Sandra Lorenzano
Sangre mía, / de alba,/ de luna partida, / del silencio. / de roca muerta (…) / Abierta a la locura. / Sangre clara y definida, / fértil y semilla (…) /
Nutrida de mi última presencia.
(Poema de Susana Chávez, poeta y activista asesinada en Cd. Juárez)
Hay días marcados por el dolor, por un dolor íntimo, incandescente como un agujero negro en la propia piel; dolor de indignación, de rabia, de frustración. Dolor que nace en las entrañas, en la soledad, en el abismo más profundo de uno mismo, pero que adivinamos en la mirada de muchos; adivinamos compartido, solidario. Hoy que escribo estas líneas es viernes 26 de agosto y México está de luto.
Los más de 50 muertos del atentado al Casino Royale de Monterrey se suman al listado del horror: más de 40 mil asesinados en la “lucha contra el crimen organizado” en lo que va del sexenio; más de 700 mil desplazados; 6 millones de jóvenes que no tienen la oportunidad de estudiar ni de trabajar; más de 22 millones de mexicanos viviendo en pobreza extrema (Según datos del Banco Mundial); decenas de periodistas asesinados; impunidad, corrupción (en la entrega de las guarderías, en las autorizaciones para los casinos, etc. etc.), vejaciones… y la suma sigue.Hoy que escribo estas líneas quisiera no tener presente el poema de Susana Chávez, con el que inicio estas líneas.
Quisiera no tener presente los candados cerrando las puertas de emergencia del casino, los gritos de la gente asfixiándose, las imágenes del miedo y la ignominia.Quisiera haber escrito para ustedes un luminoso artículo de domingo y no estas palabras de viernes negro que apenas me dejan respirar.Y, claro, quisiera no tener presente –una vez más– los rostros de las mujeres de Ciudad Juárez: el de Susana, asesinada hace pocos meses, por su amor a la poesía y a la justicia; el de Paloma que salió una mañana de su casa y nunca regresó; el de Yesenia, el de Claudia, el de Maritza que tenía nueve años… Sólo en lo que va del año, 222 mujeres han sido asesinadas en Chihuahua, ha dicho el procurador de justicia del Estado. De ellas, 142 en Ciudad Juárez (De acuerdo con el Centro de Derechos de la Mujer AC (CDHMAC)).
La sangre de luna partida, clara y fértil de la que hablaba Susana cubre con un manto lo que hoy escribo, como está cubriendo al país todo. Pero esa sangre es también la que parece dar nuevas fuerzas a muchos (¿de dónde surge?, ¿cómo logran transformar el dolor en combate, en proyectos?). Por eso miro con admiración, con solidaridad, con el llanto a flor de piel, con enorme respeto, los documentales ganadores del Primer Concurso de Documental “Justicia y Género”; una estupenda y muy necesaria iniciativa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a través del Programa de Equidad y Género.
Programa que busca hacer de la reflexión y la autocrítica elementos fundamentales para repensar, corregir y actualizar la impartición de justicia en este país, tomando como núcleo la perspectiva de género.Los trabajos premiados muestran la lucha que surge del dolor.
El primer lugar lo ganó “Dignidad y justicia”, sobre las indígenas me´phaa Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú, torturadas y violadas por militares en 2002, y que después de ocho años fueron escuchadas por la Corte Interamericana de Justicia, organismo que responsabilizó al Estado Mexicano de lo ocurrido.
El segundo premio fue para “El brillo del sol se nos perdió ese día” sobre las mujeres asesinadas en Juárez y el trabajo valiente y dolido de las madres reunidas en la agrupación “Justicia para nuestras hijas”.Y pienso que si ellas pudieron (y pueden) – como tantísimos otros – renacer del horror para dedicar su vida a que se haga justicia, quizás quede entonces un destello de esperanza.Tal vez este viernes negro nos haga buscar esos mínimos espacios de luz.
Los más de 50 muertos del atentado al Casino Royale de Monterrey se suman al listado del horror: más de 40 mil asesinados en la “lucha contra el crimen organizado” en lo que va del sexenio; más de 700 mil desplazados; 6 millones de jóvenes que no tienen la oportunidad de estudiar ni de trabajar; más de 22 millones de mexicanos viviendo en pobreza extrema (Según datos del Banco Mundial); decenas de periodistas asesinados; impunidad, corrupción (en la entrega de las guarderías, en las autorizaciones para los casinos, etc. etc.), vejaciones… y la suma sigue.Hoy que escribo estas líneas quisiera no tener presente el poema de Susana Chávez, con el que inicio estas líneas.
Quisiera no tener presente los candados cerrando las puertas de emergencia del casino, los gritos de la gente asfixiándose, las imágenes del miedo y la ignominia.Quisiera haber escrito para ustedes un luminoso artículo de domingo y no estas palabras de viernes negro que apenas me dejan respirar.Y, claro, quisiera no tener presente –una vez más– los rostros de las mujeres de Ciudad Juárez: el de Susana, asesinada hace pocos meses, por su amor a la poesía y a la justicia; el de Paloma que salió una mañana de su casa y nunca regresó; el de Yesenia, el de Claudia, el de Maritza que tenía nueve años… Sólo en lo que va del año, 222 mujeres han sido asesinadas en Chihuahua, ha dicho el procurador de justicia del Estado. De ellas, 142 en Ciudad Juárez (De acuerdo con el Centro de Derechos de la Mujer AC (CDHMAC)).
La sangre de luna partida, clara y fértil de la que hablaba Susana cubre con un manto lo que hoy escribo, como está cubriendo al país todo. Pero esa sangre es también la que parece dar nuevas fuerzas a muchos (¿de dónde surge?, ¿cómo logran transformar el dolor en combate, en proyectos?). Por eso miro con admiración, con solidaridad, con el llanto a flor de piel, con enorme respeto, los documentales ganadores del Primer Concurso de Documental “Justicia y Género”; una estupenda y muy necesaria iniciativa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a través del Programa de Equidad y Género.
Programa que busca hacer de la reflexión y la autocrítica elementos fundamentales para repensar, corregir y actualizar la impartición de justicia en este país, tomando como núcleo la perspectiva de género.Los trabajos premiados muestran la lucha que surge del dolor.
El primer lugar lo ganó “Dignidad y justicia”, sobre las indígenas me´phaa Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú, torturadas y violadas por militares en 2002, y que después de ocho años fueron escuchadas por la Corte Interamericana de Justicia, organismo que responsabilizó al Estado Mexicano de lo ocurrido.
El segundo premio fue para “El brillo del sol se nos perdió ese día” sobre las mujeres asesinadas en Juárez y el trabajo valiente y dolido de las madres reunidas en la agrupación “Justicia para nuestras hijas”.Y pienso que si ellas pudieron (y pueden) – como tantísimos otros – renacer del horror para dedicar su vida a que se haga justicia, quizás quede entonces un destello de esperanza.Tal vez este viernes negro nos haga buscar esos mínimos espacios de luz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario