7/30/2010

Sin proyectos de vida salen de sus países....

A los riesgos que corren, se suma la guardia desplegada en frontera con México

Nada detiene la migración de centroamericanas a EU


Por Nadia Altamirano Díaz, corresponsal

Oaxaca, Oax. 29 jul 10 (CIMAC).- Para las mujeres centroamericanas migrar significa un proceso de sobrevivencia. La entrada en vigor de la Ley SB1070, conocida como Ley Arizona, no detiene su flujo por el Istmo de Tehuantepec y tampoco el de los hombres. Las ganas de dejar atrás la pobreza pueden más.

A algunas mujeres no les alcanza el dinero para pagarle a un “coyote”, otras si pueden costear sobornos para viajar en autobús o encontrar quien la esconda en un tráiler. Las centroamericanas son las más pobres, las más vulnerables.

El riesgo de sufrir robos, secuestros, extorsiones o abusos por parte de empleados de migración o de corporaciones policíacas son los mismos para hombres y mujeres, pero ellas tienen que sortear otros peligros: violaciones sexuales, la explotación sexual o ser víctimas de la trata de personas.

Las migrantes centroamericanas que transitan por Oaxaca hacia Estados Unidos, “trepadas” en el tren aumenta. El sacerdote Alejandro Solalinde, coordinador del Área de la Pastoral de la Movilidad Humana del Episcopado Mexicano en el Sureste, y encargado del albergue “Hermanos en el Camino” de Ciudad Ixtepec, sabe que cuando las y los centroamericanos viajan tienen una idea de lo que deberán enfrentar.

“Tienen miedo pero siguen pasando, a pesar de lo que les pueda ocurrir, ya se les dijo que hoy entra en vigor en Arizona la Ley SB1070, y nada los va a detener, sólo les va a costar más trabajo pero los centroamericanos siguen pasando”.

La migración que viaja en tren, ha sido mayoritariamente de hombres, pero el año pasado y este, las mujeres han aumentado. “Tengo cinco años trabajando en este albergue, y al principio eran muy poquitas las mujeres, pero fácil han llegado a un 20 por ciento de la población migrante”, precisa el sacerdote.

Viajan solas, al lado de sus parejas, con hijos pequeños o incluso embarazadas, como Yadith, una mujer de 21 años que dejó Honduras creyendo que llegaría a Estados Unidos para dar a luz a su segundo hijo. Trabajar, ahorrar y volver a su país para comprar su casa y poner un negocio, eran los anhelos que no pudo cumplir.


CENTROAMERICANAS ARRIESGAN VIDA

De lo poco que le quedaba de su sueldo en una zapatería, Yadith ahorró en tres meses unos cien dólares. Dejó a su hijo Arlos -de cinco años- con su abuela y junto con su vecina salió de Honduras, pasó por Guatemala y en Chiapas viajó en combis, rodeó garitas migratorias porque les advirtieron que ahí “nos iban a violar” y una noche se subió al tren que en la estación de Arriaga esperaba por salir a Ciudad Ixtepec.

"Nos dormimos porque nos daba miedo, eran como 150 personas o más. No venían mujeres casi”. Durante unas 12 horas se aguantó las ganas de orinar porque a diferencia de los hombres, no podía “tirarme del tren, hacer mis necesidades y volverme a subir".

A las 5:00 de la mañana del siguiente día bajó del tren cuando dejó de avanzar en Ciudad Ixtepec, pero una amenaza de aborto la detuvo, ya era demasiado riesgoso viajar con casi ocho meses de embarazo y un peso de apenas 43 kilogramos.

"Creo que por los golpes del tren andaba sangrando, tenía amenaza de aborto”, relata sentada en un colchón en una habitación en el albergue donde ella duerme, el resto de las mujeres descansan en colchonetas o sobre cartones.

ESPERANDO EL TREN

La cónsul general de El Salvador en Arriaga, Vilma Mendoza, reporta que del 1 de enero al 31 mayo, el tren ha salido de ahí 70 veces, con unas 22 mil personas originarias de Guatemala, Nicaragua, Honduras o El Salvador.

En Arriaga, Chiapas, el tren sale cada 28 o 30 horas y en sus vagones, como polizontes, lleva a unos 200 centroamericanos. Hay veces que se han llegado a juntar hasta 500 o mil.

A Ciudad Ixtepec, son 145 kilómetros que recorre el tren en 12 horas y ahí su marcha se vuelve más rápida, debe llegar en cinco horas a Medias Aguas, Veracruz para entregar granos, cementos, refrescos, jabones u otras materias primas.

Sin que se sepa con exactitud, a partir de cuándo ni porqué, las características de los trenes fueron modificadas. Las escaleras en el exterior de los vagones ya no llegan hasta la parte alta de estos, y ya no tienen la pasarela superior, esa parte en la que los migrantes se detienen cuando viajan montados sobre los vagones.

“Por Arriaga pasan quienes van a agarrar el tren. Son pobres, sin posibilidad de pagar a quienes las escondan en un vagón, en autobús o en tráiler”, detalla la cónsul, quien sabe además que en una muestra levantada entre salvadoreños, el 15 por ciento eran mujeres.

El 26 por ciento de los entrevistados en esa muestra, fueron sometidos a extorsión, malos tratos y robos, lo mismo hombres y mujeres, aunque ellas “son más vulnerables que el resto, su condición las vuelve propensas a una violación, potencialmente víctimas de trata o explotación sexual comercial”.

Las salvadoreñas, emigran por la poca capacidad adquisitiva, el alto costo de la vida, buscan una mayor aspiración salarial para mantener a más de dos hijos cuyo padre está ausente.

LA VIOLACIÓN SEXUAL, UNA CONSTANTE

Patricia apenas alcanzó la mayoría de edad y emprendió el viaje. De nada sirvieron los ruegos de su madre para que se quedara en Honduras, su novio Jorge, de 29 años, la había convencido de viajar juntos hacia Estados Unidos, aunque ya se arrepintió.

"Me da miedo, dicen que están secuestrando, que las violan", acepta en una plática que transcurre mientras ella y su novio están recostados en un cartón, en el piso de una especie de capilla que también sirve de dormitorio.

El sacerdote Alejandro Solalinde calcula que de cada 10 mujeres migrantes, “por lo menos a seis o a siete las violan, es una vejación especial contra las mujeres, no las violan por deseo sino por una violencia de género, las golpean o violan delante de sus familias”.

Para Jorge es su tercer viaje de indocumentado: "Me arriesgo a traerla (a Patricia) porque no sabía que estuviera tan duro como me habían contado. De hace 5 años para acá todo es dinero. En el 2000 nada más agarré el tren y en 11 días llegué a Estados Unidos, ahora llevamos 8 días y no hemos avanzado mucho, con dinero escaso”.

Cerca de la pareja, María, una mujer menos joven accede a hablar de los motivos que la orillaron a dejar a sus dos hijos, de 11 y 6 años de edad, a cargo de una prima.

Desde el golpe de Estado en Honduras “todo está bien duro, todo se arruinó”. Las mil 200 lempiras (el equivalente a unos 800 pesos mexicanos) de sueldo que ganaba en una maquila de ropa “eran casi nada”. Los apoyos para las mujeres solteras se perdieron y ella ya no pudo costear más los gastos.

Al salir de su país las mujeres saben que la violación sexual puede ser inminente, además de que son víctimas de otros delitos comunes como el robo y abusos de autoridad.

A partir del 1 de agosto habrá que sumar a la lista de riesgos, el despliegue de mil 200 soldados de la Guardia Nacional que el Gobierno estadounidense desplegó en la frontera con México, pero el flujo de migrantes centroamericanas no tiene para cuándo acabar, no mientras el problema no se vea como un fenómeno social y la pobreza en sus países empiece a cambiar.

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