Julio Hernández López: Astillero
No fue el año que se temía, pero acaso resultó peor. Incumplidas quedaron las profecías de calendario que adjudicaban obligatoriedad conmemorativa a las tandas insurreccionales de la historia mexicana. El máximo acercamiento a la proclama guerrillera de esta anualidad por terminar se produjo en el tragicómico contexto de un presunto secuestro ciertamente bien peluqueado que parecería haber sido concebido con propósitos de construir una candidatura presidencial de derecha no felipista y cuyo montaje va quedando cada vez más claro: mentira rotunda el día de la Aparición del Juan Diego Litigante y sus ramos de rosas rojas del Jefeyac, pues el porte lozano (Gracia) que mostraba el presuntamente recién liberado no era sino consecuencia de un tratamiento de recuperación habido desde días atrás, explicable y justificado ese proceso de readaptación y cuidados pero no la farsa de la barba escenográficamente preservada ni el cuento del recién llegado del cautiverio.
No hubo violencia política expresa de corte revolucionario o independentista y, por el contrario, la gerencia federal de espectáculos ahistóricos convirtió el 1810 en desfile jolivudense de desmemorias, frivolidad y corrupción, y el 1910 en un suspiro escamoteado a la conciencia nacional para que a pocos se les ocurriera pensar seriamente en la importancia de las gestas populares contra los malos gobiernos. Pero sí hubo violencia institucional, y mucha, para instalar el miedo en el ánimo colectivo y para concentrar a los ciudadanos en la defensa básica de sus intereses inmediatos, sin tiempo ni voluntad para ver hacia arriba, criticar y organizarse en búsqueda de cambiar el curso de la tragedia nacional. 2010 fue el año de la consolidación del baño de sangre como política pública, del horror criminal (destazados, decapitados, colgados, asesinatos masivos) como pedagogía del poder, de la abolición (ya casi sin protestas) de derechos, garantías y legalidad, de las fuerzas armadas (los militares y las policías) como pilares del Estado de excepción sin declaratoria expresa, del Estado fallido que por tanto se encierra en sí mismo y trata de gobernar mediante camarillas mediocres y viciadas, entre visceralidades nocturnas y demagogia matutina.
Asfixiada así la vida cívica, cerrados los caminos a la organización social, controlados los mecanismos de representación política, prostituidas las alternativas electorales mediante las alianzas entre PRD y PAN, sometido todo al curso de los humores del bando de Los Pinos, tendida nacionalmente la red militarizada de control social, cada vez más amenazantes y dirigidas las manejables armas del narcotráfico contra la disidencia o la protesta, humeante el caldero grande, 2010 incubó las expectativas negras del 2011, a tal grado que en la administración federal se tienen especiales cuidados en prevención de que en los linderos de uno y otro año pudieran darse expresiones violentas de distinto origen, tanto de cárteles inconformes con el trato desigual que ha acabado privilegiando a ciertos grupos como de organizaciones armadas que creen llegado el momento de impulsar transformaciones violentas.
El escenario electoral también se ve sembrado de minas. El PRI se mantiene como la opción más promovida en los manipulables estudios de opinión pública y Enrique Peña Nieto parece tener todo a su favor para encabezar la onerosa acometida de tres colores en busca de regresar a Los Pinos. Al estético gobernador del estado de México le han tejido una red de apoyo y protección, con gobernadores de erario comprometido con la causa futurista, entre ellos el de Coahuila que en nombre del gremio ocupará la presidencia nacional del PRI, en abierta confesión de que los jefes estatales y sus tesorerías son los nuevos factores de decisión real. El sobrevaluado eje de esos esfuerzos de restauración del pasado es Carlos Salinas, cada vez más presente en actos públicos y en portadas de revistas de alta sociedad y espectáculos.
En el PAN habrá de verse si el rudo Felipe es capaz de controlar el proceso de postulación del candidato a presidente de la República (luego del periodo baldío al que falta una tercera parte de suplicio). No tiene aspirantes fuertes pero habrá de verse si eso es una falla o un plan retorcido, deseoso el michoacano de abrir la puerta a opciones ciudadanas como la de Juan Ramón de la Fuente, que tanto le emociona, o a la sublimación de la perversidad aliancística, con un candidato neutro o negociable como podría ser el cada vez más colaborador Marcelo Ebrard. Calderón perdió en la composición del nuevo consejo nacional panista y El Yunque se instaló como contrapeso interno deseoso de impedir nuevas torpezas felipistas. La desaparición obligada de Diego Fernández de Cevallos podría haber provenido de fuerzas oficiales conjuradas para frenar y castigar el activismo antifelipista del queretano antiquijotesco o, por el contrario, de maniobras de poderosos segmentos no sólo panistas, sino incluso con toques de sal tricolor, para posicionar a un posible candidato capaz de rebasar y derrotar al endurecido jefe actual de las fuerzas armadas.
La izquierda electoral ha sido dividida a conciencia durante este año trágicamente memorable. Los Chuchos han cumplido una redituable labor de envilecimiento y confusión. Ebrard y su mánager Camacho se han adaptado a las necesidades del calderonismo y el salinismo, con la vista puesta en la eliminación del factor tabasqueño por su rispidez y la postulación de Marcelo por necesidades de estabilidad concertada. López Obrador ha seguido bajo metralla difamatoria y se mantiene aferrado a un discurso y un manual de procedimientos que no pareciera encajar, ni en velocidad ni en innovación, en los tiempos revueltos que pretenden encaminarse al fin del ciclo panista y la restauración del dinosaurismo mafiosamente concertador.
Y ya con esta se despide, por dos semanas, el tecleador necesitado de vacaciones que a la comunidad del Astillero desea felices fiestas y buen año venidero. ¡Hasta el 10 de enero próximo!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
No fue el año que se temía, pero acaso resultó peor. Incumplidas quedaron las profecías de calendario que adjudicaban obligatoriedad conmemorativa a las tandas insurreccionales de la historia mexicana. El máximo acercamiento a la proclama guerrillera de esta anualidad por terminar se produjo en el tragicómico contexto de un presunto secuestro ciertamente bien peluqueado que parecería haber sido concebido con propósitos de construir una candidatura presidencial de derecha no felipista y cuyo montaje va quedando cada vez más claro: mentira rotunda el día de la Aparición del Juan Diego Litigante y sus ramos de rosas rojas del Jefeyac, pues el porte lozano (Gracia) que mostraba el presuntamente recién liberado no era sino consecuencia de un tratamiento de recuperación habido desde días atrás, explicable y justificado ese proceso de readaptación y cuidados pero no la farsa de la barba escenográficamente preservada ni el cuento del recién llegado del cautiverio.
No hubo violencia política expresa de corte revolucionario o independentista y, por el contrario, la gerencia federal de espectáculos ahistóricos convirtió el 1810 en desfile jolivudense de desmemorias, frivolidad y corrupción, y el 1910 en un suspiro escamoteado a la conciencia nacional para que a pocos se les ocurriera pensar seriamente en la importancia de las gestas populares contra los malos gobiernos. Pero sí hubo violencia institucional, y mucha, para instalar el miedo en el ánimo colectivo y para concentrar a los ciudadanos en la defensa básica de sus intereses inmediatos, sin tiempo ni voluntad para ver hacia arriba, criticar y organizarse en búsqueda de cambiar el curso de la tragedia nacional. 2010 fue el año de la consolidación del baño de sangre como política pública, del horror criminal (destazados, decapitados, colgados, asesinatos masivos) como pedagogía del poder, de la abolición (ya casi sin protestas) de derechos, garantías y legalidad, de las fuerzas armadas (los militares y las policías) como pilares del Estado de excepción sin declaratoria expresa, del Estado fallido que por tanto se encierra en sí mismo y trata de gobernar mediante camarillas mediocres y viciadas, entre visceralidades nocturnas y demagogia matutina.
Asfixiada así la vida cívica, cerrados los caminos a la organización social, controlados los mecanismos de representación política, prostituidas las alternativas electorales mediante las alianzas entre PRD y PAN, sometido todo al curso de los humores del bando de Los Pinos, tendida nacionalmente la red militarizada de control social, cada vez más amenazantes y dirigidas las manejables armas del narcotráfico contra la disidencia o la protesta, humeante el caldero grande, 2010 incubó las expectativas negras del 2011, a tal grado que en la administración federal se tienen especiales cuidados en prevención de que en los linderos de uno y otro año pudieran darse expresiones violentas de distinto origen, tanto de cárteles inconformes con el trato desigual que ha acabado privilegiando a ciertos grupos como de organizaciones armadas que creen llegado el momento de impulsar transformaciones violentas.
El escenario electoral también se ve sembrado de minas. El PRI se mantiene como la opción más promovida en los manipulables estudios de opinión pública y Enrique Peña Nieto parece tener todo a su favor para encabezar la onerosa acometida de tres colores en busca de regresar a Los Pinos. Al estético gobernador del estado de México le han tejido una red de apoyo y protección, con gobernadores de erario comprometido con la causa futurista, entre ellos el de Coahuila que en nombre del gremio ocupará la presidencia nacional del PRI, en abierta confesión de que los jefes estatales y sus tesorerías son los nuevos factores de decisión real. El sobrevaluado eje de esos esfuerzos de restauración del pasado es Carlos Salinas, cada vez más presente en actos públicos y en portadas de revistas de alta sociedad y espectáculos.
En el PAN habrá de verse si el rudo Felipe es capaz de controlar el proceso de postulación del candidato a presidente de la República (luego del periodo baldío al que falta una tercera parte de suplicio). No tiene aspirantes fuertes pero habrá de verse si eso es una falla o un plan retorcido, deseoso el michoacano de abrir la puerta a opciones ciudadanas como la de Juan Ramón de la Fuente, que tanto le emociona, o a la sublimación de la perversidad aliancística, con un candidato neutro o negociable como podría ser el cada vez más colaborador Marcelo Ebrard. Calderón perdió en la composición del nuevo consejo nacional panista y El Yunque se instaló como contrapeso interno deseoso de impedir nuevas torpezas felipistas. La desaparición obligada de Diego Fernández de Cevallos podría haber provenido de fuerzas oficiales conjuradas para frenar y castigar el activismo antifelipista del queretano antiquijotesco o, por el contrario, de maniobras de poderosos segmentos no sólo panistas, sino incluso con toques de sal tricolor, para posicionar a un posible candidato capaz de rebasar y derrotar al endurecido jefe actual de las fuerzas armadas.
La izquierda electoral ha sido dividida a conciencia durante este año trágicamente memorable. Los Chuchos han cumplido una redituable labor de envilecimiento y confusión. Ebrard y su mánager Camacho se han adaptado a las necesidades del calderonismo y el salinismo, con la vista puesta en la eliminación del factor tabasqueño por su rispidez y la postulación de Marcelo por necesidades de estabilidad concertada. López Obrador ha seguido bajo metralla difamatoria y se mantiene aferrado a un discurso y un manual de procedimientos que no pareciera encajar, ni en velocidad ni en innovación, en los tiempos revueltos que pretenden encaminarse al fin del ciclo panista y la restauración del dinosaurismo mafiosamente concertador.
Y ya con esta se despide, por dos semanas, el tecleador necesitado de vacaciones que a la comunidad del Astillero desea felices fiestas y buen año venidero. ¡Hasta el 10 de enero próximo!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Julio Boltvinik: Economía Moral
Aunque se trata de un pequeño libro de bolsillo (Why not socialism?, Princeton University Press, 2009, 83 pp.), el último que publicó en vida, y aunque en 2001 había ya publicado un ensayo con el mismo nombre, del cual el volumen es una versión modificada, simbólicamente es muy interesante que su último tomo sea sobre el socialismo, cerrando así el círculo iniciado en su primer libro que, como comenté en la entrega anterior fue La teoría de la historia de Karl Marx. Una defensa. Varios amigos y lectores me escribieron para informarme que sí existe una edición en español (publicada en España), pero no he podido encontrarla en Internet. El socialismo ¿por qué no? comprende cinco capítulos. En el primero Cohen muestra que en los viajes de campamento (campamento de aquí en adelante) casi todos preferimos una forma de vida socialista. En el segundo hace explícitos los principios de igualdad y comunidad que prevalecen en él. En el tercero plantea si esos principios llevados a escala social, hacen deseable el socialismo. En el cuarto, si el socialismo es viable. El libro termina con una pequeña coda.
Carlos Fernández-Vega: México SA
Qué fue de aquel floreciente cine mexicano y su época de oro? Y no es nostalgia, sino parte de la cruda realidad nacional: se lo engulló la corrupción, la falta de financiamiento, la privatización, la transculturación y la extranjerización disfrazada de globalización, y a estas alturas del partido poco queda de aquella boyante industria nacional, a pesar del gran talento existente y los mayores esfuerzos que realizan no pocos productores, guionistas, directores y actores, quienes exprimen las piedras para contar con recursos y sudan la gota gorda para sacar adelante sus creaciones y exhibir su obra en la oligopolizada cadena de distribución, si algún día lo permiten.
Triste realidad en un país de creadores, que deben enfrentar todo tipo de adversidades y desventajas en un ambiente dominado por las producciones hollywoodescas, de la mano del oligopolio en la cadena de distribución y exhibición. La escasez de financiamiento, la gran competencia de las producciones de Hollywood, la falta de iniciativas conjuntas y asociativas entre los integrantes de la industria mexicana, la debilidad normativa y legal que rige esta industria, la falta de políticas públicas integradas que promuevan la producción cinematográfica, y las restricciones a la distribución e internacionalización, inhiben la producción de esta industria.
A esa conclusión llega el informe La Industria cinematográfica en México y su participación en la cadena global de valor (Jorge Mario Martínez Piva, Ramón Padilla Pérez, Claudia Schatan Pérez y Verónica Vega Montoya), elaborado por la Cepal y la Red Mercosur (www.eclac.org/mexico/publicaciones/xml/8/42088/2010-74-Serie_122-L.981-Ind._cinematog._M%C3%A9xico.pdf, para quienes de-seen leer sus 53 páginas), el cual también subraya que si bien es prometedora, la industria cinematográfica en México enfrenta enormes desafíos que tienen que ver con una difícil convivencia entre las producciones de capital extranjero y la inserción de la cinematografía mexicana en el mercado nacional e internacional; la concentración de los medios de distribución; la concentración de los medios de exhibición, y las limitaciones de financiamiento para esta actividad.
Difícilmente analizado fuera del ámbito de la cultura, el tema de la industria cinematográfica mexicana es abordado en el marco económico-financiero por dichas instituciones, que destacan los nocivos efectos que también en este sector estratégico ha provocado la cadena privatización-extranjerización: “A finales de los 70 y principios de los 80, este sector fue desmantelado al quitarle el apoyo del Estado y tras la liquidación del Banco Nacional Cinematográfico. De esta forma, desapareció la estrategia nacional que se había labrado desde 1939 con Lázaro Cárdenas… Durante algunos años la industria cinematográfica mexicana se volvió completamente privada y caracterizada por bajos costos y menor calidad. A partir de 1989 y hasta 1993, se liquidaron, fusionaron y vendieron diversas empresas paraestatales (…) y entre 1989 y 1997 se presentó una caída constante de la producción cinematográfica nacional (de más de 90 películas al año a tan sólo nueve)”.
Sólo a raíz de que el Estado retomó (no con el mismo vigor) el financiamiento de producciones cinematográficas nacionales es que comienza a registrase avance en el sector, a pesar de no lograr todavía los niveles de la época de oro (136 producciones en 1957). La composición del financiamiento ha cambiado significativamente: a principios de los 90, menos de 20 por ciento del total eran fondos públicos; en 2008 éstos representaron 80 por ciento. Cuando se habla de una producción mexicana, nos referimos a que 100 por ciento del capital es de origen nacional. En 2008 la industria mexicana produjo 70 películas, 57 apoyadas por fondos públicos y el resto con capital totalmente privado.
En México la política pública de apoyo a la industria cinematográfica ha pasado por diversas etapas: “en la época de sustitución de importaciones y fuerte presencia del Estado en la actividad económica, fue considerada una industria estratégica y apoyada con amplios recursos financieros y organizacionales. En los 90 se contrajo el apoyo público, en línea con el nuevo modelo económico de laissez faire, que otorga a las fuerzas de mercado un papel central. En años recientes las políticas públicas de apoyo al sector se han reactivado, en particular en materia de fondos de apoyo para la creación. Estos han sido efectivos para incrementar el número de producciones, pero pocas de ellas han sido rentables. Dichos fondos son pequeños como para apoyar producciones comerciales que compitan directamente con el cine estadunidense predominante, y también para contar con recursos que promuevan y comercialicen las películas”.
El sector público debe desempeñar un papel activo. Se sugiere diseñar, ejecutar y evaluar políticas que lleven a vigorizar la capacidad de los productores mexicanos para realizar obras de mayor calidad y potencial de ser comercializadas en el exterior, pues actualmente un número reducido de ellas se exporta con éxito y también un número reducido es rentable en términos económicos. Se reconoce que las políticas públicas deben tomar en cuenta que, además de los beneficios económicos directos para los productores, la industria cinematográfica tiene una gran cantidad de efectos directos e indirectos en materia de empleo, inversión y adquisición de bienes y servicios, además de su valor intangible como mecanismo para fortalecer valores, cultura e identidad nacional, así como de difusión cultural y promoción en el extranjero.
En distribución y exhibición de películas, el oligopolio conformado por 20th Century Fox, Disney, Sony, Warner Brothers, Universal y Paramount acapara 90 por ciento del total mundial. En 2009, éstas representaron 73 por ciento de los ingresos de taquilla en México (578 millones de dólares). Además, los gustos de los espectadores moldeados según el estilo de Hollywood y el potencial de ganancia para las empresas exhibidoras hacen que las distribuidoras de cine extranjero independiente o de cine mexicano se repartan tan sólo 27 por ciento restante de los ingresos de taquilla del cine en México, país que en 2009 se ubicó en el quinto lugar mundial en términos de asistencia, con 180 millones de boletos vendidos, sólo por debajo de India, Estados Unidos, China y Francia. En el mismo año, Cinépolis atrajo 57.3 por ciento de los espectadores mexicanos, Cinemex 15.1, MM Cinemas 12.5 y Cinemark 6.8.
Las rebanadas del pastel
Felices fiestas y nos encontramos el próximo lunes. ¡Salud!
cfvmexico_sa@hotmail.com - mexicosa@infinitum.com.mx - http://twitter.com/cafevega
Hoy, que el país debe disfrutar de su única Noche de paz (si es que la delincuencia, organizada o no, lo permite), esta columna desea registrar algunas noticias para hacer que esta noche única se cumplan los deseos de quienes nos hacen la vida menos pesada, grata, a través de la televisión y la radio.
Javier Hernández Chelico: En el Chopo
Hay un buen de rolas que se pueden poner a todo volumen esta Nochebuena: en el disco Christmas a Go Go, Keith Richards ejecuta Run Rudolph run dedicada stonianamente al reno consentido de Santa Claus; Bob Seger convierte, Papa’s got a brand new bag, en Sock it to me Santa y Ramones entregan, Merry Christmas a ritmo punk. En otro disco, The Killers canturrea, A great big sled. Y estaría chido que la noche vieja de este 2010 toda la banda cantara: “...And a happy new year/ Let’s hope it’s a good one/ Without any fear/ War is over-if you want it”, como homenaje al jefe Lennon.
El año pasado comentábamos la carencia de villancicos rocanroleros hechos en México. Pues esta Navidad salió a la luz, Canciones para partir el pavo, cedé que a pesar del nombrecito trae material alusivo a la temporada: Cohete se echa El niño del tambor; Eufemia, Blanca Navidad; Jessy Bulbo, Los peces en el río; Los Daniels, Campana sobre campaña; Los Gatos, Las panderetas; completan el disco, Play Movil Project, Simplifires y The Ultra Beaver Lounge Band. Esta producción se podrá conseguir el próximo cuatro de enero en una subasta con base en el número de latas de aluminio –esas de chescos– que lleven los asistentes al parque Esparza Oteo de la colonia Nápoles. Informes en Gritamx.com... Como comentario adicional es bueno consignar que la canción más repetida por los chavos en estas posadas es la que dice: Pero mira/ como chupan esos bueyes/ en el frío... pero mira como beben aunque estén enteleridos...
El Correo Ilustrado
Denuncian licitación amañada de la CAEM
La Comisión del Agua del Estado de México (CAEM) emitió la convocatoria 44111002-010-10 para el suministro, instalación y puesta en operación de un radar meteorológico tipo Doppler. Lo extraño no es la publicación mencionada, sino el mensaje implícito que los servidores públicos de la CAEM emiten a los que pretendan participar en ella. Las irregularidades son tales que las bases de la licitación están hechas ex professo y totalmente dirigidas para favorecer a una empresa participante (Seguritech) que tiene contratos millonarios con el gobierno del estado de México en materia de seguridad, especialidad propia de dicha empresa, pero que nada tiene que ver con las tareas importantísimas y de la especialización que exige un radar meteorológico, cuya principal función es la medición de fenómenos atmosféricos, que transmite información en tiempo real, y dar seguimiento y estudio de fenómenos severos como huracanes, que es una valiosa herramienta con tecnología de punta para la prevención de desastres naturales, evacuar y salvar vidas.
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Desde que Diego Fernández de Cevallos fue secuestrado en mayo pasado fue notable el intento de la familia de tratar ese gravísimo asunto como si se tratara de un problema privado. Es muy probable que esa fuera la exigencia de los secuestradores que buscaban sustraerse a la engorrosa cacería en que normalmente se convierten las búsquedas y persecuciones entre policías y criminales que provoca este tipo de asaltos. Sin embargo, fue muy sorprendente la buena disposición de las autoridades a someterse sin mayor reparo a esta exigencia, que le formularon en forma de petición los familiares de Fernández de Cevallos. Así se llevó a cabo la privatización de la investigación de un crimen que se persigue de oficio y de su solución; y privadísima fue también la negociación que se resolvió en la liberación del rehén, quien ahora pide a los medios que den vuelta a la página y miren hacia adelante, como lo hace él –según dice–.
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Jorge Camil: ¿Un nuevo Diego?
El 28 de mayo de este año, inmediatamente después del secuestro, escribí en La Jornada que “en la semana que estuvo desaparecido Diego… murió, revivió, hizo campaña y levantó como nadie en estos tres años la imagen del partido”. Dije que, al menos en los medios, había aparecido su cadáver en un campo militar, víctima de una nueva guerra sucia, y que su desaparición había sido considerada al mismo tiempo “secuestro, levantón, venganza, desavenencia con un cliente, mensaje del narco y un escalamiento de la guerra por parte del crimen organizado”. Sigue el enigma.
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Vilma Fuentes: Cenas navideñas en Francia
Más pasa el tiempo, más me convenzo, aunque la excepción confirme lo arbitrario de mi idea, de que quien ignora el arte de la cocina no puede aspirar a devenir verdadero artista. Diría incluso lo mismo, poniendo en riesgo mis posibilidades de sobrevivir si no encuentro refugio, de los pretendientes a la escritura. Desde luego esta intuición, nacida de encuentros con pintores, no supone de ninguna manera dos ideas tan equívocas como indelicadas: que un maestro de la pintura deba ser un experto en gastronomía o que el hecho de ser un chef, distinguido por los tres macarrones de la prestigiosa guía Michelin, suponga la capacidad de pintar siquiera el esbozo de un platón de frutas.
Creo, sin embargo, en el paladar de un pintor como en la prueba del nueve. El arte de la cocina es un vasto territorio que requiere los más diversos expertos: va del chef que cocina los platos fuertes al que prepara la salsas que acompañan los platos fuertes, del artista en postres al catador de vinos y alcoholes, del encargado de las compras al marmitón. Cuentan también los creadores o especialistas de un solo plato como quien no cocina, pero cuyo paladar reconoce en el sabor y aroma de un plato especias y condimentos, y ningún secreto del más sofisticado manjar le escapa. ¿La civilización no comienza acaso con lo cocido? Transformar lo comestible en un placer es sin duda la aspiración primigenia a un arte.
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