Editorial La Jornada
La posibilidad de que México
vuelva a ocupar un espacio en el Consejo de Seguridad de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) –y en tal caso sería por
quinta ocasión– representa una buena oportunidad para que nuestro país
recupere el prestigio internacional en materia de política exterior, que
lo distinguió durante largo tiempo y lo convirtió en un referente
destacado en materia de arbitraje de conflictos y de búsqueda de la paz
en el mundo.
Ésta, además de mantener la seguridad a escala planetaria, es
precisamente la responsabilidad del mencionado organismo, integrado por
cinco miembros permanentes (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y
Rusia) y 10 no permanentes, que son elegidos por la Asamblea General de
la ONU para periodos de dos años.
El anuncio hecho ayer por el presidente Andrés Manuel López Obrador,
luego de una reunión con Juan Ramón de la Fuente, representante de
México ante la máxima instancia internacional, es una vía para que la
diplomacia mexicana retome la posición que le valió un amplio y justo
reconocimiento, por su congruencia ante situaciones críticas y su férrea
defensa de los principios de no intervención y libre determinación de
los pueblos.
En sus distintas participaciones en el Consejo (1946, 1980-81,
2002-03 y 2009-10) la representación mexicana logró compatibilizar, a
través de una activa política multilateral, los intereses de la
República con sus responsabilidades internacionales.
Entre las acciones que desarrolló en esos periodos se cuentan la
promoción de una clara condena al régimen franquista en España y en
favor de la descolonización de numerosas naciones de África; la
participación en las pláticas que culminarían con la independencia de
Belice (era posesión inglesa) y una serie de pronunciamientos contra la
ocupación israelí a territorios palestinos y el apartheid en Sudáfrica.
Cuando la invasión estadunidense a Afganistán se hallaba
diplomáticamente empantanada impulsó una resolución que solicitaba a la
Asamblea General condenar la invasión y exigir el retiro inmediato e
incondicional de las fuerzas ocupantes.
Asimismo, participó de manera activa en las discusiones generadas por
la invasión (también estadunidense) a Irak, así como en las que
tuvieron lugar entre Corea del Norte y su homóloga del Sur, y en líneas
generales desplegó una actividad encaminada a favorecer los acuerdos y
desmontar lasconfrontaciones.
Más allá de las valoraciones sobre el desempeño de las gestiones
gubernamentales que se sucedieron en el país desde que éste es
integrante de la ONU (1945), por espacio de muchos años la política
exterior mexicana se ciñó a principios estrictos de autodeterminación y
respeto al derecho ajeno.
Sin embargo, poco a poco este rigor fue dejando paso a una dinámica
menos autónoma e independiente, lo que sin duda lesionó el liderazgo que
nuestro país tuvo en el ámbito diplomático especialmente
latinoamericano.
El apoyo a México que han manifestado las naciones latinoamericanas y
del Caribe luego de darse a conocer su candidatura a integrar de nueva
cuenta el Consejo de Seguridad se fundamenta en esos años de impecable
política exterior.
Gracias a ellos, para ponerlo en palabras del representante De la Fuente,
tenemos muchas posibilidades de salir airosos.
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