MÉXICO, D.F., 10 de mayo.- Dice Boaventura de Sousa que entre el conocimiento y la ignorancia existe una tercera categoría: el conocimiento errado, esto es, cuando se cree que se conoce algo que no es verdad, o cuando aun sabiendo que se está equivocado, se le reitera. Se trata de una ignorancia no reconocida ni asumida.
Este tipo de ignorancia aparece de manera constante en los discursos oficiales de Felipe Calderón (al igual que de otros funcionarios públicos), ahora cada vez más exaltados y agresivos, aunque demuestran y hasta exhiben este tipo de incongruencia. Nadie en su sano juicio, creo yo, pretende decirle al gobierno federal que no enfrente al crimen organizado. Para eso tiene a la policía y al Ejército. Nadie, creo, le ha pedido retirarse de la lucha en contra de las bandas de delincuentes. Pero aun así reitera que no se retirará, como si alguien se lo demandara.
Lo que sí se ha dicho hasta el cansancio es que la estrategia adoptada en esa lucha ha sido y es terriblemente equivocada, que no se han podido demostrar avances sustanciales en la acción del gobierno en contra del crimen y los maleantes, y que, por encima de su ignorancia reiterada y monotemática, Felipe Calderón debe responder con seriedad por qué le está fallando todo, y por qué el país está en la peor condición de deterioro que se haya vivido desde hace lustros.
A la ignorancia supina mostrada en los flemáticos discursos de Calderón ahora se agrega la total insensibilidad frente a los deudos de las bajas civiles de su guerra fallida, ante el creciente malestar ciudadano, pero sobre todo, en estos días, ante la dimensión y diversidad que está alcanzando el rechazo a su virulencia retórica. Me refiero al discurso altamente agresivo transmitido a nivel nacional el 4 de mayo, unas horas antes de la salida de la marcha del silencio de la ciudad de Cuernavaca al Zócalo de la Ciudad de México, convocada por Javier Sicilia y la Red por la Paz y la Justicia. Palabras altisonantes frente al enmudecimiento de miles y miles que deciden responder así a tanto agravio. Una mentira dicha muchas veces que no ha podido volverse verdad ante el sonido de millones de pasos que arrastran un desafío que crece y crece.
La semejanza de lo que está pasando aquí y en el norte de África tiene lógica y sustento. La irrupción de una masa espontánea, sobre todo de jóvenes, que se enfrenta sin nada a un gobierno sátrapa encumbrado y protegido con toda una parafernalia armada pero inútil, que en horas y en días se multiplica, luego en meses se organiza y continúa hasta exhibir o hacer caer gobiernos enteros. ¿Qué futuro pueden tener los millones de jóvenes que sufren de la falta de empleo, al igual que de una escuela digna y adecuada que les ofrezca alguna alternativa de vida y de conocimiento, por lo que se ven empujados a decidir entre la violencia y la sobrevivencia sin paga?
Las diferencias, sin embargo, con lo que ocurre en otros países, también son ciertas, porque en México el poder corrompe y hay muchos interesados en preservarlo a costa de su indignidad. Pero ante una ignorancia de tercer grado como la que se padece en el gobierno federal, se abre la posibilidad de un aprendizaje colectivo, en una escuela abierta que está en las calles y en la sociedad que se moviliza con autonomía. Ignorancia versus conciencia. Lo que ahora hace falta es que pueda aprovecharse esta nueva manera de aprender, para organizarse en el mediano y largo plazos, porque los tiempos políticos se aceleran y se calientan y, a lo mejor, hasta lo electoral se desvanece.
¿Cómo va a responder el gobierno federal a la marcha multitudinaria que ha llegado al Zócalo de la Ciudad de México? ¿Dirá otra vez que seguirá en lo mismo, sin atender a nadie ni a nada, con el argumento de que rechaza las “salidas falsas”? ¿O desde su arrogancia ignorante atacará a la sociedad civil como antes lo ha hecho? ¿Pasará de las palabras altisonantes a su acción preferida?
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