3/15/2009

TLC; Tratado de Libre Criminalidad ....


Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info)

“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Parece que otro de los aspectos exitosos del libre comercio norteamericano es el relativo a la operación del crimen organizado. En un muy competitivo intercambio se han registrado importantes incrementos en las exportaciones de estupefacientes.Las muy sólidas empresas mexicanas dedicadas a este sector de la economía han logrado penetrar exitosamente el mercado del más grande consumidor del mundo. El éxito alcanzado por las empresas mexicanas es tal que ya está presente, de manera directa, en más de 270 ciudades de aquel país, desplazando a las organizaciones locales e imponiendo su tecnología operativa (decapitados con mensaje al calce).
De acuerdo a lo dicho por altos funcionarios estadounidenses relacionados con la materia, en México son cerca de 150 mil personas las que participan en la operación de un negocio que representa cerca de 25 mil millones de dólares, además de cerca de 300 mil campesinos dedicados a la producción de marihuana y amapola. El comercio entre ambas naciones se ve equilibrado por la importación a México del equipo y la maquinaria requeridos (AK-47, bazookas y demás juguetes letales).
No obstante la preocupación mostrada por dichos funcionarios, la verdad es que esta faceta del libre comercio ha redundado en un alto grado de beneficio para el consumidor yanqui, al registrarse una mayor competencia y menores precios. Todo indica que la pretensión de tales declaraciones es la de proveer al retorno del nefasto proteccionismo contra la penetración comercial de los empresarios mexicanos.Lo que resulta incomprensible es la actitud del gobierno espurio que, no obstante manifestarse como paladín del libre comercio, se presta para combatir tan floreciente negocio; más aún cuando es el único rubro de la economía mexicana que genera empleo e ingresos para un considerable número de mexicanos, mientras que en el resto de las actividades sólo se registra desempleo y empobrecimiento.
Salvo por lo cruento de los mecanismos de imposición comercial y de competencia, el éxito de las empresas mexicanas dedicadas al solaz de los ciudadanos yanquis es equivalente al que se observa, por ejemplo, en materia de comercio al menudeo con la expansión incontrolada de las tiendas de Wall Mart o en la comercialización de productos agropecuarios de importación.Cuando se asumió el compromiso de la globalización y se firmó el TLCAN, se dijo que el mercado establecería naturalmente el equilibrio mediante el aprovechamiento de las llamadas ventajas comparativas; que no resultaba útil que cada quien produjera de todo, sino que cada país encontrara sus nichos de especialidad para vender al otro; así ellos nos venden maíz, frijol y arroz, en tanto que nosotros les vendemos excelentes estupefacientes (se oye mejor así que simplemente llamarles drogas).
Así como Rodríguez Zapatero viene a México a apuntalar a las empresas españolas de la banca y la energía, Calderón tendría que ir a USA a cabildear a favor de las mexicanas de la industria del placer.Ahora bien si, a resultas de que la actividad de los mexicanos provoca alguna distorsión de la economía gringa, se pretende alguna salvaguarda por parte de sus autoridades, México podría hacer gala de su tradicional buena fe y, con todo comedimiento, plantear una renegociación tal que permitiera que esas 450 mil personas que encuentran empleo e ingreso en la industria de los estupefacientes, se reacomoden en otros giros de actividad, como pudiera ser la agropecuaria, la industrial y la comercial.Aunque parece una ironía lo hasta aquí dicho, no está lejos de ser una realidad.
El auge de la industria de los estupefacientes y el creciente número de personas que emplea, obedece a la cancelación de las oportunidades de ocupación rentable en el campo y la ciudad, resultante de la desigual competencia de las importaciones. Una política que pretenda erradicarla, necesariamente tendría que pasar por la cancelación de los efectos nocivos de la apertura comercial; esto es algo en lo que tendrían que coincidir las autoridades de ambos lados de la frontera.Alguien podría argumentar en contra diciendo que, la de los narcóticos, es una actividad que afecta la salud pública, en tanto que las de ellos son bienes y servicios inocuos.
Pongo en duda la afectación a la salud pública; de ser cierta ya se habría muerto toda la sociedad gringa y su consumo extendido de drogas. Niego la inocuidad de lo que nos venden, sea por la enajenación cultural que provocan o, principalmente, por la muerte por hambre y miseria que irremisiblemente implantan en nuestra sociedad.Andrés Manuel concluyó su periplo por todos los municipios del país que se gobiernan por el régimen de partidos y elecciones.
En estos días nos está entregando sus reflexiones en artículos que publican LA JORNADA y POR ESTO, bajo el título “México visto desde abajo”. Destaca su observación de que la gran mayoría de las tierras cultivables está desierta, abandonada por los campesinos que se han visto obligados a buscar otra fuente de sustentación. Vienen muy al caso sus observaciones para sustentar la imperiosa necesidad de romper con el modelo de libre comercio impuesto por el Tratado de Libre Criminalidad de América del Norte.

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