Magdalena Gómez
La Jornada
Afinales de 2005, Miroslava Breach (+) dio cuenta en La Jornada
(7/11/05) de un inédito plantón de 150 rarámuris del ejido Pino Gordo
(Choreáchi) en la Plaza Hidalgo, frente al palacio de gobierno en
Chihuahua. Se trasladaron 850 kilómetros desde el municipio de Guadalupe
y Calvo para defender sus derechos agrarios en sus tierras y bosques.
En otros pueblos, desde varias décadas atrás, ha sido común observar
este tipo de movilizaciones, pero no es el caso de los rarámuris que en
aquel momento abrían una etapa de lucha jurídica y política frente al
Estado y los chabochis (mestizos) que les han despojado. De esa
lucha contemporánea hace parte la marcha rarámuri por trabajo que se
inició en Creel el pasado 15 de julio.
Juan Luis Sariego (+) analizó el fracaso del indigenismo oficial en
la sierra Tarahumara, cuya vertiente central está vigente, esto es la
definición de programas sin la participación de los pueblos indígenas y
en el caso rarámuri el enfoque oficial prevaleciente resulta más acorde,
ideológicamente, con la Ley para el Mejoramiento de la Raza Tarahumara
de 1906. Dicha ley se propuso
excitar a la filantropía para reunir ropa y objetos del agrado de los indios y así despertar sentimientos de cariño hacia la raza blanca, entre otras disposiciones similares. Hoy tenemos que el gobierno del estado, a través de la Comisión Estatal de los Pueblos Indígenas y la Comisión Estatal de Seguridad, inició la colecta de útiles escolares para estudiantes indígenas en Ciudad Juárez como parte, señalan, de las actividades del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que se conmemora cada 9 de agosto. El llamado a la filantropía ciudadana de mochilas es el eje de una campaña oficial que va en su tercer año de kórima (que implica pedir y recibir). Justamente la marcha por trabajo de cerca de 250 rarámuris de los municipios de Bocoyna, Guachochi, Urique (cuya foto y nota colocó La Jornada en primera plana, como ningún diario nacional lo ha hecho (17/7/19), se deslinda de la tradicional despensa y cobijas con las que desde el gobierno históricamente han pretendido paliar la dramática situación que viven los rarámuris, agravada por la economía del narcotráfico y su secuela de violencia y desplazamientos forzosos. Isidro Rodríguez encabezó la marcha junto al gobernador rarámuri, Miguel Reyes Névarez, y señalaron:
nosotros pedimos trabajo, ya no queremos kórima, es decir cosas regaladas ni donaciones… queremos un programa para indígenas, no de despensas, ni dinero, que dé empleos. La exigencia en la marcha se basa en la falta de trabajo en las comunidades de la sierra y que se les incorpore en los programas como Sembrando Vida, ya que no se reciben programas del municipio, del estado ni de la Federación. Necesitan condiciones mínimas para cuidar la tierra y los bosques en un contexto de graves carencias , amenazas y acosos. El delegado federal Juan Carlos Loera fue al encuentro, se reunió con ellos, y tras ofrecer la inclusión en otros programas, se acordó suspenderla y concretar los compromisos en unos días, con una comisión de rarámuris. Al respecto, uno de los promotores de la movilización, señaló:
repartieron miles y miles de billetes de palabra, pero no sabemos si de aquí a allá se cumpla. Estamos ante la punta del iceberg que debería obligar a un replanteamiento de la política hacia los pueblos indígenas. Los programas que se han ofrecido, se definieron desde el centro, más específico aún, los decidió el Presidente y hay que insistir, se dirigen a algunos, no a todos los que aparecen en unos censos, no a sus comunidades. Ello tiene implicaciones de fondo. Por ejemplo, AMLO visitó el pasado 15 de junio Ciudad Cuauhtémoc y sus funcionarios le organizaron la recepción con jóvenes rarámuris vestidas todas igual, cual edecanes, y su discurso fue similar al que pronuncia en todo el país; ese día enfatizó el cuestionamiento hacia la xenofobia contra los migrantes, cuya preocupación le pareció pertinente expresar. Por ahí pasó alguien que dijo
tenemos hambrecomo un intento de colocar su situación, sin que en ese momento pusiera atención al señalamiento. En otro extremo está la necesidad de colocar la mirada en las opciones de los rarámuris. Ya es importante que ese núcleo movilizado rechazara el círculo vicioso del horizonte del kórima, que se negaran a dar entrada a políticos profesionales para que lucren con sus demandas, que estén muy claros de que es el gobierno federal el que tiene la obligación de apoyar a sus pueblos, más allá de becas individuales. Existe el riesgo de que se incluya en programas sólo a los participantes en la marcha y con ello se simule que se está atendiendo a todo el pueblo rarámuri.
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