
cargo de monjas, como el hospital de la Salpêtrière, en París, para que
las “reeduquen en las buenas costumbres y la moral”, porque son ellas
las libertinas, las marcadas por su falta de decencia, como si no fuera
la violencia y la necesidad algunos de los factores que las mantienen
sumidas en ese método de control patriarcal de la sexualidad, los
cuerpos y las vidas de las mujeres, que las cosifican y las envilecen.
PROSTITUCIÓN “HIGIENISTA”
Con el objeto de promover el higienismo y cuidar que las malas y
libertinas mujeres no contagiasen a los pobres hombres de alguna
enfermedad venérea, los legisladores burgueses del siglo XIX son
llevados a retomar el espíritu del Medioevo.
Desde 1800, para contener las pasiones y los excesos, el Primer
Cónsul francés, Napoleón Bonaparte, legalizó los burdeles y la
prostitución callejera, sometiendo a las mujeres prostituidas a un
control severo de la policía e imponiéndoles revisiones médicas
periódicas que se constituían en verdaderas torturas.
Las mujeres ahí confinadas eran sometidas obligatoriamente bajo la
autoridad de una mujer, "maquerelle" en la jerga popular para llamar a
la tratante, madame o proxeneta.
Sin embargo, esas casas toleradas de prostitución no logran acabar
con la oferta sexual callejera, ni con los proxenetas, ni les
garantizaron seguridad. Los grandes bulevares que inauguró el barón
Haussmann en París se mantenían pletóricos de mujeres prostituidas y
explotadas, lo mismo que los senderos del bosque Boulogne usados para
cabalgatas.
“…Víctor Hugo, líder de la escuela humanista y romántica, decía: Que
se llame república o monarquía, el pueblo sufre, es un hecho. El pueblo
tiene hambre; el pueblo tiene frío. La miseria lo empuja al crimen o al
vicio, según el sexo. Tengan piedad del pueblo, a quien la cárcel les
quita a los hijos varones y el lupanar a las hijas. Tiene demasiados
reos, tiene demasiadas prostitutas"
Al triunfo de la Revolución Francesa, cuando las mujeres lograron el
voto, o sea la ciudadanía o mayoría de edad de las mujeres, se cerraron
las casas de prostitución y las zonas de tolerancia.
PROSTITUCIÓN PROHIBIDA, ABOLIDA O NATURALIZADA
A partir de 1870, cuando se había logrado abolir la esclavitud, los
países anglosajones y protestantes ven surgir una corriente
abolicionista encabezada por Josephine Butler, que pretendía erradicar a
la prostitución en nombre de la dignidad y derechos de las mujeres,
entre ellos el derecho a la igualdad entre mujeres y hombres y hacer
visible al actor de la cadena de explotación más protegido a lo largo de
la historia, “el putero o prostituyente”.
Inglaterra cerró sus casas de tolerancia en 1885. Fue imitada por
Alemania, los países escandinavos, Bélgica y Holanda. Estos cierres son
también un negocio para los establecimientos parisinos y contribuyen a
la reputación obscena de la Ciudad Luz.
La Belle Époque vió el apogeo de los lujosos lupanares o "casas de
alta tolerancia", como el Chabanais, muy apreciado por el Príncipe de
Gales, que más tarde asumió el trono como Eduardo VII.
Estas son para los burgueses un lugar privilegiado de sociabilidad.
Se va allí para mostrarse, para encontrarse y hacer negocios casi tanto
como para satisfacer las perversiones sexuales que no se permitían con
las esposas.
Al margen de estos establecimientos distinguidos, se desarrollan, a
fines del siglo XIX, las casas de citas. A diferencia de las
precedentes, éstas no tienen mujeres confinadas, sino que alquilan sus
habitaciones a parejas circunstanciales, el equivalente hoy a los
hoteles de paso.
Al mismo tiempo, los prostíbulos ordinarios o "pocilgas para
marineros" tienden a escasear, por la competencia de la prostitución
clandestina, que se desarrolla en los "bares de mujeres" de los
bulevares.
Como resultado de la ley del 13 de abril de 1946 se clausuraron cerca de mil 500 establecimientos en toda Francia.
Aunque se castigaba con infracciones administrativas, la oferta de
sexo en la vía pública se convirtió en la única solución dejada a los
proxenetas que les ofrecían “protección” y se quedaban con el dinero que
les pagaban por la prostitución y para las mujeres prostituidas, estar
bajo la protección de un proxeneta o rufián, se convirtió en una
necesidad por las constantes agresiones y amenazas de los policías.
“…En Francia, y en Occidente en general, durante los años
(1944-1974), la prostitución parece destinada a desaparecer debido a
relaciones amorosas más libres entre las y los jóvenes y a un modelo de
familia fundado en el apego recíproco y soldado por una descendencia
relativamente numerosa...”
Pero la mundialización de los intercambios comerciales, la revolución
de los transportes y el triunfo del liberalismo y del consumismo
relanzaron la prostitución a fines del siglo XX y a iniciar un doble
movimiento: el desarrollo del turismo sexual en el Tercer Mundo, en
primer lugar, en Tailandia, y el remplazo de las francesas por las hijas
del Este, las africanas y las chinas en las veredas de las grandes
ciudades de Francia.
Espejo de la sociedad, el sexo tarifado ilustra en este comienzo del
siglo XXI los diferentes roles que se le asignan a las mujeres, que
dividen a la "Unión" Europea. Encontramos aquí todos los casos, desde la
completa legalización de la prostitución y su reconocimiento como
“trabajo” en Alemania, Holanda y Nueva Zelanda, inclusive
discriminalizando a los tratantes y proxenetas, hasta asumir el Modelo
Nórdico o Modelo de la Igualdad con el agregado de la posibilidad de
perseguir penalmente a los puteros o prostituyentes en Suecia, Noruega,
Islandia, Irlanda, Canadá, Israel, Corea del Sur, y Francia.
Internet y la "uberisation" (explosión de servicios y comercio a
través de Internet) de servicios personales, nuevo concepto y nueva
forma de adquirir bienes, productos o servicios muy de moda, podrían
cambiar el escenario nuevamente remitiendo el amor venal al círculo
privado.
Simultáneamente, se discute en Alemania y Holanda revertir su modelo
de legalización de la prostitución, ya que no han dado los resultados
esperados. Esto se debe al resurgimiento de un movimiento de jóvenes
abolicionistas en ambos países.
*Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y
Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
Facebook: @CATWLAC
Imagen retomada del portal Indymedia.org
Cimacnoticias | Ciudad de México
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