Iván Restrepo
La Jornada
El Grupo México es el más
importante del país en el ramo minero y el tercer productor de cobre
del mundo. Su valor en el mercado se calculaba hace ocho días en 384 mil
millones de pesos. Pero en una semana perdió 17 mil millones por una
fuga en su terminal marítima de Guaymas, Sonora, ocurrida el pasado 9 de
julio. Se vertieron al mar de Cortés 3 mil litros de ácido sulfúrico.
Según la empresa propiedad del señor Germán Larrea, segundo hombre más
rico de México,
la situación se controló rápidamente, en apenas cuatro minutos, por lo que ninguna persona resultó afectada por el derrame.
Asegura que tampoco el medio marino y que así lo comprobó la
Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). Por su parte,
Francisco Quiroga, subsecretario de Minería de la Secetaría de Economía,
detalló en su cuenta de Twitter que el daño al medio marino se evitó al
neutralizar el ácido sulfúrico derramado con bicarbonato de sodio.
Sin embargo, hace dos días personal de la Profepa clausuró en Guaymas
temporamente dicha terminal portuaria por no tener la autorización de
impacto ambiental para obras y actividades. Cabe señalar que dicha
terminal, desde la cual se exporta cobre y ácido, tiene un certificado
de calidad ambiental supuestamente expedido el año pasado. Es uno de los
17 que posee para otras áreas de explotación minera en el país.
Pese a ello, este año suma dos derrames, aunque nada comparables con
el del 6 de agosto de 2014 en Cananea, Sonora: 40 millones de litros de
sulfato de cobre. Es el mayor desastre ecológico de nuestra historia.
El derrame en Guaymas ha despertado la indignación ciudadana y la
protesta muy bien fundada de los especialistas en el ecosistema marino,
las organizaciones defensoras de los recursos naturales y hasta de
varios legisladores federales. Estiman que las conclusiones a las que
llegaron las instancias oficiales fueron precipitadas, pues, como acaba
de demostrarse, todavía no concluye la investigación del accidente.
Agregan que las sanciones económicas por este tipo de delitos no son
suficientes para paliar el daño que causan. Y en cuanto al enorme
vertido en Cananea, Grupo México no compensa aun debidamente, y como
ordenaron las autoridades, a las miles de familias afectadas por esa
enorme tragedia.
Aunque los negocios de Larrea tratan de lavar su pésima imagen
apoyando tareas como la protección del lobo gris, gozan de muy merecida
fama pública como contaminadores y destructores del medio ambiente. En
lo que va de este siglo suman 14 los accidentes importantes registrados
en las áreas donde explotan minerales. A ello se agregan los que pueden
ocasionar en otros países.
Un ejemplo relevante sucede en Perú con un polémico y millonario
proyecto de Southern Perú Copper Company, principal subsidiaria del
Grupo México, para explotar la mina de cobre Tía María en la provincia
de Islay. Se trata de una inversión de mil 400 millones de dólares
gracias a los cuales se crearían más de 9 mil nuevos empleos durante la
construcción.
El martes pasado la Southern aseguró que el gobierno de ese país
finalmente autorizó el proyecto, pero bajo la condición de no iniciar
labores hasta dar garantías plenas a las comunidades que desde hace
varios años se oponen con numerosas y justas razones.
De hacerse realidad, Tía María producirá unas 120 mil toneladas de
cobre anuales, pero el daño en una extensa región sería enorme. Por eso
desde que el proyecto se conoció en 2011 hay una fuerte oposición
ciudadana ante el temor muy justificado de que se contaminen los
recursos hídricos, las actividades agropecuarias y demás operaciones
económicas, pues los yacimientos de cobre se encuentran precisamente
donde nacen los ríos de la región.
Esa oposición costó ya la vida de siete pobladores y decenas de
heridos por la represión oficial. Los anteriores mandatarios peruanos,
todos acusados de corrupción, avalaron el proyecto. Igual el actual.
Veremos pronto si, para explotar Tía María, los directivos de la filial
del Grupo México en Perú convencen con hechos a los habitantes de la
región de que son una empresa cuidadosa del ambiente y los recursos
naturales. Es decir, todo lo contrario de lo que hace en nuestro país.
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