10/11/2009

Hacia un nuevo modelo de desarrollo

MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

El jueves pasado una representación de sus autores entregó a la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados el documento titulado México frente a la crisis: Hacia un nuevo curso de desarrollo. La semana anterior se había hecho lo propio en el Senado. Aunque está preparado desde una perspectiva y con alcances más allá de la coyuntura, ese estudio puede ser aprovechado por los legisladores ahora que está abierto en comisiones el debate formal sobre la política económica del año próximo, dejando atrás la cháchara que ha sido inevitable si bien inútil a partir del 8 de septiembre en que fueron entregadas las iniciativas procedentes de Los Pinos.

El grupo que examinó la crisis y formuló propuestas para encararla se reunió inicialmente movido por inquietudes propias, y en marzo obtuvo el apoyo del doctor José Narro Robles, rector de la Universidad Nacional. Además, el propio rector Narro participó en una de las conferencias con que los autores del documento ilustraron su criterio. Narro habló de salud y seguridad social y planteó la pertinencia de universalizar las prestaciones de ese género que hagan menos ingrata la vida de los mexicanos menesterosos.

Citados por orden alfabético, como ellos lo hacen, los participantes son Eugenio Anguiano, Cuauhtémoc Cárdenas, Rolando Cordera, Saúl Escobar, Gerardo Esquivel, Carlos Heredia, David Ibarra, Leonardo Lomelí, Prudencio López, Mauricio de Maria y Campos, Ciro Murayama, Jorge Eduardo Navarrete, Norma Samaniego, Jesús Silva Herzog Flores, Francisco Suárez Dávila, Carlos Tello y Enrique del Val. Es un grupo que ha actuado en el gobierno, la política, las tareas académicas. Como se aprecia al leer la lista, hay un excandidato presidencial (que lo fue en tres ocasiones, amén de haber gobernado la Ciudad de México), cuatro exsecretarios de Estado, varios exsubsecretarios, otros más embajadores, legisladores y académicos, y un empresario que además encabezó una confederación patronal. Se convocaron a sí mismos, declaran, "con el ánimo de contribuir al debate nacional".

Los participantes tienen experiencia y capacidades en economía política internacional; política macroeconómica; política financiera y monetaria; política fiscal, industrial y social; salud y educación; infraestructura y desarrollo territorial, y desarrollo rural sustentable. Entre muchos rasgos que dan eminencia al grupo y a su documento, y lo singularizan, está su atención a los jóvenes. Adoptaron "la cuestión juvenil como eje transversal de (sus) preocupaciones".

El documento se compone de un diagnóstico y unas propuestas de política. La primera parte se integra con un examen de la situación internacional, de la macroeconomía, de la crisis en México y de los saldos sociales de ésta y de la política económica. El segundo apartado pone atención en la fragilidad estructural de la economía mexicana, el sector rural ante la crisis, la infraestructura y sus rezagos, y la industria manufacturera. El tercero a su vez se divide en: demografía y empleo, la cuestión juvenil, educación, salud y seguridad social, pobreza, desigualdad y riesgos sociales emergentes, vulnerabilidad económica e inseguridad pública.

El gran capítulo de las propuestas está configurado por seis porciones: la sociedad y el Estado más allá de las crisis: hacia un nuevo modelo de desarrollo; México ante el mundo; la política económica; políticas sectoriales; hacia la edificación de un estado de bienestar, y la cuestión juvenil.

Sin que puedan ser inscritos los miembros del grupo en una sola corriente ideológica y política, es posible percibir en ellos el propósito de construir el Estado social de derecho que alimentó a la socialdemocracia europea. Por eso explícitamente proponen "desarrollar un genuino Estado de bienestar, tal como en su momento lo hicieron las naciones que encabezarían la industrialización y alcanzarían el mayor grado de desarrollo económico y equidad social". Agregan que ese Estado de bienestar ha de edificarse sobre la base del "acceso a la educación y a la salud, un sistema de pensiones con cobertura universal, así como el seguro de desempleo, que además de mitigar los efectos negativos de la crisis sobre los individuos y sus familias, actúa como un estabilizador automático que contribuye, precisamente, a suavizar los procesos de contracción de la demanda y caída de la producción y del empleo".

Con acierto al mirar el horizonte, el Grupo de los 17 encontró que la falta de oportunidades a los jóvenes es la hipoteca mayor, el lastre más dañino de una sociedad. Vivimos ante la que se ha dado en llamar generación "ni-ni", que no trabaja ni estudia y sólo tiene delante de sí la migración o su incorporación a formas ilegales de la supervivencia, incluso con métodos violentos. En este delicado punto sus propuestas son puntuales: "Establecer compromisos y generar sinergias novedosas y diversas entre las instituciones educativas y los sectores productivos para apoyar la inserción paulatina y constante de los jóvenes al trabajo y la capacitación"; contar con un sistema nacional de becas y apoyos; incorporación gradual al mercado de trabajo con protección y respeto; acceso a servicios de salud específico, y profesionalización de jóvenes que atiendan sexualidad, alimentación, abuso de alcohol y drogas, depresión, soledad, problemas afectivos y de relación; uso responsable de su sexualidad y reproducción; resolución de conflictos mediante el diálogo y los valores juveniles; acceso de los jóvenes a la justicia; promoción y defensa de los derechos juveniles; espacios de diálogo y participación juvenil en la cultura y el esparcimiento.

Corrientes más radicales, que desconfían del Estado y de la lucha por alcanzar el poder, han acuñado la esperanzadora expresión según la cual "otro mundo es posible". Lo mismo podría predicarse con los planteamientos de este manifiesto, que no aspira a ser programa de gobierno ni recetario para salir de la crisis. Es una pertinente combinación de reflexiones y propuestas que conduzcan a un nuevo modelo de desarrollo. El que se instauró en México en el último cuarto de siglo ha fracaso estrepitosamente: ni siquiera es eficaz en los términos de su propia lógica, y menos aun contribuye al bienestar, pues sólo genera pobreza y desigualdad agobiantes. El documento de Los 17 se propone contribuir a que esa tendencia sea revertida. Es, por lo menos, un acuciante estímulo para el debate que establezca lo que debe ser sustituido, cómo intentarlo y cómo lograrlo.

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