Napoleón Gómez Urrutia
La situación política y
económica mundial durante los pasados años ha continuado deteriorándose.
Las organizaciones internacionales como el FMI, la OCDE y la OMC han
decidido revisar sus proyecciones de crecimiento hacia la baja,
considerando un nivel por debajo de 3 por ciento en promedio para este
2019. En 17 de los países miembros del G-20 las previsiones de expansión
se han reducido con respecto a las originalmente previstas.
Entre los numerosos factores que están afectando a la economía global
y por supuesto a México, se pueden señalar los siguientes: la
diferencia de políticas y criterios respecto al nuevo tratado de libre
comercio entre México, Canadá y Estados Unidos; la guerra comercial
entre las dos más grandes naciones desde el punto de vista económico,
China y Estados Unidos, y de éstos con otros países en diferentes
sectores comerciales; la incertidumbre respecto al proceso de
integración de la Unión Europea y el indefinido acuerdo del Brexit
en Inglaterra que ha frenado muchas inversiones; las continuas
tensiones geopolíticas regionales como los casos de Venezuela, los
migrantes centroamericanos y Estados Unidos, India, Turquía y Pakistán
entre otros; y por último la desaceleración del crecimiento en China y
en el resto de los integrantes del BRICS.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado que los
problemas económicos son simultáneamente la causa y el resultado de la
concentración del poder y la riqueza en pocas manos. La avaricia
corporativa, aunada a la débil o cómplice situación de gobiernos sin
fuerza, explica los numerosos casos de violaciones a los derechos de los
trabajadores, los salarios extremadamente bajos y abusivos, así como la
precariedad de las condiciones de trabajo.
En nuestro país, la falta de un proceso de solidaridad empresarial y
de transición justa no ha permitido ampliar las bases para una
transformación en beneficio de los trabajadores y sus familias, además
de las comunidades que dependen de ellos, excepto en el caso de los
salarios mínimos que en la zona fronteriza se incrementaron por acuerdo
del presidente en 100 por ciento y en 16 por ciento en el resto del
territorio mexicano. Si a ello agregamos las estrategias de recuperación
energética y los efectos de la Cuarta Revolución Industrial sobre los
empleos y el futuro del trabajo, entonces la situación real es de
fuertes retos que habrá que resolver a la mayor brevedad posible.
Los análisis de los diferentes organismos internacionales como
IndustriALL y la OIT concluyen que es necesario coordinar diferentes
acciones de solidaridad e intercambiar ideas y experiencias sobre la
mejor manera de hacer frente a los cambios. Asimismo, definir las
mejores políticas para resistir y exigir esa transición justa en
beneficio de los trabajadores de los diversos sectores de actividad y
diseñar los mejores programas de capacitación y reconversión, con el
objeto de asegurar que los empleados de hoy sean los mismos empleados de
mañana.
El gobierno actual de México está enfrentando los retos del
crecimiento y la situación mundial con fortaleza y dignidad para
garantizar el éxito de la transformación política, económica y social
del país. No es tarea fácil y menos con una herencia de crisis y de
falta de recursos, además de una oposición y conservadurismo de las
fuerzas que más se han beneficiado de las prácticas de corrupción y de
impunidad, las cuales todo cuestionan y critican, a veces por
desconocimiento o por intereses, y otros por mala fe y perversión.
México tiene que reforzar la inversión en infraestructura, las
políticas industriales sostenibles, el diálogo social, la salud, la
seguridad, la educación y la igualdad de género, entre otros elementos,
lo cual permitirá consolidar la estrategia de gobierno, avanzar hacia el
desarrollo y al bienestar, reduciendo simultáneamente la desigualdad.
El éxito dependerá de los resultados en todas estas materias que
seguramente las autoridades y los estrategas estarán planeando y
ejecutando diariamente.
Si los gobiernos anteriores del PRI y del PAN tuvieron la oportunidad
de hacer los cambios necesarios para beneficio de la población y no los
hicieron, con los resultados de fracaso a la vista, entonces por qué no
dejar el tiempo necesario a estas nueva administración para que pruebe
que nos va a llevar por la ruta del bienestar y del progreso.
México tiene hoy la posibilidad de hacer cambios profundos en su
estructura productiva, enfocando más la estrategia hacia el mercado
interno, al mismo tiempo que iniciar un serio programa de
diversificación de su mercado externo. Es necesario aprovechar más los
talentos de los mexicanos, al mismo tiempo que incluir en los planes del
gobierno la recomposición y reorganización educativa de mediano y largo
plazos.
En lo general, los países se educan primero y se desarrollan después.
Nuestra nación está llamada a hacer un esfuerzo serio y de fondo para
avanzar en forma paralela en ambos sentidos. No desaprovechemos esta
oportunidad histórica para construir en forma sólida un futuro con mayor
bienestar y prosperidad para todos.
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