PRI: 12 de 12
En los artículos que he escrito, he insistido que desafortunadamente en México nos falta mucho para adquirir una cultura en casi todos los aspectos (financieros, económicos, políticos, sociales). Desgraciadamente, eso nos hace ser un pueblo conformista y dado al me vale, y con ello perdemos memoria de todo lo que nos hacen y nos dicen. El gobierno y los partidos políticos nos hacen creer que México transita hacia una democracia, que generalmente es negada en los países pobres y subdesarrollados. Lo peor de todo es que seguimos gobernados de la misma forma y por los mismos personajes, y todo se busca encubrirlo. Nos hacen creer que todo está bien y que realmente existe una contienda electoral real. Nos quieren manejar como un pueblo ignorante, pero la realidad es que hemos llegado a la indiferencia y ello resulta más peligroso. En la política, estamos viviendo una situación que lejos de darnos credibilidad y acercarnos a ella, cada vez más nos aleja.
Óscar Enrique Díaz Santos*
La política mexicana, con todo y sus asegunes, es fascinante e increíble. Nunca se agota y su ciclo de vida nunca llega a la fase de maduración.
En los discursos que emanan de ella, nos venden la fabulosa idea de la transición a la democracia, como si ésta fuera lo máximo en una sociedad. Pero podemos decir, con los pelos de la burra en la mano, que ésta es una sola ilusión y para muchos un deseo que nunca se cumple. Por definición, nunca lograremos tener una democracia, ya que ésta se constituye en un sistema de conveniencias e intereses y existe sólo para los que la aplican. Si las políticas nos benefician, nos alegramos y gritamos a los vientos las virtudes democráticas de un sistema; pero si éstas son contrarias a nuestros intereses, las juzgamos como antidemocráticas.
Símbolos de esta democracia ficticia o de facto son el proceso electoral y la forma en que está regulado por un órgano supuestamente autónomo (Instituto Federal Electoral). El proceso electoral se inicia desde que se convoca a los partidos para que registren a sus candidatos. Partidos que en su propia “idea democrática” realizan un proceso de selección de sus mejores hombres –que nunca lo son– para que sean los maravillosos candidatos que nos van a gobernar. Este proceso tan dinámico y transparente se repite en el tiempo, como si fuera un ciclo económico, aunque siempre estamos en la fase crítica.
Lo wonderful es que la selección de los candidatos de los partidos políticos es similar a la captación de alumnos de educación media y superior por parte de las escuelas privadas medianas. ¿En que se parecen? Es fácil hacer esta similitud. La mayoría de las escuelas privadas empieza a captar alumnos una vez que se dieron los resultados de los exámenes para el ingreso a la Universidad Nacional Autónoma de México y al Instituto Politécnico Nacional; es decir, captan su matrícula de los rechazados de las instituciones públicas: desafortunadamente a eso le apuestan. Los partidos políticos –Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y otros–, en muchos casos, esperan a que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) designe a sus candidatos, y si uno de ellos no pasó el examen de admisión y fue relegado “antidemocráticamente” porque no era el preferido del gobernador en turno, entonces es abordado por los azules-amarillos y lo convencen. La negociación es perversa: “Me nombras candidato, gano. En las memorias se registra el partido o partidos que me postularon, pero finalmente el que gobierna soy yo y te doy algunas posiciones políticas para que no te enojes”. El ciudadano ya lo ve como normal, ya ni siquiera se sorprende. Y como nunca emite una opinión, pues siguen haciendo lo mismo.
En el proceso electoral múltiple del domingo 5 de julio, una vez terminada la emisión de votos por parte de la ciudadanía, hermanados Cesarito y Chuchito se vanagloriaban de los triunfos de tres de sus candidatos “postizos”: los Cués, los Moreno Valle y los Malovas habían cumplido. Claro, no dijeron que con sus candidatos habían perdido gubernaturas que tenían en su poder. Y resulta entonces que el gran ganador fue el PRI, que se llevó 12 de 12 gubernaturas en juego. Eso lo pone en una posición estratégica con miras a 2012.
Por qué digo 12 de 12 si tres fueron ganadas por el esperpento de alianza entre el PAN y el PRD. Porque, finalmente, aunque los candidatos triunfadores hayan competido bajo el auspicio de esa rara alianza, son de origen priista, seguirán siendo priistas y van a gobernar como priistas.
Cuando hago esta similitud, generalmente me gusta poner como ejemplo a los maravillosos leones. Si nos encontramos a un cachorro de león, desvalido y hambriento, lo adoptamos y lo empezamos a alimentar con lechita, verduritas, tacos de guisado y otras suculencias, y no nos olvidamos de alimentarlo, el león va a estar a gusto y hasta va a ver los partidos de futbol con uno; pero si te descuidas y el león prueba carne cruda, en la primera oportunidad que tenga te va a comer. La naturaleza del león no cambia, la naturaleza del político tampoco cambia. Un priista nunca va a gobernar como panista y mucho menos como perredista.
Y a los ciudadanos, desafortunadamente apáticos, ya les da lo mismo. Así la transición a la democracia se convierte en una transición de candidatos. Las fuerzas básicas del PRI están funcionando, mientras que el PAN y el PRD tienen que hacer uso de extranjeros.
Pero además hay que considerar que necesitaron hacer alianzas dos partidos políticos con principios totalmente opuestos, o ¿será que actualmente son más cercanos y no lo sabemos? Claro, con la incapacidad de Chuchito no se puede esperar otra cosa, y con tal de aspirar al poder, se puede aliar con cualquiera. Cesarito no ha podido con el encargo de su amigo Jelipe y tiene que recurrir a una alianza que no tiene ni pies ni cabeza, con el costo de que le renuncien miembros connotados de su partido, como fue el caso de Gómez Mont. El problema es que sus triunfos corresponden a candidatos que no surgieron de sus filas y, por lo tanto, no están comprometidos con sus principios.
Tenemos a la vista varios procesos electorales antes de la sucesión presidencial de 2012; uno de ellos es el del Estado de México. Por sí solos, tanto PRD como el PAN no tienen posibilidades de triunfar y forzosamente van a recurrir nuevamente a la alianza. Pero aun así, no se vislumbra, por lo menos en el presente, un personaje perredista o panista que pueda arrebatarle el triunfo al PRI. Será que le pedirán prestado un candidato a Peña Nieto o esperarán a que el PRI realice su selección y que deseche algún candidato distinguido que tenga posibilidades reales de ganar y entonces convencerlo para que encabece la “magnifica alianza” azul-amarillo.
Si eso sucede, lo único que se puede esperar es que la supuesta transición a la democracia se convierta en una democracia estancada y que el PRI esté gobernando a todo el país, aunque sea con diferente color. A estas alturas, qué importa.
*Doctor en Economía por la Universidad Nacional Autónoma de México; especialista en presupuesto y administración y gasto públicos
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