León Bendesky
La Jornada
“Aferrarse a un ideal con firmeza, pero sin
sectarismo y recordar que derrotada o victoriosa, no hay bandera que no
destiña al sol.
”Andrea Camilleri, en Carta a Matilda
Una persona o familia
se obliga a ser austera cuando no tiene suficiente dinero y está
forzada a usar el que hay para las cosas más necesarias. Un gobierno
impone a la sociedad la austeridad y gasta lo mínimo posible cuando, por
razones muy diversas, está en malas condiciones económicas.
Entonces, una exigencia para estabilizar la economía es la austeridad
que se aplica mediante medidas para recortar el gasto o aumentar los
ingresos, generalmente con mayores impuestos.
Todo esto que aquí se expone de modo tan simple tiene, por supuesto,
complicaciones que derivan las condiciones específicas que se enfrenten.
Usualmente, también, las cargas o el costo de la austeridad sobre la
población son de naturaleza desigual.
La gestión fiscal que se aplica hoy en México está basada en la
austeridad aplicada por decisión del gobierno. En este primer año no se
enfrentaba una crisis de endeudamiento y no había una situación grave de
inestabilidad macroeconómica.
Es cierto que el panorama fiscal admitía un ajuste en términos del
déficit, pero políticamente había margen para sostener, aunque fuera, el
poco crecimiento de la producción que se arrastraba.
Así, el nuevo gobierno podría hacerse de un colchón político, siempre
necesario cuando se empieza. Pero, tal vez, se consideró que al
abrumador triunfo electoral daba suficiente fuerza para imponer un
entorno austero que, en efecto, se ha justificado primordialmente como
modo de ser del Presidente y, por extensión, medio para combatir la
rampante corrupción, la que fue una oferta central de la campaña.
La austeridad impuesta ha tenido un alto costo en cuanto al
crecimiento de la producción y el empleo. Alfonso Ramírez Cuéllar, quien
preside la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, señaló
que el gobierno debe soltar el gasto aprobado para que se provoque un
mayor crecimiento y se rompa la atonía del primer semestre. ( La Jornada, 6 de julio de 2019).
No puede darse el lujo de tanto subejercicio, dijo, apuntando que
éste fue en el primer trimestre del orden de 86 mil millones de pesos.
Para ponerlo en perspectiva, de seguir así, el faltante llegaría a más
de 344 mil millones, mientras el presupuesto de la Secretaría de
Educación, la que más recibe, es de 300 mil millones.
El listado de los faltantes crónicos en el país es muy largo y tiene
una seria repercusión en las condiciones sociales y el deterioro del
bienestar. Esa lista no puede quedar sólo en la agenda de gobierno, pues
es imprescindible abrir espacios más amplios para la sociedad.
Se discutió mucho hace unos días acerca de la condición recesiva de
la economía. Ese dato es relevante y, sin embargo, no altera el fondo
del asunto. Hoy, si hay recesión o no, las condiciones concretas no se
modifican: el proceso de generación de ingreso-riqueza está
obstaculizado. El caso es que el crecimiento productivo está detenido.
Es como ocurre con la línea de pobreza. Es un límite significativo,
pero los hogares que están apenas por arriba o por debajo de ésta se
encuentran en situación igualmente mala.
Extender la contracción del gasto pondrá más presión sobre la
economía y los ingresos del gobierno. Este ocurre ahora en el caso de
Pemex con el plan de negocios presentado hace días. El cumplimiento de
las premisas del plan es clave para sostener la relativa estabilidad
fiscal que prevalece. A eso hay que aunar la eficacia en la realización y
rentabilidad social y económica de los otros proyectos clave de la
inversión planteada por el gobierno.
Una nueva reforma fiscal está en el horizonte y el entorno para
destinar mayores recursos para la inversión tanto pública como privada
se está complicando.
Es oportuno que en el país se extienda el marco de la conversación
acerca de la gestión económica. Además de sus condiciones técnicas y
políticas, son muy diversas las aristas que la componen.
Es mucho lo que está en juego y lo será más con el paso del tiempo.
El asunto está enmarcado por las consecuencias de un muy largo periodo
en el que esta sociedad ha perdido cohesión y seguridad, además de que
se ha desgastado la confianza.
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