Ana María Aragonés
La Jornada
Donald Trump sigue sin
pausa buscando con sus amenazas y exabruptos generar aplausos y apoyo
por parte de una fracción no menor de su electorado, convencido de que
es la forma en la que logrará la relección. Sin duda una lógica macabra
que se enmarca en
el fin justifica los medios, no hay ninguna consideración por el daño que infringe a personas desesperadas que se ven obligadas, a veces a costa de la propia existencia, a buscar nuevos horizontes de vida. El problema central es la impunidad de este personaje. Lamentablemente gobiernos de otros continentes no presentan mejores acciones para apoyar a los migrantes y también utilizan a este conjunto de personas para fines eminentemente electorales.
El abuso de los más vulnerables es visto ya como algo normal en este
nuevo siglo a pesar de las sobrecogedoras visiones de muertes como las
del niño Aylan Kurdi en las playas de Turquía hace tres años, o la
pequeña Verónica abrazada a su padre en el río Bravo. Y qué decir de la
joven capitana alemana Carola Rackete que fue detenida en Italia por
rescatar migrantes y estuvo cerca de ser sentenciada a años en prisión.
Los organismos internacionales no ofrecen protección efectiva ante
las iniquidades de los gobiernos, no sólo porque no han logrado ir más
allá de recomendaciones, propuestas o pactos que, al no ser
vinculatorios, se convierten fácilmente en letra muerta ante la falta de
sanciones por el incumplimiento de lo que deberían ser compromisos
humanitarios ineludibles en el marco internacional.
Uno se pregunta por qué la propia Organización de Estados Americanos
(OEA) tan activa para denunciar a Nicolás Maduro no está haciendo el más
mínimo pronunciamiento por decisiones tomadas por uno de sus miembros
en contra de los migrantes centroamericanos a los que se les está
negando un derecho internacional, como son asilo y refugio, claramente
violatorio a derechos fundamentales.
¿Por qué el Comité de los Derechos Humanos de Naciones Unidas no ha
puesto de inmediato en la agenda internacional el comportamiento del
gobierno de Estados Unidos que viola sin recato el derecho de asilo y
refugio? Esperaríamos que Michelle Bachelet utilizara su importantísimo
cargo para denunciar una política claramente violatoria del derecho
internacional.
Eso pasa con los países que, dadas sus condiciones de bienestar y
riqueza deberían recibir a los migrantes, muchos de los cuales han sido
los causantes históricos de los graves problemas que ahora enfrentan los
países origen de los flujos migratorios al explotar sin límite sus
recursos naturales y humanos. Pero no puede dejar de mencionarse que en
el caso concreto de los países centroamericanos Guatemala, El Salvador y
Honduras, reconociendo, como lo hemos hecho en otras colaboraciones,
los daños infringidos precisamente por Estados Unidos, sin embargo
tampoco responden con una mínima autocrítica por el éxodo masivo de sus
connacionales. Eluden su responsabilidad por la inseguridad, pobreza
extrema, ausencia de mínimos beneficios para su población, educación,
salud, empleos dignos y lo peor son los argumentos que esgrimen para
justificarse
¡migrantes manejados por grupos políticos!
México debe mantenerse como un país de asilo y refugio para todos
aquellos que sufran violaciones a sus derechos humanos y que intenten
venir al país. De ninguna manera debe aceptar ser el policía fronterizo
tal como pretende el gobierno de Estados Unidos, lo que parece haber
logrado lamentablemente si nos atenemos a la
palomitaque Mike Pompeo otorgó a México y a los números que ofreció el canciller Marcelo Ebrard al señalar que el flujo de migrantes se redujo para junio 31 por ciento. Y no contentos se plantea ahora ampliar el plan migratorio, ¿a qué se refiere, quieren más?
Detener y deportar a los migrantes para evitar que pasen la frontera
es hacerle el juego perverso y fascista al vecino del norte, y lo peor
es echar por tierra lo que al inicio de esta administración fue
planteado como una política migratoria de derechos humanos al comprender
que la desesperación y la necesidad de sobrevivencia está en la base
del fenómeno migratorio.
No es el silencio y la complicidad lo que debe permear al gobierno
del Presidente, sino la puesta en marcha de los altos valores de la
antigua diplomacia mexicana, sin torcer el camino.
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