Amediados de 1997, cuando
desde el gobierno de Ernesto Zedillo se impulsó la reforma a la
seguridad social en México, una de las disposiciones que fueron seguidas
con más atención por los trabajadores fue el cambio en el sistema de
pensiones. Se abandonaba el tradicional esquema de pensiones solidarias;
es decir, financiadas con ingresos generales del Estado, por uno de
capitalización individual donde los fondos serían manejados por
administradoras especialmente creadas para ese fin y actuantes en el
sistema financiero.
Una de las razones aducidas para el cambio fue que, dado que el
crecimiento en el número de pensionados era más pronunciado que el dela
población económicamente activa, más temprano que tarde el sistema
acabaría por volverse insostenible. En cambio, aunque los mercados
financieros nacional o internacional atravesaran por malos momentos
–decían en las Administradoras de Fondos para el retiro (Afore)– el
Sistema de Ahorro para el Retiro, en el que se inscriben las Afore,
siempre tiende a crecer.
Las cifras más recientes sobre el rendimiento de esas administradoras
muestran, en efecto, que las Afore constituyen un magnífico negocio…
para sus dueños. Al cierre del ejercicio pasado (el correspondiente a
2018) las ganancias obtenidas por el conjunto de esas empresas fue de
casi 11 mil millones de pesos, un avance cercano a 2 por ciento con
relación al año anterior. Cerca de la mitad de esa suma fue para las
tres mayores Afore que hay en México: XXI Banorte, Banamex y Sura. El
secreto de la bonanza está en las elevadas tasas de interés que cobran
por gestionar los recursos, las más altas de América Latina y las
naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos.
Menos afortunado es el desempeño de las Afore en el terreno de las
inversiones, donde incursionan por medio de las sociedades de inversión
de fondos para el retiro (Siefore). Inquietan los datos que sobre este
particular saca a relucir un informe de la Comisión Nacional del Sistema
de Ahorro para el Retiro, porque revelan que la inversión en obras de
infraestructura realizada por las Siefores ha resultado fallida en
varios casos, algunos tan escandalosos como el de la empresa Oro Negro
(en quiebra desde el mes pasado) y antes el de la constructora ICA, que
acabó yendo a remate mercantil.
Los grupos financieros que controlan las Afore han encontrado una
eficaz forma de hacer negocios con recursos que aportan los trabajadores
esperanzados en contar, una vez jubilados, con ingresos para su
manutención. Como nadie invierte para perder, es de suponer que las
inversiones de las Siefore estarán planeadas y ejecutadas a conciencia;
pero los antecedentes señalados deben constituir un llamado de atención
al gobierno para tomar medidas que garanticen el buen manejo y la
administración prudente de los cuantiosos fondos captados por las Afore.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario